Siempre estuvo del lado de las causas justas; hoy apoyaría a los migrantes centroamericanos: Sergio Ramírez
Miércoles 28 de noviembre de 2018, p. 4
Guadalajara, Jal., De los calcetines que José Saramago compró en El Corte Inglés, a la plena seguridad de que el Nobel lusitano, si viviera, acompañaría de algún modo a las caravanas de migrantes centroamericanos que pugnan por ingresar a Estados Unidos, la charla que sostuvieron su viuda, Pilar del Río, y los escritores Sergio Ramírez y Jorge Volpi en torno al último de sus diarios personales, hasta ahora inédito, del novelista, fue un acto ‘‘casi de voyerismo”.
El cuaderno del año del Nobel (Alfaguara) recoge la cotidianidad de Saramago e incluye su discurso al recibir el máximo galardón literario en 1998; es un fragmentario de los sucesos en los que el escritor discurre casi siempre con apuntes muy cortos y que se quedaron, como dijo el autor consciente de que algún día serían publicados, ‘‘agarrados al disco duro del ordenador”.
En la charla efectuada en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Del Río recordó la última entrada de ese cuaderno el 14 de enero de 1999, cuando Saramago sabía que no volvería a escribir otro libro. ‘‘Ocurre que él era jurado de un premio de poesía de España que es el Reina Sofía y el jurado se reúne en el palacio real (...) y una ocasión le dije: ‘Oye, cuando salgas del palacio real, camino del hotel, pasas por El Corte Inglés, entonces sube por favor a la planta de hombres y cómprate calcetines, que en el último viaje se los había dejado todos en el hotel”, contó Pilar del Río.
Esa última entrada al cuaderno termina con que Saramago ha salido de una reunión del Premio Reina Sofía –que esa ocasión ganó José Ángel Valente– y comedido atendió la sugerencia de su esposa y entró a la popular tienda española por los calcetines.
‘‘¿Es usted José Saramago?, oigo que preguntan. Vuelvo la cabeza, hay que explicar que en ese momento me encontraba en cuclillas, examinando las estanterías más bajas y veo a un hombre de mediana edad que me mira con aire de duda. He vuelto a mi posición vertical y le respondo: sí, soy yo. Eso me parecía, ha dicho, pero como lo he visto aquí solo”, narró su viuda.
‘‘El hombre ha añadido alguna palabra simpática de felicitación y se ha marchado, ya no dudoso pero sí con una expresión de perplejidad en la cara. Evidentemente su extrañeza no provenía de haberme elegido calcetines en El Corte Inglés, un hombre por más incompetente que sea en estos asuntos –Saramago lo era muchísimo– no necesita siempre estar acompañado cuando va de compras; lo que sencillamente había desconcertado a mi interlocutor era que un premio Nobel de Literatura estuviera comprando calcetines como cualquier mortal sin contar, por lo menos, con la ayuda de dos secretarios y la protección de cuatro guardaespaldas. Y encima en una posición tan poco digna.”
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, consultado por un asistente del público respecto de la migración de centroamericanos hacia Estados Unidos pasando por México y lo que creía que hubiera hecho Saramago sobre este episodio social, dijo que el Nobel portugués estaría con los inmigrantes.
‘‘Siempre estuvo del lado de las causas justas, y estaría igual que yo y que los demás centroamericanos, agradeciendo la nobleza del pueblo de México, de la gente pobre, humilde, que se quita el bocado de la boca para dárselo a los que van caminando hacia la frontera de Estados Unidos. Eso es verdadero humanismo; Saramago era un humanista y, por tanto, estamos hermanados por ese humanismo”, explicó Ramírez.
El novelista mexicano Jorge Volpi dijo que la lectura del libro de Saramago representa casi un acto de voyerismo del lector.
‘‘Saramago sabía que se publicarían y ponía un empeño enorme en cada una de las entradas que iban configurando el año, pero aún así la sensación del lector no deja de ser esa sensación del voyerista,de aventurarse en la vida cotidiana día tras día a lo largo de un año entero en la vida de un escritor”, dijo.
Según Volpi, 1998, el año en que se escribió el cuaderno, no le gustó mucho a Saramago por sus tintes claramente neoliberales y en el cual la globalización iba alcanzando a casi todos los países.
‘‘Él presenta en el cuaderno también esta visión como un acto de resistencia constante a esta globalización neoliberal que va despojando a los países, a veces, de sus tradiciones, a veces de su identidad en aras de una vida supranacional, pero que Saramago identifica muy certera y claramente con el mercado libre y desatado”, concluyó.