Lunes 12 de noviembre de 2018, p. a34
En la primera corrida de la temporada grande en la Plaza México y primer cartel cuadrado –dos figuras internacionales que inexplicablemente accedieron a alternar y dos diestros nacionales que aspiran a serlo–, hubo tres triunfadores: el debutante ganadero Enrique Fraga, que envió dos toros con bravura, transmisión y gran estilo; el extraordinario rejoneador luso español Diego Ventura, y el franciscano público de Ciudad de México, que hizo poco más de media entrada y cuya paciencia y disposición superan el ninguneo de que ha sido objeto por parte de la empresa.
A muchos les pareció un cartel redondo anunciar al veterano Ponce al lado del triunfador de Las Ventas este año, el caballista Diego Ventura, y el diestro valenciano pagó con creces su exceso de confianza, quien para colmo aceptó torear reses de Barralva, lo más opuesto a las embestidas de entra y sal que aquí exige. Alternaron los mexicanos Octavio García El Payo y Luis David Adame, triunfador en España, ante un encierro interesante y exigente de Barralva.
Abrió plaza Incansable, con sólo 476 kilos pero con el trapío que dan la edad y la buena crianza, precioso de lámina y de codiciosa embestida, condición que Ventura aprovechó para torear con el caballo, no únicamente sobre el corcel, utilizando la cola de las cabalgaduras para, a milímetros, llevar y templar al toro al hilo de las tablas, abrirlo y pasarse por dentro, en una especie de trincherazos con los corceles. Malogró su torera labor con el rejón de muerte al pinchar en dos ocasiones.
Pero lo grande, lo histórico, vendría con su segundo, Fantasma, con 487 kilos de peso y de pelaje albahío o amarillento claro que no paró de embestir desde que saltó al ruedo, hasta regresar a los corrales una vez que se le perdonó la vida a petición popular. Ventura superó su actuación previa al colocar ahora dos rejones al violín y, dadas las excepcionales cualidades del toro, quitó cabezada y riendas de su cabalgadura para colocar, sólo con juego de piernas, un par de banderillas a dos manos al quiebro que fue despliegue de maestría, creatividad y torería. Tras ordenarse el indulto, Diego Ventura tomó la muleta y ejecutó tandas de templados muletazos que corroboraron la excepcional calidad del toro. Dio una vuelta triunfal con el ganadero Enrique Fraga y se resistió a ser sacado en hombros por respeto a un compañero herido.
Valiente, pensante y dispuesto anduvo toda la tarde el joven Luis David Adame, que bien merecía la oreja de su segundo. Una cornada en el muslo derecho se llevó un entregado Payo, y prácticamente inadvertida pasó la actuación de Ponce, mal acostumbrado a las reses bobas. Fue sacado al tercio el joven picador Daniel Morales por un magnífico puyazo al que cerró plaza.