l gobierno de Morena siempre estuvo destinado a cabalgar contradicciones; ya lo había escrito en este espacio. Aunque con su nuevo cuerpo asesor formado por empresarios encumbrados, las cosas han ido muy lejos. Y si, como también lo he escrito, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tiene el gobierno, pero no el poder, con esa decisión ha dado un paso atrás o mucho más de uno. El gobierno, ha dicho AMLO, innumerables veces, es para todos; y en eso lleva razón, pero no era necesario tener un cuerpo asesor de empresarios, para tener ese gobierno.
La cuarta transformación implica un cambio severo en el régimen político. Un cambio para separar el poder político de los poderes económicos fácticos beneficiarios de un statu quo gobernado durante un largo pasado por el bien avenido matrimonio de esos poderes, político y fácticos. Un matrimonio donde el gobierno mandaba, pero no tomaba las decisiones. Ciertamente ha mandado con la plena convicción en una política técnicamente correcta
, coincidente con los intereses de los grandes capitales nacionales y extranjeros.
El neoliberalismo ha tenido vía ancha y libre para profundizar la desigualdad histórica de México, hasta niveles del insulto. Ahora, los dueños de la batuta dirán en corto a Andrés Manuel cuáles decisiones es necesario tomar y cómo. El gatopardismo ha tocado las puertas de palacio, y AMLO se las ha abierto, muy contento porque ellos mismos se han propuesto como asesores
.
Un cambio severo en el régimen político es necesario para alcanzar el objetivo más valioso de la cuarta transformación: la drástica alteración en la distribución del ingreso; el combate efectivo, realmente efectivo, a la desigualdad social. Con un cuerpo asesor que dirá a AMLO, en lo oscurito, cuáles son las decisiones correctas
, unas que atiborren aún más las bolsas repletas de los grandes capitales, el objetivo principalísimo de la cuarta transformación estaría cuasi muerto.
No hay duda de cuáles serían los consejos, al presidente, de ese cuerpo asesor. Y si AMLO no lo va a escuchar, entonces para qué lo quiere. Y si sí los va a escuchar, la lucha contra la desigualdad puede estar seriamente cuestionada.
En el mismo tramo se dio la escaramuza de los senadores de Morena con los bancos, a propósito de los robos legales neoliberales cometidos permanentemente por el capital bancario. La gritería sumergió la noticia sobre el consejo asesor, y salió rápidamente del visor de la sociedad. Justamente por eso es preciso sacarla a flote y mirar de frente su importancia mil veces mayor que las comisiones bancarias.
En medio de la vocinglería suscitada por las comisiones, los funcionarios de AMLO pidieron coordinación entre poderes, y algunos senadores morenos, airadamente, defendieron la independencia
del Poder Legislativo. AMLO reconoció esa independencia; el reclamo produjo algunas sonrisas indulgentes, dado el origen de las numerosas bancadas de Morena: los millones de votos impulsados por el liderazgo de Andrés Manuel.
Pero, está bien el afán de construir poco a poco una independencia entre los poderes de la unión. Esa independencia del Congreso, de otra parte, no puede ser absoluta respecto del partido que llevó a diputados y senadores a las curules y escaños ocupados hoy por los morenos. Los votantes de Morena debiéramos tomarnos muy en serio que votamos por unos candidatos, pero también por un programa blandido muy principalmente por AMLO, en nombre de Morena. Sus votantes debemos exigir al partido, que está más cerca de los ciudadanos, que mantenga control sobre las cámaras para que ahí se cumplan los deberes adquiridos por su victoria, bajo el programa de Morena. El partido mismo, tiene esa obligación: cumplir con sus votantes, cumplir el programa votado por los ciudadanos; y no puede hacerlo sino reclamando el cumplimiento del programa a los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Hay otro problema preocupante: por ahora, después del primero de julio, Morena calló. ¿Hay alguien ahí? Parecen haber desaparecido. No se oyen sus voces, ni sus voceros; sus críticas y sus reclamos desaparecieron tras la voz de AMLO, propagada en todo el espacio político. Eso no puede ser: Morena debe continuar hablando en voz alta por la parte –hoy muy grande– de la sociedad que lo votó. El gobierno es de todos, pero Morena no. Debe echarse a andar y abrir entre sus miembros uno de los debates más relevantes para el futuro inmediato y el de más largo plazo: cómo las movilizaciones de Morena apoyarán al gobierno de AMLO y cómo le reclamarán el cumplimiento del programa comprometido.
Tenga presente Morena lo sucedido en Sudamérica. Los partidos que ganaron y armaron gobiernos progresistas, hoy están en reflujo político profundo. La lección para México es que Morena debe continuar activo a 100 por ciento en su línea; tiene que impulsar a AMLO, porque el consejo asesor tratará de echarlo atrás, y debe afrontar el reto enorme de crear las candidaturas que en 2024 deben volverse gobierno de continuidad de Morena.