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Detonar el desarrollo Rafael Obregón
Desde la perspectiva ambiental, la propuesta del “Tren Maya” ha despertado múltiples inquietudes entre diferentes sectores comprometidos con la conservación de la biodiversidad. La pregunta o duda central la podemos sintetizar de la siguiente manera: ¿El Tren Maya puede contribuir a conservar la biodiversidad, o será un megaproyecto que acelere los procesos de deterioro de los ecosistemas ricos en recursos biológicos del sur-sureste mexicano? Desde mi punto de vista, la respuesta no se encuentra solo en los elementos tecnológicos y los trazos de la infraestructura ferroviaria, ni en el tipo de vagones o estaciones, ya sean para pasajeros o de carga. Para estos temas existen técnicas de construcción y de equipamiento apropiadas para reducir el impacto ambiental del proyecto. Su aplicación correcta dependerá de contar con buenos estudios de impacto ambiental. Más bien, las repercusiones del “tren maya” sobre los recursos naturales de la región dependerán del tipo de desarrollo que se promueva asociado a su construcción. El sureste mexicano es una región rica en recursos naturales y socioculturales. En esta región se concentran los ecosistemas tropicales mas conservados del país, los cuales son relevantes y estratégicos, pues de ellos dependen miles de especies de flora y fauna únicas en el mundo, así como, el bienestar y calidad de vida de millones de personas. Además, son espacios naturales fundamentales para la mitigación del cambio climático y la adaptación de sus impactos. Durante el último tercio del siglo XX, en esta región se ha ido consolidando un importante sistema de áreas naturales protegidas, lo que ha permitido mantener condiciones apropiadas para la conservación biológica. También, prevalecen múltiples referentes sobre aprovechamiento forestal sustentable y de practicas agroecológicas amigables con la biodiversidad. Además, en la medida en que persisten formas diversificadas de uso de las tierras, se construyen paisajes agroforestales de alto valor ambiental, mismos que son espacios capaces de producir no solo alimentos y productos comerciales, si no también, servicios ambientales, como son: la biodiversidad, agua, suelo, carbono, etc. No obstante, los vastos recursos naturales y la presencia de patrones productivos basados en buenas prácticas, las comunidades rurales de los estados de Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas viven en la pobreza y marginación, son dependientes de políticas asistencialistas y clientelares y, en consecuencia, son muy vulnerables a impactos negativos de factores económicos y fenómenos naturales. En este contexto, la rehabilitación y construcción de 1,500 kilómetros vías férreas es una propuesta de gran calado, que por supuesto transformará la realidad de esta región del país. Como todo megaproyecto, sus impactos benéficos en lo económico pueden tener impactos negativos en lo social y en lo ambiental, pero también, si el proyecto se ejecuta como parte de un programa de gestión territorial sustentable, previamente concertada entre los tres niveles de gobierno, comunidades rurales y sociedad civil, puede detonar desarrollo fuertemente ligado a la conservación. Una obra de las dimensiones del “Tren Maya” puede ayudar a ordenar el territorio y revertir procesos de deterioro ambiental. Esto puede se posible, en la medida en que su construcción este acompañada de medidas como las siguientes:
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