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La extracción del agua,
Joseph Sorrentino Traducción: Karla Manzanares Marino González Galicia se encuentra en silencio mirando el canal casi seco en San Gregorio Atlapulco, uno de los pueblos que conforman Xochimilco. Cuando habla, lo hace con gran tristeza. “Qué vergüenza”, dice, sacudiendo lentamente la cabeza y apuntando hacia el canal. “Esto solía ser hermoso. Ahora está lleno de basura. Podíamos viajar más de cien metros en este canal. Ahora está muy deteriorado”. El canal que señala es parte de la chinampa, el área en Xochimilco originalmente diseñada por los aztecas, que ha sido cultivada durante cientos de años. Las personas como González Galicia que cultivan la chinampa se llaman chinamperos y todavía usan técnicas prehispánicas para cultivar. El área proporciona productos frescos para los mercados locales, así como otros de la ciudad, pero la existencia de la chinampa está siendo amenazada por la contaminación y la extracción cada vez mayor de agua para calmar la sed de la ciudad. San Gregorio es una zona urbana, pero está su calle principal, Belisario Domínguez, está a unos pasos de la chinampa, donde un olor rico y terroso se desprende del aire. Una vez que se ingresa a la chinampa, la única indicación de que una ciudad está cerca es el sonido lejano de una sirena. Filas ordenadas de productos y flores se extienden a lo lejos en todas las direcciones. Juan Serralde cultiva las tierras de que han pertenecido a su familia durante cuatro generaciones. “Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre plantaron esta tierra”, dice. Cuando llega el momento de cosechar su lechuga, Serralde trabaja rápidamente, moviéndose entre las hileras que siembra. Sus manos se mueven con seguridad mientras usa un cuchillo pequeño que corta la lechuga en su base. Luego gira la planta en sus manos, arrancando hábilmente las hojas malas antes de colocarla en una caja. Como González Galicia, ha visto cambios en la chinampa, algunos de ellos buenos. “Éste es un canal muerto”, dice, indicando uno a una corta distancia. “Hace treinta años, era joven, podríamos usar canales para entregar nuestros productos. Ahora, tenemos que llevarlos en la espalda al muelle de carga”. Juan cultiva la tierra con su hermano, Erik, quien también habló sobre los problemas que enfrentan. “La chinampa está casi terminada”, dice. “Estoy muy cansado. Hace treinta años, el nivel del agua estaba por encima de mi cabeza, como 2 metros, ahora, es solo un metro. Hace treinta años, podíamos beber el agua en la chinampa, había muchos peces. Ahora, no hay peces... no hay nada”. Los chinamperos son pobres. Las ganancias anuales, en promedio, de las personas entrevistadas son de alrededor de 60,000 pesos. Otros dicen que ganan sólo 20,000 pesos. “No es suficiente para vivir”, dice Juan Cervantes Fernández. “Sólo para sobrevivir, para comer, comprar ropa y zapatos”. A pesar de la pobreza, los chinamperos están muy orgullosos de su tierra y del trabajo que realizan, pero están empezando a pensar que pueden ser los últimos en sus familias en cultivar esta tierra. Muchos dijeron que sus hijos no quieren trabajar como chinamperos. “Pasaré la tierra a mis hijas”, dice Daniel López, cuyo único hijo está estudiando tecnología informática. “Y si no la quieren, la venderán”. Cuando anochece en la chinampa, los mosquitos salen en venganza, por lo que Erik Serralde enciende un fuego pequeño y humeante para mantenerlos alejados; lo que da un modesto resultado. Erik descansa un rato antes de terminar la cosecha del día. Cuando habla de la extracción de agua de la chinampa, es más con resignación que con ira, pues sabe que eso está amenazando la existencia de la chinampa. “Eso”, dice, señalando en la distancia, “es la ciudad. Este es el pueblo. Toda el agua va a la ciudad”. Se detiene antes de agregar: “Si no hay agua, ¿cómo vamos a comer?”.
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