orena debe estar sacando una lección más de la consulta que efectuó en relación con el NAIM. Los beneficiarios de 40 años de neoliberalismo lo han mostrado una vez más: estarán al ataque permanentemente. Empresarios, medios de comunicación (televisión y prensa), reporteros y articulistas no cejarán: mantendrán un ataque constante contra el nuevo gobierno, para intentar disminuirlo, desgastarlo, impedir el cumplimiento de su propósito de, en beneficio de todos, primero los pobres.
La cuarta transformación no va: ese es su objetivo. Como ha sido y como continuará ocurriendo, tendrán a un gran ejército de voces y plumas argumentando de modo exclusivamente autorreferenciado: sus tesis y sus valores atañen a un sentido común propio de la ideología neoliberal. A esos acendrados militantes les disgusta ser clasificados y metidos en ese cajón, no es extraño. Entre sus valores se halla el individualismo estricto, de modo que cada uno se siente distinto, aunque reconoce a los otros…, siempre que no estén fuera de la razón neoliberal.
En el largo debate sobre el nuevo aeropuerto desoyeron absolutamente los severísimos argumentos ecológicos. Desoyeron el impacto en los pueblos que lo circundan, y el durísimo daño a la vida de la ciudad, maltrecha por unos gobiernos que nunca han pensado en la continua agonía de sus habitantes. Desoyeron la torpeza de asignar millonarios recursos públicos a esa obra (más dinero bueno al malo); se trató, salvo para los ciegos y sordos, de una pésima planeación. Desoyeron el altísimo costo de mantenimiento de unas pistas pantanosas, que recaería, como siempre, sobre los de abajo, debido a las enormes tajadas que absorbería del presupuesto. Nada de lo dicho importa. Dígase si no, que usaron como su máximo cañón argumentativo, el espanto que caería sobre la inversión; claro, no hay dictum más alto para los militantes neoliberales: la inversión y las calificadoras son la final y definitiva razón de ser de la existencia.
Para el neoliberalismo la naturaleza está ahí para explotarla, y cuando esté por acabarse, cambiarán de planeta; no es broma, ya hay capitales trabajando en este sentido. Tampoco importan los demás: la mayoría; sólo importa su enriquecimiento imposible de saciar. Y si se toma una decisión en las que sus ganancias no sea la ultima ratio, estarán metiendo miedo usando lo sagrado. Y si el próximo gobierno no sigue lo que su dictum manda, entonces obrarán con todos los medios a su alcance (son casi todos), como han venido haciéndolo.
El pasado viernes, tras emitir mi voto, por algunos minutos observé la mesa que recogía la consulta sobre el NAIM en el centro de Tlalpan: pueblo haciendo la tarea; pueblo haciendo la fila para votar. Nadie podría haber esperado ver al Consejo Coordinador Empresarial en esa tarea; nadie, de la minoría neoliberal montada sobre el resto de los mexicanos. No, se ocuparon de ello, seriamente, las personas que quieren acompañar a AMLO en su decisión. Pero era absolutamente previsible, la consulta fue atacada a diestra y siniestra: por el panismo neoliberal, por el priísmo neoliberal, por el perredismo neoliberal, además de los militantes aludidos.
Pocas cosas como las del jactancioso profesor Roberto Duque, que violó la consulta seis veces imcumpliendo el principio de un hombre un voto, para decir que la consulta no cumplía con ese principio: fue él quien lo incumplió, en un ejercicio de buena fe. Vea usted, que si no me vigilan, tendré la peor conducta, y como eso hago yo, también lo hará cualquier otro individuo
: ya se sabe, la filosofía del león. Como ese profesor, reporteros y algunos académicos, enemigos de la cuarta transformación, argumentando principios y haciendo a un lado, absolutamente, el contexto concreto, descalificaron fácilmente el ejercicio de Morena. Si hubo quien descalificó las elecciones, nada más fácil que desautorizar un ejercicio incipiente que no se llevó a cabo para dar clases de democracia a nadie, sino para que las personas que lo desearan acompañaran al presidente electo en esta decisión cuyo propósito es llevar el mayor monto de recursos públicos posible, a causas populares.
Cada persona es portadora de una dignidad; admitámoslo, para construir sobre la confianza, aunque haya siempre individuos con comportamientos indignos. Sí, la dignidad es ajena a la razón neoliberal; por esa ideología hemos pasado de una economía de mercado a una sociedad de mercado para la que no hay ciudadanos (lo son un rato cada elección); ahora son consumidores; no hay bajos salarios, sino salarios competitivos; no hay seres humanos con dignidad, sino individuos que deben construirse a sí mismos como capital humano con un yo empresarial, responsable de autogestionarse. Esa es la avalancha que tiene encima Morena: de ese mismo tamaño debe ser el pensamiento antineoliberal.
Morena ganó el gobierno; debe ahora ganar el poder: ampliando los derechos de los excluidos de siempre.