n grados y formas diversas, en todo el mundo el neoliberalismo, como cuerpo de ideas para organizar la economía y la sociedad, advino trayendo consigo la financiarización en el cerebro y en el corazón la corrupción. Le son profundamente consustanciales. No existe sin ese par de sustancias mezcladas que sólo pueden ser nombradas por separado para fines de comprensión y análisis.
¿Qué fue la crisis de las hipotecas subprime, con la que inició en 2007 una de las peores crisis del capitalismo sino un macrofenómeno financiero corrupto, del que la economía mundial aún no se recupera?
Qué importante resulta que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, comprenda que, financiarización y corrupción son el modo de ser del neoliberalismo. Emprender acciones separadas para cada uno puede disminuir su fuerza. Intentar poner en acto un programa distinto del neoliberal, y tener como cuerpo asesor a actores que portan en su cerebro y en su corazón la sustancia neoliberal, no es coherente.
Aldo Ferrer identifica dos grandes cepas de corrupción, la circunstancial y la sistémica. La primera es circunstancial porque incurren en ella los habitantes de la administración pública; el inicuo y turbio manejo del erario es circunstancial pero continuo, unos sujetos salen y otros entran a superar a los anteriores en exacciones milmillonarias insaciables. Esta corrupción es parte del neoliberalismo: la creación del individuo consumista y acumulador sin freno de fortunas ingentes, resultado de la financiarización de la economía. Está a la vista en México el desastre social y nacional de los gobiernos de Carlos Salinas a Enrique Peña Nieto.
La corrupción sistémica ocurre poniendo el aparato del Estado al servicio cuasi exclusivo del capital privado, enriqueciendo sin brida a los magnates de siempre y creando nuevos milmillonarios continuamente: así fue creado el inverosímil escándalo social del 1 por ciento. Al Estado se le sujeta para adoptar decisiones y políticas que generan rentas privadas espurias, no necesariamente ilegales ni directamente redituables para quien las adopta, que perjudican el interés público
, escribe Ferrer. Nadie puede esperar de esta corrupción sistémica desarrollo social y nacional, conceptos que no son parte del neoliberalismo actuante.
Los investigadores Bibiana Medialdea y Antonio Sanabria, de la Universidad Complutense (La financiarización de la economía mundial: hacia una caracterización
. Revista de Economía Mundial, 2013), escriben: “El mismo programa neoliberal, que propicia y consolida la supremacía del capital financiero, expresa su disposición a imponer una agenda favorable para sus intereses… La actividad financiera no sólo se expande vertiginosamente, sino que también altera su composición en términos de mercados, productos y agentes protagonistas. Estos cambios tienen la profundidad suficiente para afectar la lógica que rige el funcionamiento económico. En la mayor parte de las economías… las empresas del sector no financiero, las familias y los gobiernos actúan sometidos a esa lógica propia del sector financiero. Como resultado, la actividad económica se ‘financiariza’ y da lugar a numerosos problemas que provocan el debilitamiento de la demanda, la ralentización del proceso de acumulación y una reconfiguración social que perjudica a los trabajadores y beneficia al capital, particularmente a su fracción financiera. Numerosos problemas que, finalmente, han desembocado en la actual crisis”.
El consejo asesor de empresarios encumbrados, que será engrosado con más empresarios, según ha informado el presidente electo, ¿le dirán algo distinto al perverso camino de la financiarización de todo, que todo lo gobierna? ¿No resulta evidente que lo que ese consejo puede aconsejar está por necesidad en la lógica de actuación de sus empresas, inmersas en la economía financiarizada? ¿No es acaso ajena esa lógica a una economía al servicio del país y los excluidos? Ya se han expresado los empresarios: “Vamos a tener que hacer política desde la óptica empresarial… también tendremos que decir no, respetuosamente, objetivamente, pero de manera clara y contundente, cuando exista alguna política pública o proyecto que vaya en contra del desarrollo de las empresas en México”.
Me hago cargo de que mis preguntas atribuyen una perversidad deliberada a los propietarios de esas empresas que, sin duda, existe. Baste observar, por ejemplo, la relación de Elektra y de Banco Azteca con sus quizá cientos de miles de clientes de bajos recursos…, terrible. No obstante, no es eso lo fundamental. Esos empresarios lo ignoran todo sobre el sistema en el que viven. Son neoliberales porque nacieron ahí, aprendieron su lógica y la dominan y la exprimen acumulando millones… y producen desigualdad. Pero, justamente, es preciso que el Estado pueda ubicarse por encima de esa lógica para que pueda arbitrar las brutales contradicciones que la desigualdad produce y, mejor aún, para llevar bienestar a los excluidos de siempre.