Hannah
a apuesta narrativa del realizador italiano Andrea Pallaoro (Medeas, 2013) en Hannah (2017), su segundo largometraje, es arriesgada, tanto por el ritmo deliberadamente lento del relato como por el escamoteo continuo de una información necesaria para la comprensión cabal de las acciones de sus personajes. Sin embargo nada de esto importa en realidad ni tampoco es sorprendente en el cine minimalista que parece ser su fuente de inspiración. En la crónica contemplativa y morosa de las jornadas grises de su protagonista, Hannah (Charlotte Rampling), septuagenaria, asistente doméstica en una casa rica y estudiante de teatro amateur, que visita en la cárcel a su marido acusado de un abuso pedófilo, cuya responsabilidad él niega y en cuya palabra ella cree, hay materia suficiente para un inquietante drama familiar.
La opción final del director y su guionista Orlando Tirado es presentar el asunto de modo muy contenido, con notas de ambigüedad y vastas zonas de sombra en la descripción naturalista de las emociones. La mayor complicidad y el mejor activo en esa apuesta es la formidable solvencia profesional de Rampling, la actriz veterana que hace tres años interpretó con brío un papel similar en 45 años, del británico Andrew Haigh. Las tormentas interiores en el cráneo de esta mujer solitaria, alejada de su esposo, rechazada por su hijo, aseando una casa ajena y deambulando después casi inerte por las calles y estaciones de Metro de una Bruselas sombría, tiene algo de la Delphine Seyrig de Jeanne Dielman… (Chantal Akerman, 1975) y otro tanto de Isabelle Huppert en La pianista (Michael Haneke, 2001) en su composición dramática. El italiano Andrea Pallaoro ha sabido aprovechar al máximo la destreza histriónica de su protagonista en un papel delicado y complejo. Plasmar el desasosiego moral de una vigorosa mujer madura, súbitamente vencida, no es una empresa fácil. Hannah lo consigue de manera sobria y muy convincente. Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 15 y 20 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1