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Vox: ni de derechas ni de izquierdas; Dios, patria, familia y rey
E

l liberalismo crea sus propios monstruos. La despolitización y la pérdida de principios transforma la política en algo propio de las emociones, instintos primarios. Eso es el voto de Vox y no sólo de Vox en Europa o América Latina. Desgajada la perspectiva de clase, nada se ancla a los ideales que identificaban a la izquierda y la derecha. Hoy, se pueden defender los valores más rancios, votar a un partido como Vox en España o Bolsonaro en Brasil y considerarse progresista. Asimismo, pertenecer a colectivos LGTB y votar Vox. También ser ama de casa, joven, jubilado, parado, estudiante, profesional y votar Vox, a pesar de sus propuestas xenófobas, machistas, racistas y homofóbicas. Su voto es prestado y no se consideran extrema derecha. Asimismo, Vox se define como un partido político del sentido común, un partido de orden. ¿Pero qué orden profesa Vox? Orden contra el emigrante ilegal, la delincuencia, el corrupto, el hereje. Mano dura contra quienes amenazan la seguridad y la paz interna. Represión contra quienes insultan los valores patrios, se mofan de las instituciones y destruyen los valores occidentales.

Sus demandas les hace transversales, concepto tan manido por quienes huyen de las definiciones fuerza. Ni de derechas ni de izquierdas. Vox ¿ultraderecha?, sus dirigentes sí, sus votantes no, ellos están allí. Son ciudadanos indignados emocionalmente. Se sienten traicionados, abandonados por el poder político, de allí que Vox recoja votos en Andalucía en los barrios populares, en las poblaciones marginales, entre los jóvenes, en las grandes ciudades. Son votantes de todos los colores, no tienen apego a un orden democrático. Protegen sus intereses. El discurso de Vox proyecta una idea fuerza que cala en el sentimiento de pertenecer a una nación: España se rompe, está en manos de disolutos. Las autonomías son un lastre, sus costes inmensos y no cohesionan al pueblo español. Hay que reconquistar España. Por principio, españoles todos, luego se puede reivindicar la patria chica, ser andaluz, gallego, vasco, catalán, aragonés, castellano o murciano. Pero España no hay más que una, grande libre e indivisible.

Ni vieja ni nueva política. Mano dura. Los españoles pueden serlo en Vox y no avergonzarse. No han hecho nada para crecer, no han cambiado sus concepciones, pero sus propuestas son funcionales al momento político. Proponen regenerar la vida pública, recuperar los valores de una democracia corrupta, limpiar la casa de indeseables ¿Los extranjeros? bienvenidos, pero dentro de un orden. Si vienen en pateras son ilegales y como tales hay que deportarlos. Su presencia es causa de todos los males. Delincuentes, violadores, traficantes, drogadictos, proxenetas y terroristas.

Trabajo, sanidad, vivienda, educación, primero están los españoles, luego veremos. Por eso, defensores de España, la civilización occidental, la bandera, el himno, el idioma, las tradiciones y sus costumbres. Vox sólo defiende el patrimonio cultural. Así tejen el discurso del hartazgo. El resto viene dado. Pescan en río revuelto. Se benefician de las meteduras de pata, los escándalos públicos, y los excesos de malas políticas. Hechos acompañados de una prensa amarillista, un discurso del miedo, la exageración y emponzoñamiento de la vida política.

Otra vez las emociones como catalizadoras. Orden, mucho orden y reprimir sin contemplación. Su militancia ha crecido en forma acelerada de sus apenas 2 mil militantes a contar en la actualidad con más 20 mil, según sus cifras. Su mitin en la ex plaza de toros de Vista Alegre, mismo sitio donde Podemos organizó su puesta de largo, fue un aviso y una provocación. Vox superó las expectativas. La financiación crece. Donaciones de empresarios, crowdfunding. Sus redes se expanden y sus fondos se diversifican. Hoy puede emprender campañas, patrocinar actos y potenciar su infraestructura. Vox escora el mapa político en la medida que el eje que vertebra la sociedad española se desplaza hacia la derecha. No hace falta que gobiernen, su apoyo implícito en Andalucía es suficiente. Si se mantiene esta deriva, lo será a nivel de gobiernos autonómicos, ayuntamientos y el gobierno central.

Vox es la tormenta perfecta del neoliberalismo promotor del individualismo y el autismo social. Y por otro lado, consecuencia de una política de gobiernos progresistas que han desligado la economía de mercado del capitalismo. La renuncia a reformas estructurales y el abandono de la lucha anticapitalista está sobre la mesa. Es parte del problema. Vox triunfa, no por méritos propios. La mediocridad de la élite política, la bajeza de los debates, la falta de pedagogía política son el complemento ideal para la emergencia de la ultraderecha. Sin propuestas específicas, se convierte en una fuerza política cuya presencia hace a la derecha más derecha. Los potenciales votantes de Vox responden a sus emociones. Unos por compartir su discurso homofóbico. Otros por su discurso xenófobo y racista. Algunos por su defensa de las tradiciones, acabar con la España de las autonomías o la ley de memoria histórica o derogar la ley de violencia de género. Sólo les mueve salvar la unidad de España. Y en eso coinciden muchos españoles. Vox ni de derechas ni de izquierdas.