aestros responsabilizan al neoliberalismo de la tragedia educativa nacional; académicos afirman que no hay que culpar de todo al neoliberalismo; voces de derecha sentencian que el neoliberalismo es un mito
y AMLO decreta el fin
del periodo neoliberal. Y es que el neoliberalismo se ha puesto de nuevo en el centro del debate público, pero ahora por iniciativa del propio Presidente como pudo verse durante su primer discurso como tal.
Vale la pena decir que neoliberalismo no hace alusión a un cuerpo compacto y homogéneo de políticas económicas, ni a una monolítica escuela de pensamiento, sino a un programa intelectual
(Escalante) que ha devenido conformación estructural específica
en la sociedad capitalista (Carcanholo) cuyos fines radican en la apertura cada vez mayor de espacios de la vida en común a la lógica del capital y en el freno a tendencias colectivistas, con el beneplácito estatal. El programa neoliberal contempla no sólo intervenir en los circuitos de producción, distribución y consumo económicos, sino también en los procesos de gobierno y de reproducción social. En este sentido, el neoliberalismo presenta también un correlato educativo.
Éste fue concomitante a la expansión neoliberal a través de reformas educativas impulsadas por gobiernos dictatoriales de derecha y neoconservadores. Tres fueron sus momentos fundacionales, todos ellos en la década de los 80: la instauración del sistema de voucher escolar en el ocaso de la dictadura pinochetista; el informe A Nation at Risk por parte de Ronald Reagan y la promulgación de la Education Reform Act por Margaret Thatcher. Todas las experiencias presentaron como solución a los diversos problemas educativos la mercantilización y privatización educativa. En todas se encontraba el germen del pensamiento neoliberal –principalmente Milton Friedman y Friedrich Hayek– y todas contenían un profundo recelo por la posibilidad intelectual de la labor docente.
Bajo el influjo neoconservador, la OCDE publicó el documento Schools and Quality: An international Report en el cual la noción de calidad educativa se consolidaba como el sello de garantía neoliberal del proceso escolar, vinculado a la teoría del capital humano. La calidad
se convirtió también en un dispositivo de control del trabajo docente, al impulsar que el proceso educativo girara en torno a su consecución sin importar sus alcances o mecanismos de evaluación, muchas veces hostiles a la diversidad cultural y pedagógica.
El proyecto neoliberal conformó así un cuerpo heterogéneo de políticas para transformar las sociedades mediante la educación. Algunas apuntaban hacia la privatización por medio del voucher, disminución del gasto educativo y liberalización del sector. Otras más, de forma más suave
, se dirigieron a intervenir en las prácticas del espacio escolar y la gobernanza
educativa, denominado gerencialismo educativo. Entre sus propuestas encontramos: adopción de prácticas de management en la organización de la escuela pública (autonomía escolar); fortalecimiento de políticas de control docente (rendición de cuentas); adopción de valores de mercado en la educación pública (calidad, competitividad) e inclusión de empresarios o sus personeros en espacios de deliberación de política pública (nueva gobernanza).
El gerencialismo es una ramificación del proyecto neoliberal, cuya mayor virtud es –dado su cuerpo discursivo neutral
– tener la capacidad de crear consenso en la sociedad, en círculos intelectuales y en gobiernos de las más distintas formaciones políticas. Esto explica cómo, con el impulso del Banco Mundial y la OCDE, tal cuerpo de reforma educativa neoliberal se ha transmitido como un virus por todo el mundo, con diferentes formas e intensidades. El gerencialismo busca transformar las formas de trabajo docente y conformar un profesorado comprometido sólo con niveles de aprendizaje, pasando por alto las necesidades de sus estudiantes y el medio en el que se hallan. No importa qué, cómo ni para qué se aprenda. Lo importante es aprender algo medible, mejorar en PISA y hablar de educación de calidad
, significará contar con escuelas eficaces, aunque estén en ruinas o asechadas por el narco.
La Reforma Educativa 2013 consolidó el gerencialismo en nuestro sistema educativo, de la mano de influyentes promotores como Mexicanos Primero, Suma por la Educación, Fundación Exeb, académicos de CIDE y Flacso y consultores internacionales. Se impulsó así el management en las escuelas con el programa Escuela al Centro; se generó un marco de control docente revestido de reconocimiento individual del mérito
a través del Servicio Profesional Docente y se fomentó la intromisión de grupos de interés en la labor cotidiana de las escuelas. Todo ello respaldado por un aparato gubernamental copado por empresarios, representantes empresariales y académicos relacionados con el mundo empresarial. La penetración gerencial en la educación ha sido tal, que ya tenemos escuelas con ¡encuestas de satisfacción!, talleres de educación financiera no crítica, administradas como si fueran empresas
1, un profesorado estresado y una comunidad estudiantil sofocada por su pésimo desempeño
en pruebas de aprendizaje a lo largo y ancho de nuestro sistema educativo.
El gobierno de AMLO enfrenta un gran reto. El gerencialismo, y sus efectos no se extinguirán por decreto ni por aumentar el gasto público en educación o dar becas a estudiantes. El neoliberalismo no es sólo una política económica, es también una construcción cultural. Superarla requerirá transformar el espacio educativo, y para ello, es necesario dar voz a quienes lo habitan.
1 https://www.jornada.com.mx/2018/08/25/politica/019a1pol
* Politólogo @MaurroJarquin