Opinión
Ver día anteriorLunes 12 de noviembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
La belleza del toreo a caballo
E

l toreo a caballo en todo su esplendor con una Plaza México llena en los tendidos. La contemplación del toreo surgía sin perder su íntimo sentimiento sensual al adquirir los atributos del éxtasis en su auténtica religiosidad.

Qué delicia la contemplación del toreo a caballo del rejoneador Diego Ventura, con un toro de los que sueñan los toreros, que resultó indultado. Una estampa mexicana, si las hay, era ese toreo. La gracia de la gracia, viva resalada, gracia promotora de un auténtica e intensa emoción, vibrante en la profundidad de toro y caballo.

El éxito del rejoneador español sonaba a ondular sonoro en romance, en sueños con la arrebatadora personalidad del torero; el encanto más hondo, la poesía más deliciosa envolvía la espléndida belleza de la torería por la que no pasan los años.

Este toreo llenó él solo el coso entero en un despliegue de erotismo que acompasaba bellamente la faena que toreaban en homenaje al toreo y a la belleza, cuando se integran en este caso toro y caballo. Toreo que nació natural. Con la gracia que perdurara en el recuerdo de los cabales que vimos un deslumbrante ritmo que nos regresaba a los inicios del toreo.

El toreo de Ventura fue fuerza diabólica, ola de fondo, temblor de tierra, desborde de río, frenético brotar de llamas, fuego capaz de consumir todo ante un toro de don Enrique Fraga, con el que se integró como subyugado ante las fuerzas irracionales de la naturaleza. Para terminar de llamar la atención, que el espléndido toro no se quería ir: quería morir en el ruedo, clavado con un estoque que cerca la arena y que hablaba de los toros que quieren morir en el centro del redondel, tal era su bravura espléndida. ¡Aristocracia torera!

Lástima de la cornada a El Payo y mención aparte de la belleza, a su vez de la suerte de Varas en la tarde de los caballos y los toros. Y me quedé con el deseo de ver lucir a Luis David Adame.