Martes 23 de octubre de 2018, p. 5
Guanajuato, Gto., Miles de jóvenes en interminables grupos invadieron el centro histórico de la capital del estado el segundo fin de semana del Festival Internacional Cervantino.
El tráfago en las calles era impresionante, incluso caótico en Sopeña, Cantarranas y la avenida Juárez. Los adolescentes bailaban, cantaban, bebían y capturaban momentos de felicidad con los celulares.
Caminar para llegar a los teatros era complicado, se tenía que esquivar a los jóvenes que formaban grupos en plena avenida y se ponían a cantar a todo pulmón la canción de moda o las clásicas melodías de desamor y la que no falta: Cielito lindo.
En el jardín Unión, donde varios grupos de mariachis ofrecen sus servicios a los turistas, de pronto se veían rodeados por la multitud que pedía canciones y se ponía a bailar. La fiesta se armaba en minutos, incluso algunos chicos ocupaban las bancas del parque y ahí sacaban de sus mochilas o de bolsas de plástico vasos y la botella de tequila.
A diferencia de otras ediciones del festival, en las que se prohibía a los jóvenes beber en la vía pública y los policías les quitaban sus botellas y les revisaban las mochilas, este año no hubo ese control porque tuvieron libertad de brindar entre amigos en las calles incluso ante oficiales.
El sábado se presentó el grupo ecuatoriano Papá Changó que también hizo bailar a chicos y grandes con sus ritmos caribeños y mezcla de reggae y ska.
Los visitantes del festival cultural más importante del país también tuvieron la posibilidad de disfrutar este fin de semana de teatro de calle, como el que escenificó La Cumbancha, cuando de manera divertida relató la vida de Enrique Ruelas desde que éste llegó a Guanajuato hasta que logró montar los Entremeses ervantinos.
Este fin de semana la fiesta del Cervantino la hicieron los jóvenes, quienes hasta la madrugada deambulaban por las calles cantando, bebiendo y capturando con las cámaras lugares representativos como las escalinatas del Teatro Juárez, donde no importaba si conocías a tu compañero de parranda, todos salían en la fotografía sonrientes.
Los miles de jóvenes que visitaron la ciudad disfrutaron en libertad de la fiesta cervantina. Bullicio y alegría eran constantes hasta casi las cinco de la madrugada, momento en que el silencio comenzaba a apoderarse de la capital.