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Vademécum electoral en EU
E

n más de un sentido, las elecciones que se celebrarán el próximo 6 de noviembre, en las que se renovará la Cámara de Representantes, parte de la de Senadores, las gubernaturas de 36 estados y miles de legislaturas locales en Estados Unidos, serán los comicios más importantes en muchos años. Es la opinión de millones de personas y diversos observadores políticos, lo mismo en los medios de comunicación que en la academia. Será un referendo sobre la política del actual presidente, quien ha profundizado la división en la sociedad, como ni el propio Nixon logró con todas sus perversidades. La pérdida de su popularidad es consecuencia de frecuentes traspiés, su apoyo al racismo, la xenofobia, el ultranacionalismo, el nativismo más rampante y su política antipopular. El electorado ve con temor y frustración la continuidad de esa política destructiva. En el Partido Republicano, al que el presidente simula pertenecer, hay gran preocupación frente a la posibilidad de perder la mayoría en la Casa de Representantes y posiblemente el Senado. La preocupación parece haber tocado también la puerta de la Casa Blanca, por lo que el mandatario se ha subido al avión presidencial para realizar una de sus actividades favoritas: pronunciar discursos a lo largo y ancho del país denostando a los medios de comunicación, las minorías afroestadunidenses, latinas, indígenas y, por supuesto, a los migrantes. Su ataque a la caravana de hondureños raya en lo patético.

La mayoría de los candidatos del Partido Republicano cifran sus esperanzas en el discurso del presidente y en la capacidad del aparato electoral para escatimar de una u otra manera el voto de cientos de miles de electores de varios estados que gobiernan los republicanos. Para ello han creado diferentes estratagemas con el fin de suprimir el voto, especialmente el de las minorías que mayoritariamente apoyan a los candidatos del Partido Demócrata. Existen diversos trabajos de investigación que han demostrado la forma en que las elecciones son decididas con base en dichas estrategias.

Uno de esos trabajos es de Ari Berman, colaborador de revistas como Mother Jones, New York Times Magazine, Rolling Stone, y también es investigador de The Nation Institute. En su libro La moderna lucha por el voto, describe la forma en que se han trazado los distritos electorales, conocida como Gerrymander, agrupando arbitrariamente a los votantes, con el fin de dar un número mayor de sufragios a una u otra de las fuerzas contendientes en los comicios.

El diseño se elabora cada 10 años en la mayoría de las legislaturas estatales, con información del censo de población. Hace varias décadas la mayoría legislativa en aproximadamente dos terceras partes de los estados ha sido controlada por los republicanos (The Atlantic/ 24/10/18). Por tanto, han sido los encargados de agrupar a los electores más convenientes a su causa.

Históricamente, la supresión del voto ha sido un estigma para Estados Unidos (The Guardian 13/10/18), pero este año pudiera superar cualquier antecedente. En una entrevista reciente en la cadena de radio pública, Berman dio cuenta de la forma en que se han purgado las listas de electores en Georgia, Kansas, Wisconsin, Texas, Carolina del Norte y Alabama, con el fin de coartar el voto de cientos de miles de ciudadanos. Los casos más escandalosos de corrupción electoral se han dado en Georgia y Alabama, donde los responsables de organizar los comicios y actuar como árbitros son también los candidatos del Partido Republicano. En estos estados, la supresión de electores ha sido masiva. Las posibilidades de que las argucias se multipliquen a lo largo de Estados Unidos son muy altas, según Berman.

Si los republicanos llegan a perder alguna de las dos cámaras, gubernaturas o legislaturas locales, será porque millones de votantes están hartos del gobierno de Trump, y habrán logrado sortear las triquiñuelas para suprimir su voto.