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El manejo de los recursos naturales como defensa activa de los territorios rurales Salvador Anta Fonseca Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible
I. Defensa activa del territorio. Los territorios ejidales, comunales y de grupos campesinos e indígenas enfrentan cotidianamente amenazas por parte proyectos gubernamentales y de las iniciativas privadas que pretenden aprovechar sus recursos naturales. Por ello, los conflictos socioambientales son cada vez más evidentes, y se derivan de la disputa por recursos como el agua y los territorios, y de problemas de contaminación del suelo, el agua y los cultivos, por los impactos de la minería y otras actividades en las que empresas nacionales y transnacionales tienen el interés de aprovechar los recursos naturales en territorios comunitarios a través de energía eólica, energía hidroeléctrica, fracking, desarrollos turísticos, entre otros. Fernanda Paz (2012), registró 95 conflictos socioambientales en 21 estado del país, mientras que un artículo publicado en La jornada (2018), dio cuenta de que hasta este año se tenían registrados 120 conflictos ambientales ligados a la minería. Ante estos conflictos, las comunidades que enfrentan estos problemas han tenido que emprender diversas luchas para revertir los efectos de los impactos ambientales, y realizar una defensa de sus intereses a través de la lucha legal que siempre significa tiempo, dinero y desgaste social. Sin embargo, existen otras formas de defender activamente los territorios comunitarios y entre estas se encuentra la apropiación individual y colectiva de los recursos naturales a través de proyectos y acciones que parten de las mismas comunidades y consideran el aprovechamiento sustentable de bosques, suelos, agua y biodiversidad. Cuando las comunidades están organizadas y las decisiones son tomadas por sus asambleas comunitarias, es común encontrar procesos de manejo sustentable de sus territorios y por ello es difícil que se permitan iniciativas externas, promovidas por gobiernos o agentes privados que pueden poner en riesgo la permanencia de sus recursos naturales. II. Tres ejemplos de la defensa activa del territorio por parte de las comunidades. Ejemplos hay muchos y variados, entre estos se encuentran las comunidades forestales de la Sierra Norte y Sur de Oaxaca, que desde que lucharon a finales de la década de los setentas y principios de los ochentas del siglo pasado, por la suspensión de las concesiones forestales a organismos gubernamentales y privados, han logrado desarrollar un modelo de manejo forestal comunitario que les ha generado ingresos económicos, empleo y recursos para promover obras de beneficio colectivo (caminos, escuelas, hospitales, agua potable, entre otros). A partir de este modelo se han establecido empresas forestales comunitarias en los giros maderables, ecoturismo, embotelladoras de agua de manantial, impidiendo así el establecimiento de las empresas mineras que en años recientes han buscado explotar los minerales que se encuentran en el subsuelo de estas comunidades. El manejo forestal comunitario se ha convertido así, en un mecanismo de defensa contra los intereses de las mineras y los gobiernos que las respaldan. Otro ejemplo relacionado con el aprovechamiento forestal sustentable y la defensa activa del territorio, es el caso de la producción de chicle natural que realizan las 36 cooperativas en el mismo número de ejidos que forman parte del Consorcio Chiclero de Quintana Roo y Campeche. Con el aprovechamiento de la resina del chicle que proviene del árbol de chico-zapote, se protegen alrededor de 1.3 millones de hectáreas de selvas húmedas en esos estados, las cuales además constituyen importantes zonas de conectividad entre las reservas de Sian Kaán y Calakmul. Las selvas que forman parte de los ejidos forestales de este corredor biológico son el hábitat de especies carismáticas como el jaguar, el puma, el venado, el temazate, y diversas especies de aves y flora. Gracias a este manejo forestal que realizan los ejidos y las cooperativas de Quintana Roo y Campeche, se obtiene un producto que se comercializa en los mercados de Europa con la marca Chic-Zá, generando ingresos a sus pobladores y, además, se ha convertido en una estrategia de protección de las áreas forestales frente a las amenazas ambientales que provienen de las áreas adyacentes como son la deforestación ocasionada por el crecimiento de la superficie agrícola con cultivos como la palma africana, la soya transgénica, la ganadería extensiva, y el crecimiento turístico. Un tercer ejemplo, sobre la defensa activa del territorio y sus recursos naturales es el caso del Comité de Pueblos Unidos por el Cuidado y Defensa del Agua (COPUDA), organización que se formó después de que, en 2005, en la región de Ocotlán y San Antonino Castillo Velasco, se vivió una fuerte seguía y en ese mismo año, muchos de los campesinos usuarios del agua y propietarios de pozos fueron multados por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) por el supuesto consumo de excedente de agua. Esto generó inconformidad entre los usuarios del agua de esta región y obligó a que, con el apoyo de la asociación civil “Flor y Canto”, 12 comunidades se organizaran y constituyeron el COPUDA para evitar el pago de esas multas y para realizar obras de conservación y retención del agua de lluvia. Cuando comenzaron a levantar estas obras -bordos, pozos de captación, areneros, labores de limpieza de pozos, entre otras- se encontraron con una disposición legal que les impedía realizar estas obras porque la cuenca estaba vedada por la Conagua. Esta situación lejos de desanimar a las comunidades del COPUDA, las llevó a fortalecer su lucha y a partir del 2009 realizaron cerca de 300 obras para la retención del agua de lluvia y comenzaron la lucha legal contra la veda de agua de la cuenca, alegando que no se había realizado consulta con la población indígena de esta región para establecer esta limitante administrativa conocida como veda del agua, con la cual no se autorizan aprovechamientos de agua adicionales a los establecidos legalmente. Con el desarrollo de estas obras de retención y captación del agua de lluvia, el COPUDA logró recuperar el nivel del agua que tenían antes de la sequía del 2005 (1), y en algunos casos subió el nivel del espejo de agua casi 25 metros y ahora el agua se encuentra a 7 metros del suelo. El agua que se logró recuperar se utiliza para la siembra de hortalizas que se comercializan en los mercados locales. III. La organización comunitaria y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales: instrumentos para la defensa del territorio. Como hemos visto con los casos anteriores, la organización comunitaria y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales son dos instrumentos poderosos con los cuales las comunidades y sus organizaciones hacen uso de recursos como los productos forestales maderables, no maderables y el agua, y demuestran una gran capacidad de ocupación y apropiación de sus territorios, obteniendo recursos y bienes que les ayudan a sobrevivir sin deteriorar su medio ambiente. A través de estos procesos productivos, de conservación, protección y restauración se garantiza el beneficio particular y colectivo, y son medios valiosos para evitar que los megaproyectos y el extractivismo que se promovió desde el gobierno en las últimas décadas siga avanzando y desplazando a las comunidades de sus territorios y recursos naturales. Esperamos que el próximo gobierno federal entienda el valor de estos ejemplos y desarrolle políticas para fortalecer estas experiencias e iniciar nuevas donde la organización comunitaria es débil. Para ello será muy importante promover acciones que apoyen las estructuras de gobernanza comunitaria y se promuevan políticas de producción sustentable ligadas a la conservación de los ecosistemas. Poner en el centro de las políticas públicas a las comunidades en lugar de las empresas privadas y del capital es un cambio que se hace necesario si queremos superar la pobreza y conservar nuestra riqueza natural.
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