a democratización del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE) ha sido una demanda histórica de los maestros disidentes; en esa tarea se han ido los casi 40 años de vida de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE); de manera paralela, los gobiernos neoliberales agudizaron sus políticas de control sindical para avanzar más que nunca en la destrucción de los derechos laborales del magisterio, y con el servicio profesional docente, en la aniquilación de la organización gremial como garante del contrato colectivo.
El SNTE clientelar, corporativo, antidemocrático, gansteril y patronal no se entiende sin el amparo del Estado, no creció por sí solo ni se ha mantenido como un poder autónomo.
Cada uno de sus cacicazgos nacionales o estatales se impostaron con la permisibilidad y/o complicidad de los gobiernos, con la intervención política y de la fuerza pública, del gobierno federal y de los mandatarios en las entidades; en cada caso el sindicato funcionó como instrumento para aterrizar el proyecto de reforma neoliberal en la educación y en el estatuto laboral. Cuando no fue así y desafiaron el poder de facto, entonces sus liderazgos fueron desechables.
En estas condiciones la democratización del SNTE ha tenido una larga ruta que no completa su finalidad, en el proceso se ha consolidado hasta hoy, por la vía estatutaria, dos comités democráticos estatales legalmente constituidos, el de la sección XXII de Oaxaca y VII de Chiapas; además, dos comités paralelos a los institucionales que no son estatutarios pero sí están legítimamente conformados, el de la Sección XIV de Guerrero y IX de Ciudad de México; en lo que respecta a la sección XVIII de Michoacán, hay un único comité democrático legítimo y no estatutario que no tiene ningún paralelo por la parte institucional; las representaciones territoriales colectivas, en el caso de Veracruz o de Baja California dieron un nuevo horizonte a los organismos instituyentes de la democracia sindical.
Por todo el país están diseminados consejos de lucha, colectivos y asambleas democráticas que han sostenido importantes contrapesos a los cacicazgos locales del sindicato, ellos son quienes están en la resistencia cotidiana contra el sindicalismo patronal en correlaciones de fuerza desfavorables y que también han jugado un papel organizativo fundamental en los momentos de coyuntura; estas pequeñas luces iluminando el país fueron esenciales en los desbordamientos regionales contra la fase más reciente de la reforma educativa y en el desconocimiento de los liderazgos de las secciones sindicales oficialistas que en muchos casos derivaron en la toma provisional de los edificios que el SNTE usurpaba en nombre de los maestros. Los recientes acontecimientos en el SNTE obligan a la coordinadora a repensar esta ruta democratizadora de largo aliento.
La dimisión de Juan Díaz de la Torre a la dirigencia del sindicato, la eliminación de la presidencia vitalicia que fue creada por Elba Esther para eternizarse en el poder y la incorporación del voto universal y secreto como mecanismo para la elección de una nueva dirección en el mediano plazo, no son resultado de un acuerdo cupular, sino de un desacuerdo entre las élites pro patronales o charras para compartir el poder, tal como lo señala el periodista Arturo Cano. Estamos frente a una fisura que se convierte en crisis y debilidad para los de arriba, pero en oportunidad y fortaleza para las disidencias.
Si la coordinadora decide no tomar la iniciativa del cambio, con una ruta emergente para convocar a la unificación de las resistencias magisteriales organizadas y las inconformidades individuales o colectivas, otros lo harán sin ella, pero nadie por separado tiene la posibilidad de construir una posición hegemónica.
En este proceso es preciso comprender que todos son aliados y ninguno es prescindible, todas las diferencias caben si les une el fin común de desterrar al charrísimo histórico en sus dos expresiones que hoy aparecen en disputa, pero que han sido parte del mismo proyecto antidemocrático. Las cartas están vistas, lo más lamentable sería que no se construyeran consensos.
No se trata de aceptar sin condiciones las reglas del juego, es decir, el voto universal y secreto, quizás con el INE como organizador de la elección, porque nada garantiza la imparcialidad del proceso, tampoco que los gobiernos estatales no intervengan, ni equidad frente a quien todavía tiene bajo su control la estructura sindical oficial y el manejo de las cuotas económicas de los trabajadores; la disputa por el sindicato de maestros empieza por minar los cacicazgos locales desde abajo, por la ocupación de los edificios sindicales, por el desconocimiento inmediato de las representaciones estatales, por exigir el reconocimiento de las representaciones democráticas que ya existen, y sí, por la conformación de un frente nacional de integración plural que participe en la renovación del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE.
*Doctor en pedagogía crítica