Martes 11 de diciembre de 2018, p. 6
Los tres libros Violín de colores, así como Viola de colores, de Pilar Gadea, fueron presentados en forma de concierto en el Anfiteatro Simón Bolívar dentro del ciclo El niño y la música.
Para la ocasión se invitó a dos violinistas y dos violistas; una ejecutante, Rubí Valencia, viajó desde Oaxaca, ‘‘de la colonia Vicente Guerrero, donde trabajamos en el verano”, dijo Gadea, quien es chelista. Es el mismo material del método Violonchelo de colores, cuyo cuarto disco compacto fue presentado hace cuatro años, adaptado para viola y violín, añadió.
El concierto, que incluyó canciones tradicionales mexicanas e iberoamericanas, estuvo a cargo del ensamble infantil Los Chelos de Hamelin, fundado y dirigido por Gadea. También participaron las cantantes Juliana Cruz y Ana Cortina, pues ‘‘todas las piezas de los libros tienen letra, ya sea tradicional o mía”. El método de Gadea se basa en la creencia de que ‘‘para tocar hay que cantar”. En entrevista con La Jornada, detalló: ‘‘Si cantas es más fácil tener ritmo y el instrumento se facilita. Todos los niños deben cantar y tocar”.
Cantar facilita el aprendizaje
Pilar Gadea fue asistente de Lluis Claret en la Escuela de Música de Barcelona, violonchelista, quien contaba que su maestro Enric Casals lo ponía a cantar, por ejemplo, un concierto de Haydn.
‘‘Cuando cantas –prosiguió– sabes cómo quieres la frase, si crescendo o diminuendo, o si hay un acento. Por ejemplo, jalas un poco el arco y se oye un acento que no quisiste hacer, que es una cuestión de técnica. Cantar facilita el aprendizaje.”
Las canciones incluidas en los nuevos libros son de las que los niños conocen y cantan en la escuela de La muñeca azul hasta melodías latinoamercianas.
Gadea apuntó que las canciones latinoamericanas tienen ritmos muy complejos; entonces, ‘‘los niños los aprenden al jugar, y cuando llegan a adultos tienen un seis cuartos con tres cuartos y ya no les parece complicado”. Lo que ahora hace, añadió, es ‘‘incluir violines y violas para hacer trabajo comunitario. Las mismas piezas las tengo en varias tonalidades, entonces, puedo tocar con unos o con otros.
‘‘A los chiquititos –en Los Chelos de Hamelín hay niños de cuatro años– les hago piezas en las que tocan poquito, no obstante escuchan la melodía de los grandes. Poco a poco el proyecto crece, pues a un niño que tiene una hermana que toca el violín le hago las piezas para este instrumento y el chelo, y las subo a la página web (www.violindecolores.com). De mis libros puedo hacer arreglos para un grupo específico.”
Ha impartido clases en Inglaterra y España. En México comenzó a dar clases en la Escuela de Iniciación de la Música y la Danza Ollin Yoliztli. En un principio escribía las canciones a mano hasta que fue necesario hacer un libro. Encontró su primer apoyo en el chelista Carlos Prieto.
‘‘La verdad es que tengo comprobado que funcionan. Los niños empiezan a tocar y es rarísimo que alguno deje el instrumento. A pesar de estudiar otras carreras, siguen tocando, haciendo cuartetos de chelo. Es una manera de tranquilizar el alma para todos, no sólo los músicos”.