19 de enero de 2019     Número 136

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El amargo té de Malaui

Martina Zingari Máster en estudios internacionales y postgrado en estudios africanos  [email protected]

Las desastrosas inundaciones de años recientes, efecto del cambio climático, han provocado en Malaui una situación de extrema inseguridad alimentaria que mantiene al 70% de la población viviendo con menos de 1.9 dólares al día. Los pocos campos que se encuentran en las manos de los malauis no alcanzan a cubrir la demanda y las necesidades alimentarias de una población en continuo crecimiento, que pasó de 3 millones de personas en 1964 (año en el que el país obtuvo la independencia) a 18 millones en 2016.

Pionero del cultivo de té, cuyo comercio empezó en la década de 1880 en Mulanje, y segundo productor en el continente africano, Malaui exporta más de 43,000 toneladas de hojas de té al año. Las regiones donde se concentran las fincas se encuentran en el sur del país, en los distritos de Thyolo y Mulanje, a unos cuarenta kilómetros de Blantyre, donde la mayor parte del territorio está cubierto por plantaciones, pequeños cultivos de eucaliptos o enormes fincas secas y abandonadas.

Con alrededor del 80% de la mano de obra de Malaui empleada en la agricultura, la industria del té emplea a cerca de 50,000 personas trabajadoras estacionales en el pico de la temporada de la cosecha, a partir de octubre y hasta abril.

“Se trata de un trabajo agotador e intenso, que requiere fuerza física y precisión para alcanzar el objetivo diario, impuesto por la empresa dependiendo de la temporada y de las condiciones de las plantas. Cada kilo adicional recogido, constituye dinero extra para nosotros y nuestras familias. Dentro de las plantaciones de té, el verdadero enemigo no es el sol en verano, o el peso que cargamos en la espalda, o el ritmo de trabajo: el verdadero peligro es njoka (la serpiente). Si te muerde, estás muerto... y la empresa no nos proporciona botas o ropa para protegernos” (agosto 2017, Augustin, Thyolo).

Augustin y sus compañeros y compañeras trabajan seis días por semana, por un total de unas 48 horas, más las horas extra, lo cual les permite ganar unos kwacha adicionales al mes, que se suman al salario mensual de alrededor de 30,000 kwatcha (35 euros). Contratados por temporada, muchos de ellos trabajan unos meses al año y luego se tienen que dedicar a pequeños comercios para sacar adelante a sus familias, ya que el sueldo es muy bajo y el aumento del costo de la vida no les permite ahorrar.


Cultivos de té en Thyolo. FOTOS: Martina Zingari


Denigrantes condiciones de trabajo en las plantaciones.


Una reunión rutinaria de los representantes del PLO en Thyolo.

Pero como siempre, son las mujeres las que se ven afectadas de manera desproporcionada por las denigrantes condiciones de trabajo en las plantaciones, a pesar del papel crucial que desempeñan como agricultoras. Según Oxfam, los casos de violencia de género y abuso son muy frecuentes y este factor, sumado a la considerable carga de trabajo doméstico, provoca que la desigualdad entre hombres y mujeres crezca exponencialmente.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación calcula que 17,867 hectáreas de tierra se utilizan para el cultivo de té en Malaui, y la mayor parte está en manos de once empresas privadas internacionales que monopolizan el mercado. Entre ellas Conforzi Plantations, Eastern Produce y Satemwa.

En todo el país, centenares de hectáreas de estas tierras y una vez obtenidos los resultados económicos deseados, se convierten en terrenos naturalmente infértiles que requieren de mucha inversión para volver a ser cultivados. Así, las empresas extranjeras abandonan grandes porciones de tierras que podrían ser potencialmente cultivadas para abastecer la demanda alimentaria de la creciente población, si no fuera porque la ley lo prohíbe debido a que las empresas siguen teniendo formalmente la propiedad de estas idle lands (“tierras ociosas, improductivas”) y por lo tanto tienen derechos completos para disponer de ellas como mejor crean.

En años recientes en Malaui se ha dado un intenso debate socio-político que pone en peligro la supremacía absoluta de los dueños de las fincas de té, impulsado por el partido People Land Organization (PLO) que, entre otras cosas, reivindica la restitución de idle lands a la población. Desde 2005 el PLO impulsa importantes iniciativas políticas para dar salida a esta situación y muchas han sido las declaraciones de apoyo que han recibido tanto del Ministerio de Tierras como del presidente Mutharika. Sin embargo, pocas y tímidas han sido las iniciativas tomadas por el gobierno al respecto, incluyendo una reforma agraria que ha dejado importantes lagunas en este ámbito.

En marzo de 2015 el PLO anunció que, si el gobierno continuaba ignorando la situación, iba a empezar a reivindicar la independencia política de Thyolo, Mulanje, Phalombe y parte de Chiladzulo, formando la República MUST (Estados Unidos de Mulanje y Thyolo). La organización pidió la intervención de la Organización de las Naciones Unidas para que examinaran todos los aspectos legales de sus reivindicaciones y, eventualmente, para que presidiera el referéndum sobre la independencia.

La situación, sin embargo, sigue estancada. “El gobierno no se enfrenta de manera incisiva a la cuestión debido a sus intereses económicos, ya que temen la reacción de los propietarios de los terrenos del té”, afirma Precious Lester, secretario del partido.

Sin embargo, la inseguridad alimentaria provocada, en parte, por la escasez de tierras cultivables parece ser un tema muy candente a nivel político. El vicepresidente Chilima acaba de anunciar recientemente que en el caso de ser elegido como presidente en las elecciones de 2019 se hará portavoz de las protestas de los trabajadores agrícolas de la zona de Thyolo y Mujanje ante las grandes empresas internacionales, ejerciendo presión para que devuelvan parte de las tierras a la población. ¿Esta declaración es una esperanza para millones de malauís o es mera propaganda electoral? Está por verse.

Sin duda, la agricultura es el sector prioritario para salir de la pobreza en la que vive la gran mayoría de la población. Malaui necesita inversión en sus campos, pero con un modelo que incluya a sus agricultores, no que los excluya. La presencia de tierras ociosas que a las empresas ya no les es rentable cultivar, constituye un tema importante pero olvidado por el gobierno y por la comunidad internacional, tapado por los intereses económicos de quienes se benefician del comercio del té. Haría falta implementar una política de normas ambientales estrictas, respeto a los derechos humanos, transparencia y buena gestión, entre muchas otras. Asimismo, estas políticas tendrían que englobar un marcado enfoque de género, para que las mujeres malauí, empleadas en las grandes fincas internacionales de té, sean conscientes de sus derechos, tengan el mismo acceso a los recursos y oportunidades que los hombres y disfruten de condiciones de vida más dignas. Pero estas palabras están vacías al no haber prácticas transparentes, responsables y respetuosas hacia las comunidades que viven dentro y alrededor de las plantaciones, quienes experimentan a diario el amargo precio del té malauí.

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