sta vez quiero resaltar tres declaraciones de AMLO, para mí preocupantes: 1. Cuando dijo en Durango que él se va a someter a la revocación del mandato cada tres años; 2) cuando expresó en el mismo estado que aun participando pocos en la consulta sobre el NAIM, 100 mil serán muchos más que uno, y 3) cuando en Coahuila señaló que no quería ser parcial, pero que por esta vez lo sería en favor de Santa Lucía.
Si se piensa someter a la revocación del mandato cada tres años, ¿cuántos piensa gobernar? ¿Más de seis? Una cosa es que quiera someterse a la revocación del mandato a la mitad de su sexenio y otra cada tres años. Si se equivocó en lo dicho el 16 de octubre en Durango debe aclararlo si no quiere malas interpretaciones. Él sabe que lo que diga en público da la nota
y que es recogido por los medios pues, como lo sostuviera Jesús Ramírez, es un gran comunicador con mucha experiencia. Por lo que, a menos que de veras piense relegirse, deberá darnos la confianza de que no lo intentará. Votamos por él para que gobierne seis años, no más por bien que lo haga.
Por lo que se refiere a que la decisión de muchos es mejor que la de uno, me permito recordar que fue electo para que gobernara como Presidente de México, es decir, un cargo constitucionalmente unipersonal y no basado en consultas a minorías por las que nadie votó. Si no quiere comprometerse con una de las opciones que se han presentado sobre un nuevo aeropuerto o adaptación de algunos de los existentes, que no le endose a una minoría una decisión que debiera ser suya y de nadie más; para eso fue electo y no para que se cubriera las espaldas con consultas a modo y obviamente partidarias. Pero además, si su estimación es que participarán 100 mil, estaríamos hablando de 0.11 por ciento de la lista nominal de electores. Aquí no discuto si la consulta es legal o no. El ciudadano López Obrador tiene derecho a promover todas las consultas que le dé la gana. El presidente López Obrador, en cambio, tendrá que ajustarse a las leyes respectivas, pero no es el caso, no por ahora. Por lo demás, si hubiera querido que confiáramos en su consulta no debió hacerla con un comité consultivo claramente contrario a la opción Texcoco, ni en 82 por ciento de alcaldías morenistas (La Jornada, 18/10/18) ni con información deliberadamente incompleta de Jiménez Espriú (de un documento de la Organización de Aviación Civil Internacional del que sólo leyó lo que convenía para justificar la opción de Santa Lucía). Por si no fuera suficiente, el mismo AMLO dijo en Coahuila que no quería dejar de ser imparcial pero que, por esta vez, señalaba que si se hacen las dos pistas en Santa Lucía habría un ahorro de más de 100 mil millones de pesos
(La Jornada, 19/10/18). Pues sí, en efecto, no fue imparcial: ya dio línea a sus seguidores. Pero en ningún momento, ni él ni sus voceros, han explicado de forma indiscutible y veraz las ventajas o desventajas de las dos opciones. Hasta ahora sólo sabemos que la encuesta, que no es igual a una consulta, ha quedado, según parece, para las calendas griegas, y es así porque la encuesta sí tomaría en cuenta la opinión de todo México mediante una muestra estadística representativa (si la realiza una empresa seria y con aceptación de tirios y troyanos). No es casualidad que en las encuestas sobre el tema, realizadas hasta la fecha, la opción Texcoco sea la que tiene mayor aprobación, incluso en la reciente de El Universal con las mismas preguntas de la discutible consulta.
No me meto más con el tema del aeropuerto por una razón sencilla: se dice mucho pero no se comprueba nada, ni a favor ni en contra de las mal escogidas preguntas de la famosa consulta que inicia hoy. El tema está tan plagado de mentiras, de verdades a medias, de imprecisiones, de exageraciones y de ideología, que es inútil cualquier debate serio.
Los pasos que está dando AMLO con esta consulta, son tan discutibles como lo fueron en otro momento. Así, por ejemplo, en la consulta sobre los segundos pisos sólo dijeron que sí 33 por ciento de los pocos que acudieron a votar (Proceso, 23/9/02). Esa obra (de 4 mil 600 millones de pesos cuando el dólar estaba entre 10 y 11 pesos), apoyada por una minoría (menos de 3 por ciento de los habitantes del DF), sólo favoreció a quienes poseen automóvil, mientras millones de mexicanos tienen que viajar como sardinas en el deficiente transporte público. Lo mismo hicieron, aunque sin consulta, otros jefes del entonces Departamento del Distrito Federal al construir ejes viales para que cupieran más vehículos en circulación. ¿Por qué no se invirtió más dinero en ampliar el Metro en lugar de enriquecer todavía más a la industria automotriz con los segundos pisos?
¿A quién se consultó sobre el Tren Maya? A nadie. Lo que hizo De las Heras Demotecnia en el sureste fue una encuesta telefónica, no una consulta.