l 8 y 9 de diciembre, en Malpaso y Paraíso, se anunciaron las nuevas trayectorias estratégicas trazadas por el gobierno de México para la industria eléctrica y la refinación petrolera. En la víspera, los exportadores de crudo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y otros signatarios de los Acuerdos de Viena, México entre ellos, lograron un difícil arreglo para abatir en 1.2 millones de barriles diarios (Mbd) su oferta total de crudo a partir del primero de enero próximo. Quedaron definidos así, por una parte, un entorno petrolero global tenso y controvertido y, por otra, las orientaciones que en el nuevo sexenio seguirán las industrias petrolera y eléctrica mexicanas. Éstas se basan en conceptos como la seguridad y autosuficiencia energéticas, olvidados en los recientes años. Se trata de una operación urgente de rescate productivo, iniciada en un entorno global preñado de incertidumbres y nubarrones.
Para la industria eléctrica, se propone restituir a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) como núcleo del subsector, mediante la recuperación de su participación relativa en la generación total. Como se sabe, ésta declinó en los pasados años, hasta sólo 52 por ciento de un total de 329 mil GWh en 2017. Apenas en 2014 tal participación, ya muy disminuida, había sido de 57 por ciento de un total de 303 mil GWh. De esta suerte, entre 2014 y 2017 la generación efectiva de la CFE disminuyó de 173 mil a 172 mil GWh, en tanto que la aportada por otros generadores, en especial los productores independientes, ganó 5 puntos porcentuales en ese total. El objetivo no declarado de la reforma eléctrica consistía en desmembrar a la CFE como generador dominante y concentrarla progresivamente en el porteo y la distribución. Como se dijo en Malpaso, ahora se prevé incrementar la capacidad de generación de las plantas de CFE, realizar inversiones para el aprovechamiento pleno del parque de generación y establecer una política inteligente en el uso de combustibles, mediante la utilización de todas las fuentes primarias
. Se busca, en un proceso gradual y extendido, disminuir la dependencia del gas natural importado como combustible por excelencia para la generación y elevar el aprovechamiento del potencial hídrico, sobre todo en centrales ya existentes.
En Paraíso se anunció el Plan Nacional de Refinación como eje de una amplia estrategia de reposicionamiento y fortalecimiento de Petróleos Mexicanos (Pemex) como entidad líder del sector energético mexicano. A partir de la construcción de una nueva refinería y de la rehabilitación de las seis ahora en precario funcionamiento, con muy bajos índices de uso de la capacidad instalada, se iniciará un largo proceso de sustitución de importaciones de combustibles y de restauración de la seguridad energética de la nación. No debe perderse de vista que se trata de propósitos de mediano y largo plazos y que lo importante es echarlos a andar cuanto antes, pues se requerirá de uno a dos lustros para que sus resultados sean significativos y perceptibles a primera vista. Satisfacer la demanda de crudo para ampliar la oferta nacional de gasolinas, diésel y otros petrolíferos supone, desde luego, revertir la tendencia decreciente de la extracción de crudo, manifiesta ya por varios años, no para destinarlo preferentemente a la exportación sino para su transformación industrial en México.
Más allá del programa de producción primaria de Pemex, por anunciarse el sábado próximo, el conjunto de estrategias energéticas debería complementarse en breve con la elaboración de una política nacional de energía que los vincule y compatibilice. La definición, en los próximos meses, del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 ofrece una oportunidad temprana que no puede dejarse pasar para incluir en él dicha política.
La OPEP y otros firmantes de los Acuerdos de Viena, encabezados éstos por la Federación de Rusia, se reunieron en un momento difícil, marcado por los indicios de debilitamiento de la demanda mundial de petróleo, asociados a una desaceleración de la actividad económica global que muy probablemente se iniciará en el año que está por comenzar, y por las cada vez más insistentes presiones políticas de Trump en favor de una rápida expansión de la oferta mundial de crudo, incluida la proveniente del propio Estados Unidos, que mantenga los precios internacionales relativamente deprimidos, evitando que siga adelante la gradual recuperación experimentada en el presente año. La decisión colectiva de retirar 1.2 Mbd de la oferta total (0.8 de la OPEP y 0.4 Mbd de los demás), respecto del nivel de octubre de 2018, fue producto de un muy difícil consenso y sólo in extremis se evitó un rompimiento. Las comunicaciones formales de la OPEP no aclaran cómo se distribuirá la disminución acordada, lo que sugiere que existen cabos sueltos por anudar antes del inicio de año.
En un entorno global presionado e incierto se vuelve más urgente que la nueva estrategia petrolera y eléctrica de México se instrumente sin demora y con transparencia.