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Querétaro Aliados estratégicos para Silvia L. Colmenero Red Internacional de Huertos Escolares. Estudiante del Diplomado Internacional de Agroecología para la Sustentabilidad (uaq) y la Maestría en Filosofía Contemporánea Aplicada (uaq) [email protected]
La implementación de huertos escolares (he) representa una estrategia para la vida que, desde la conformación de comunidades colaborativas, el diálogo de saberes y las prácticas agroecológicas, abona a la transición agroecológica en la medida en que provee algunos “principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y manejar agroecosistemas que sean productivos y conservadores del recurso natural y que también sean culturalmente sensibles, socialmente justos y económicamente viables” (Altieri, 1983). El potencial agroecológico de los he radica en que éstos permiten activar y co-construir comunidades de aprendizaje plurales e intergeneracionales (desde estudiantes hasta docentes, administrativos, madres y padres de familia, abuelos y abuelas) en torno a diversos aspectos: la dimensión agroalimentaria, ¿de dónde vienen, cómo se procesan y se venden los alimentos que consumimos?; la bio y agrodiversidad, ¿qué plantas y otros organismos son necesarios para la producción de alimentos y el equilibrio ecosistémico?; la bioculturalidad e interculturalidad, ¿qué relaciones hay entre los agroecosistemas, los pueblos y sus culturas?; la ecología, ¿qué acciones vinculadas a la producción y consumo de alimentos son benéficas para nuestro planeta? y, no menos importante, la socio-política, ¿de qué maneras podemos producir alimentos colectivamente? Estos aprendizajes se vinculan estrechamente a su dimensión práxica, la cual pasa por la vinculación con comunidades y pueblos campesinos e indígenas, así como por la apropiación y revalorización de sus prácticas y saberes: desde el uso de compostas y abonos para fertilizar las camas de siembra; las faenas comunitarias que se organizan entre familiares, estudiantes y docentes para agilizar el trabajo; la adquisición e intercambio de semillas; la reproducción por esquejes de las plantas medicinales de los traspatios; hasta las prácticas de cosecha de semillas, hortalizas y frutos que, en algunos casos, son transformados y comercializados por los mismos estudiantes y docentes, generando dinámicas cooperativas de trabajo que aportan a la economía familiar y escolar. En algunos contextos, los huertos escolares fungen también como parcelas demostrativas que inspiran la creación de huertos familiares de traspatio o huertos comunitarios y vecinales. En una escala regional, el intercambio de semillas que se realiza en ferias y encuentros ha logrado conectar con el movimiento campesino y fungir como un actor más en la defensa de las semillas criollas y nativas. Es el caso de los Encuentros de la Red de Huertos Escolares en Chiapas, o los Festivales de la Cosecha de la Red de Huertos Escolares y Comunitarios Xalapa-Coatepec, Veracruz, donde los espacios de reunión fortalecen el intercambio y diálogo de saberes desde el trabajo colaborativo en red. Este diálogo e intercambio, basado en el aprendizaje mutuo y la construcción social de conocimientos y alternativas mediante el intercambio y sinergia de diferentes saberes y prácticas, abre camino a la co-construcción de alternativas frente a la crisis socioecológica. En un ámbito más urbano, los he se presentan como una alternativa de aprendizaje colectivo, de cara a la urgente necesidad de hacer conciencia y tomar acciones para fortalecer comunidades resilientes y núcleos de diseminación de prácticas de consumo responsable, alimentación sana y manejo de residuos. Los he brindan oportunidades de aprendizaje que reconectan con la naturaleza y nos ubican dentro de la compleja red de sistemas agroalimentarios que, actualmente, sigue siendo sostenida por pequeños y medianos agricultores en todo el planeta: actualmente “el 70% del mundo obtiene comida de la red campesina alimentaria, que trabaja con solamente el 25% de los recursos” (cfr. Grupo etc, ¿Quién nos alimentará?, 2017). En un contexto de transformación de las políticas públicas orientada a fortalecer el trabajo campesino y la transición agroecológica, habría que seguir el ejemplo del Programa de Huertas en Centros Educativos en Uruguay (phce), cuyos integrantes han emprendido, desde la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, de Uruguay, un proceso de inserción de las huertas escolares en los programas de estudio a escala federal (www.fagro.edu.uy/huerta/). La transversalización de la agroecología y la conformación de comunidades de aprendizaje que fortalezcan el diálogo de saberes, conecta con las recomendaciones de organizaciones como la fao, que han hecho hincapié en el potencial de los he y formulado directrices para su implementación desde la iniciativa y organización intersectorial gubernamental (fao, Nueva política de huertos escolares, 2010). La disminución del uso de agroquímicos, la recuperación de los agroecosistemas y policultivos diversos, el fortalecimiento de la economía campesina, la promoción de una alimentación sana y solidaria, requieren de la diseminación y polinización de prácticas agroecológicas y sustentables. Este aliado educativo para la toma de conciencia y generación de comunidades colaborativas y resilientes germina, también, de la mano de los mercados agroecológicos y proyectos autosustentables campesinos, en los huertos escolares y comunitarios. Se trata de una realidad plausible en un país megadiverso y pluricultural como México, donde la biodiversidad y la riqueza biocultural que se ha recreado durante siglos a través de las prácticas agrícolas de pueblos y comunidades campesinas e indígenas representa un enorme repositorio de saberes y aprendizajes que, día a día, se revitaliza desde los huertos escolares a lo largo y ancho del país.
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