15 de diciembre de 2018     Número 135

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Chiapas

Semilleros para el cambio

Mercedes Cristóbal Pintado Laboratorios para la Vida, Chiapas  [email protected]


El huerto nos acerca a la práctica de la investigación desde lo cotidiano.
FOTOS: Equipo de Comunicación LabVida


Semilleros para el cambio.


Los huertos son laboratorios vivos que promueven y facilitan el diálogo de saberes.

Entendemos que los huertos educativos van más allá de la herramienta pedagógica que reconocemos, promovemos y valoramos. Los huertos son laboratorios vivos, espacios de interacción social que promueven y facilitan el diálogo de saberes. Son aulas en las que observar, indagar y experimentar generan un enorme potencial para la formación y la transformación a través del pensamiento crítico, colectivo y práctico.

En este sentido, consideramos el huerto como un lugar idóneo para fortalecer las capacidades y habilidades de investigación entre las niñas y niños, jóvenes y personas adultas que interactúan en él. El huerto nos acerca a la práctica de la investigación desde lo cotidiano, desde el caminar preguntando como un método de investigación.

Se trata de un modo de hacer desde y con el sujeto, no sobre el sujeto. Un modo en el que destaca la capacidad crítica y reflexiva, como plantea Rafael Sandoval Álvarez en Formas de hacer metodología de la investigación: reflexividad crítica sobre la práctica, publicado en la colección de Cuadernos de metodología y pensamiento crítico.

Cuando comenzamos a trabajar desde Laboratorios para la Vida (programa de investigación, formación y acción en torno a los huertos escolares y la alimentación consciente) sobre el tema de los huertos educativos como espacios de formación e investigación, no sabíamos realmente la ventana que estábamos abriendo hacia otras realidades, modos de aprender, de compartir, de soñar juntas y junto con otras escuelas, comunidades, relaciones y sistemas alimentarios.

Iniciamos caminando la ciencia y las prácticas agroecológicas dentro del huerto como herramientas que nos permitían traer a la acción aspectos que consideramos fundamentales: los saberes locales, la alimentación consciente y el reconocimiento y defensa de una agricultura tradicional basada en el respeto, la diversidad y los productos naturales.

Partimos de la Investigación Acción Participativa (iap), desde la identificación de los dolores de barriga (María Dolores Hernández, Pedro Martín, Tomás R. Villasante, “Estilos y coherencias en las metodologías creativas”), que son aquellas necesidades sentidas al interior de las personas y las comunidades. Así surgieron algunas preguntas de investigación: ¿Qué comen los jóvenes durante el receso? ¿Cuál es la dieta de las niñas y los niños de mi escuela?

En la búsqueda de respuestas, fuimos conociendo los sistemas alimentarios locales y escolares a través de diagnósticos participativos. El motor de estos diagnósticos fueron diferentes actividades, impulsadas y protagonizadas por niños, jóvenes y adultos dentro de las comunidades, a través de recorrido por la milpa/ conociendo nuestra basura/ diario de la alimentación/ camino alimentario. Gracias a esto, reflexionamos y cuestionamos el actual modelo-sistema de alimentación y producción.

Con toda la información, llegamos a reflexiones más profundas sobre nuestros hábitos, la salud, las costumbres y el desplazamiento de las prácticas tradicionales por otros modos, que se dicen más modernos y avanzados. Este acercamiento a la realidad promovió la organización para la elaboración de propuestas que, de manera participativa, pudiéramos poner en marcha en cada uno de los espacios de trabajo.

Logramos construir planes de acción integral que contemplaban diferentes iniciativas (Tiendita escolar/ Fiestas del buen comer/ Feria de alimentos/ Huertos familiares), encaminadas al rescate y a la promoción de sistemas alimentarios más sanos y justos.


Un lugar idóneo para fortalecer las capacidades y habilidades de investigación de niñas y niños.

Entendemos que la investigación dentro de los huertos educativos tiene que caminar hacia la colectividad, hacia la comunidad. Sólo así, de manera organizada, en el campo y la ciudad, podremos analizar y transformar poco a poco los hábitos alimentarios. De esta forma, lograremos construir alternativas al sistema actual de producción y alimentación, en el que priman los intereses de unos pocos frente a la seguridad y soberanía de muchas y muchos.

Al acercar la investigación social a los huertos escolares se plantea un cambio en el paradigma de la educación, las aulas se abren, se amplían y abrazan así a más personas que las nutren, aportando sus diferentes miradas. El diálogo de saberes entra en acción, es una apuesta por el trabajo colectivo en un espacio donde no se prioriza un saber sobre otro, un espacio de respeto en el que hay lugar para todas y todos.

Desde esta mirada y manera de actuar, los huertos educativos se convierten en semillas para la transformación, alternativas a los individualismos, la competencia y el elitismo que el actual sistema capitalista nos quiere imponer. Desde este enfoque, a través de la práctica, el estudio y la indagación nos vamos convirtiendo en una sociedad formada por personas más críticas, conscientes y capaces de cuestionar, de construir nuevos caminos y realidades alimentarias. La historia y la mirada cambian desde este nuevo paradigma, en el que todas y todos podemos contribuir al planteamiento de nuevas opciones.

Cuando comenzamos a trabajar los huertos educativos como espacios de formación e investigación desconocíamos el alcance de esta propuesta. Ahora caminamos nuestro sueño de la mano de muchas y muchos, no sólo en Chiapas, sino en todo México, Latinoamérica y en otros rincones del planeta. Ahora somos muchas personas creando espacios de reflexión, transformación y construcción de alternativas al sistema actual. ¡Y pronto seremos más!

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