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Puerto Rico Un proyecto inclusivo y colaborativo Lisa Marrero Soto Escuela Efraín González Tejera, Municipio de Utuado, Puerto Rico [email protected]
Los huertos proveen diversos beneficios para quienes se dedican a cultivarlos. Por ello, se ha recomendado y utilizado incluso en terapias dirigidas a personas de edad avanzada e individuos con condiciones especiales de salud mental u otras afecciones, ya que estos espacios generan en ellos una sensación de satisfacción y bienestar. Los huertos también ofrecen un sistema de estimulación que ayuda en el desarrollo de destrezas tanto de alumnos típicos como de aquéllos con capacidades diferentes, siendo así una especie de terapia que beneficia a todos los estudiantes. Lamentablemente, no todos los maestros están capacitados para trabajar el huerto escolar en su escuela. Muchas veces hace falta la orientación y apoyo de entes externos. Una alternativa a esta situación es la creación de proyectos que involucren a la academia, a entidades privadas y a la comunidad en general. Éste es el caso de la Universidad de Puerto Rico, en Utuado, y del Departamento de Educación, ambas instituciones públicas que, con el apoyo de otras agencias, han capacitado a maestros de las escuelas públicas y destinado a estudiantes universitarios de carreras agrícolas al sistema educativo, los cuales cooperan en la creación del huerto escolar en algunas escuelas cercanas a la institución universitaria. El proyecto ha influido positivamente en salones regulares y de educación especial de 13 centros educativos del área, entre ellos la Escuela Doctor Efraín González Tejera, en donde participo como maestra de un salón de educación especial y he tenido la oportunidad de aprender muchas técnicas y estrategias agrícolas que me han servido para impulsar nuestro huerto. Para los estudiantes con capacidades diferentes, este espacio escolar constituye una manera alterna de tratar sus necesidades, usando sus fortalezas. De esta forma se desarrollan destrezas sociales, cognoscitivas, de comunicación e integración sensorial. Todas ellas se trabajan dentro de un contexto que tiene pertinencia para nuestros alumnos, debido a que están produciendo sus propios alimentos.
Asimismo, los huertos escolares ofrecen la posibilidad de desarrollar habilidades de integración sensorial, al permitir a los estudiantes manejar y entrar en contacto con diferentes texturas (práctica motora), percibir diferentes olores, degustar distintos sabores y relacionarse con los sonidos propios del huerto y del entorno. El área social se desarrolla a través de actividades grupales en el huerto, asignando diferentes tareas a los estudiantes, a fin de que puedan completar trabajos de forma cooperativa. Esto, además de ayudarles a realizar sus labores, crea vínculos de amistad con sus compañeros y con otros colaboradores en el campo. Mientras aprenden a cultivar y cuidar las plantas, los alumnos despliegan destrezas de comunicación: asimilan nuevo vocabulario, siguen instrucciones complejas que involucran diferentes comandos y se ven motivados a expresarse dentro de un contexto que es pertinente para su vida. Asimismo, fortalecen sus habilidades en matemáticas, ciencias, español, historia e idiomas. Los productos de la cosecha los consumen o los venden y, de esa manera, incorporan conocimientos útiles para su autosuficiencia en la vida adulta, así como una buena nutrición. El huerto es un aula abierta en la cual los alumnos con condiciones diferentes desarrollan sus capacidades y un sinfín de destrezas, dentro de un marco real que los preparará para manejar su vida de forma más independiente. No tengo ninguna duda de que deben promoverse la creación de huertos escolares dirigidos a estudiantes con capacidades diferentes, a fin de propiciar su autosuficiencia, una alimentación saludable, el respeto y amor a su entorno. Estos espacios redundan en el desarrollo de personas sanas, independientes, útiles y más propensas a ser felices.
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