mpezó ayer, terminará el próximo domingo y está resultando un éxito: en las urnas se han formado filas de votantes que desean ser tomados en cuenta en la solución de una disyuntiva crucial, como lo es continuar con las obras del aeropuerto en Texcoco o abandonar ese proyecto, afectado por fallas, absurdos y miserias de origen, y resolver de otra manera la demanda aeroportuaria del centro del país.
No es una decisión fácil porque lo primero implica comerse el pastel podrido de un aeropuerto ideado para ser el pivote de las raterías de siempre con cargo al erario, resignarse a causar una grave afectación ambiental, pasar por encima del derecho de los pueblos de la zona y dejar fuera de servicio el actual aeropuerto y la base aérea de Santa Lucía, en tanto que lo segundo obliga a desperdiciar miles de millones de pesos ya invertidos en Texcoco, renegociar con acreedores y contratistas y empezar desde cero el proyecto en la actual base aérea de Santa Lucía.
Aunque algunas de esas inquietudes se resuelven con un simple ejercicio de sentido común –por ejemplo, en caso de que la opción de Texcoco sea desechada, la responsabilidad del dispendio no recaerá en el próximo gobierno sino en el que está por terminar, que es el que ideó la construcción de una terminal aérea gigantesca en un sitio rotundamente inadecuado–, la duda es lícita, su resolución tiene grandes implicaciones para el futuro del país, cualquiera de las posibilidades conlleva una cauda de beneficiados y de perjudicados y por ello lo más conveniente era someter el asunto a una consulta entre la ciudadanía.
Ante esta salida democrática, los beneficiarios de la corrupción intrínseca al proyecto de Texcoco, las cúpulas empresariales bajo su control y sus voceros oficiosos en los medios emprendieron una campaña feroz para desprestigiar ya no la solución alternativa a Texcoco sino la consulta misma: la calificaron de farsa y fraude y la retrataron como un intento del presidente electo por eludir su responsabilidad; en la mañana de ayer, ante fallas técnicas de conectividad que permitieron a algunos votar dos o más veces, los temerosos del veredicto popular aseguraron que la consulta carecía de todo rigor, una manera de descalificar un posible resultado adverso al aeropuerto que el peñato se esfuerza en heredar como elefante blanco transexenal.
La parte más inmoral de esta reacción del régimen que agoniza fue el prematuro pinochetismo financiero de políticos y opinioneros que buscaron propiciar una fuga de capitales, atribuir a la realización de la consulta los recientes vaivenes cambiarios del peso y desestabilizar, mediante columnas y tuits alarmistas, a los mercados. Fue un exhorto sincronizado a los dueños del dinero a dejar de invertir y una advertencia a los consorcios extranjeros a retirarse del país: si no se hace lo que queremos, llevaremos a México a la quiebra
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Los impulsores de este golpismo financiero calculan que el capital, al igual que ellos, no tiene patria, pero se equivocan al suponer que tampoco tiene inteligencia. No se dan cuenta de que la corrupción generalizada y regularizada del régimen oligárquico es perniciosa hasta para los capitales que en un principio se beneficiaron con la deshonestidad estructural y que hoy requieren de un entorno de certidumbre jurídica y de transparencia y austeridad en el gasto público, es decir, de un ambiente opuesto al que representa el proyecto de Texcoco, emblema de la descomposición, el compadrazgo y el autoritarismo priísta.
El desencanto de los intereses corporativos ante el régimen fue uno de los factores clave para construir el Pacto Político de Unidad que, a su vez, cimentó el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador el primero de julio.
Suponer que las cúpulas empresariales representan al empresariado es un error tan severo como pensar que las cúpulas obreras priístas representan a los trabajadores. La credibilidad de los medios tradicionales y de sus opinioneros estrella está por los suelos. En esas condiciones, la embestida en contra de la #ConsultaNAIM se sustenta básicamente en cascarones ruidosos pero huecos que exhiben en esta hora su autoritarismo, su fobia a la democracia participativa y su incapacidad para entender el momento político que vive la sociedad mexicana.
A pesar del griterío, ayer fueron instaladas 95 de cada 100 casillas previstas para la consulta y la ciudadanía acudió a ellas para emitir su postura sobre una disyuntiva que no fue inventada por el próximo gobierno sino sembrada por el peñato desde que anunció, sin consulta ni debate de por medio, su determinación de construir un aeropuerto inviable, desastroso desde el punto de vista ambiental, violatorio del derecho de los habitantes y caracterizado por los contratos dudosos, los compadrazgos y orientado no a la eficiencia aeroportuaria sino a la especulación inmobiliaria.
A pesar de la embestida, la consulta va.
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