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Consulta y fantasía
M

éxico es hoy un país de fantasía, tanto que ni a Disney se le hubiera ocurrido inventarlo. Bastó la varita mágica del presidente electo y, sin necesidad, el mandato ciudadano que le dimos el primero de julio se convirtió de pronto, como el duende Sifo del cuento (Sifo, safo tifo hazme tan chiquito como Sifo), en 0.8 por ciento de los ciudadanos.

No sólo ha logrado esa conversión, sino que la decisión que había tomado él desde la campaña: suspender el aeropuerto de Texcoco, fue ratificada y, peor aún, convertida en mandato ciudadano con el voto de poco más de 700 mil ciudadanos (el ya mencionado 0.8 por ciento del total). Todo un ejercicio democrático, como dijo en su conferencia de prensa del lunes pasado. Lo peor de todo es que si sólo votaron en total (en favor y en contra de Texcoco) un poco más de un millón de ciudadanos, la culpa es de los que no asistimos a la consulta (por no considerarla seria). Podría decirse también que el que calla otorga, pero no viene al caso, pues eran dos preguntas contrapuestas y, como es lógico suponer en una verdadera democracia, no se sabía cuál de esas dos preguntas iba a ganar, ¿o sí? Tal vez los buenos analistas, que no es mi caso (pues sólo soy politólogo y no astrólogo ni siquiatra), ya sabían que ganaría la opción Santa Lucía, pero si era el caso, ¿entonces para qué hacer la consulta? Quizá fue más bien que si ya se sabía cuál sería el resultado, 99 por ciento de los ciudadanos se abstuvo, como ocurría, aunque no tan pronunciadamente, en los tiempos en que el PRI ganaba todo por ser casi el único partido.

A este ejercicio, que se repetirá a lo largo del gobierno inagotable de AMLO (ya escuchamos su amenaza, incluso de cambiar la Constitución para hacer más fáciles sus consultas futuras), se le ha denominado democracia participativa. Otro “ plinc” de la varita mágica y pasamos de un régimen de democracia representativa a otro de democracia participativa. Poco nos falta para que pasemos, así las cosas, a la democracia directa, con el pueblo sabio que quepa en el Zócalo diciendo sí o alzando la mano a pregunta expresa de nuestro presidente que será entonces constitucional.

Hay de consultas a consultas. Pondré el ejemplo de la que organizó el EZLN en 1995, en contraste con la establecida por AMLO hace unos días. La primera tuvo una preparación de varios meses, se instalaron 10 mil 32 mesas y mil 858 asambleas de votación (éstas para respetar los usos y costumbres de algunas comunidades), se hicieron colectas, bailes, conciertos, etcétera y se logró la participación de poco más de un millón de ciudadanos mexicanos y cerca de 100 mil extranjeros (porque la consulta fue también internacional). Se requirieron más de 40 mil promotores en todo el país y la logística recayó en Alianza Cívica. Fueron seis preguntas, dos de ellas complicadas sobre lo que debería de ser el EZLN en relación con otras fuerzas sociales y políticas. Yo diría que fue un éxito dado que no se contaba con más financiamiento que el conseguido poco a poco por nosotros mismos. Detrás de esta consulta no había ningún político ni mucho menos un presidente electo. Empero, en la consulta de éste sólo se instalaron poco más de mil mesas (9 mil menos que en la del EZLN) con un financiamiento que no hubiéramos soñado en 1995. Sí hay diferencia entre ambas, pienso. Y, por cierto, el EZLN tuvo buen cuidado en nombrar como coordinadores de su consulta a un grupo plural, tanto que el mismo Marcos se vio precisado a pedirnos que pospusiéramos nuestras diferencias. Esto no ocurrió en la consulta sobre los aeropuertos: en el comité ciudadano no hubo nadie en favor de Texcoco. Tampoco, vale decir, se culpó a nadie de los resultados por no haber participado: participaron los que quisieron y se consideró que, tratándose de una consulta organizada por un grupo armado que había declarado la guerra al gobierno en 1994, se habían logrado resultados muy significativos. Nadie fue acusado de derechista o defensor del autoritarismo del PRI (el PAN todavía no ganaba la Presidencia).

En cambio ahora, los calificativos negativos (“ derechairos” y otros de ese tipo) y la denostación a quienes criticamos la consulta de hace unos días por ser ostensiblemente sesgada, son la tónica general de los seguidores de Morena y del presidente electo.

¿Mandato de los ciudadanos? ¿Democracia participativa? ¿O simple ratificación súper minoritaria de una decisión tomada desde antes por López Obrador? La encuesta, que se había ofrecido al mismo tiempo que la consulta, quedó cancelada, entre otras razones porque probablemente hubiera arrojado resultados diferentes y se hubiera caído el teatrito.

No tuvimos ni tenemos información suficiente y veraz sobre las opciones aeroportuarias, pero ese es el tema del aeropuerto. Lo que aquí discuto es la cuestión de la consulta que, por cierto, no la necesitaba AMLO para confirmar que el mandato lo tendrá él y no los empresarios.

rodriguezaraujo.unam.mx