Viernes 7 de diciembre de 2018, p. 5
Uno es lo que escribe: ‘‘yo seré siempre un ciudadano de nuestra América y al escribir expreso la memoria de lo que viví aquí”, afirma el narrador y periodista brasileño Eric Nepomuceno en entrevista con La Jornada.
El colaborador de este diario es autor del libro de cuentos Las tres estaciones (Almadía), que reúne textos escritos en medio siglo, que hoy será presentado a las 19 horas en la librería El Sótano de Coyoacán (Ignacio Allende 38, colonia Del Carmen), por Claudia Marcucetti Pascoli y el autor.
‘‘Traté de ordenarlos dando alguna cronología sin preocuparme mucho por el tiempo en que fueron escritos: infancia, adolescencia, juventud o vida madura. Lo importante era que el hilo conductor fuera una atmósfera y que los personajes mantuvieran una cierta continuidad”, explica Nepomuceno (Río de Janeiro, 1948).
Añade que pertenece a la vertiente literaria cuya finalidad es crear una atmósfera que toque al lector. En sus textos los personajes casi no tienen nombre, ‘‘que cada lector vea la historia como quiera y le venga”. Tampoco consigna el lugar. ‘‘Podrás imaginar la plaza o la playa que desees”.
Menciona que la introducción de La canción de Rachel, de Miguel Barnet, es ‘‘la gran definición de la literatura: habla de ella, de su vida, tal y como ella me la contó y tal como luego se la conté a ella”.
Siguiendo la línea de pensamiento, un escritor debe tener ‘‘una historia muy bien construida, lo que es muy complicado, para convencerte a ti de algo que no ocurrió. Si me cuentas la historia de tu vida yo la rescribo y la que vale es la que yo escribí no la que tú viviste”.
Reconoce varias influencias en su quehacer literario, pero trata de no seguir el estilo de otro. ‘‘Pertenezco al de Estados Unidos, de Ernest Hemingway y que culmina con Raymond Carver. No los conocí. En cambio, autores hispanoamericanos tuvieron influencia en mi vida pero no en mi escritura”, como el poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum y el narrador uruguayo Eduardo Galeano, ‘‘quien no fue exactamente amigo mío, sino mi hermano mayor”.
El también traductor relata que conoció a Galeano en 1973 ‘‘recién llegado con mi compañera para vivir en Buenos Aires, donde vino al exilio Eduardo. Él dirigía la revista Crisis, la más importante e influyente de América Latina. Argentina vivía un periodo muy atractivo, movido y contradictorio: el retorno al gobierno de Juan Domingo Perón. Ese año hubo golpe en Uruguay y en Chile. Crisis era un punto de convergencia. Yo conocí a mis amigos gracias a Eduardo y a la revista. Muchas veces llamaba. ‘Vente a a cenar que viene Mario (Benedetti) y así lo conoces’. O ‘Augusto va a estar mañana a almorzar’. Y era Roa Bastos. Todo con una naturalidad de la época y de que tanto Eduardo como yo, aunque él era mayor, vivíamos nuestros años jóvenes. El mundo era joven”.
Respecto de uno de sus cuentos, ‘‘La Susanita’’, relata que cuando era un joven reportero se citó con un líder sindical en Córdoba. ‘‘Cuando llegué al café vino un tipo y me dijo lárgate de aquí porque la Triple A, los paramilitares de derecha, están en el área. ‘La Susanita’ yo sigo enamorado de ella, pero nunca la vi porque nunca existió”.