odas las vidas tienen el mismo valor. Somos un grupo integrado por médicos generales, ginecobstetras, salubristas, parteras indígenas tradicionales, parteras profesionales, enfermeras perinatales, antropólogas, abuelas y padres de familia que compartimos esta convicción y el compromiso de colaborar con el nuevo gobierno para mejorar la atención materna y al recién nacido.
Las inaceptables disparidades entre países y dentro de una misma nación afectan de manera negativa la salud en general y la salud materna en particular. En México hay anualmente miles de muertes evitables de mujeres o recién nacidos y gran número de mujeres y bebés quedan con secuelas de por vida por mal manejo del embarazo o nacimiento. Es la población en la pobreza la que paga esta cuenta de manera desproporcionada.
Además, el país padece niveles altísimos de otros abusos: un sondeo nacional realizado en 2016 por el Inegi, que incluyó por primera vez una valoración de la atención obstétrica, arrojó que en los hospitales públicos una de cada tres mujeres (33.4 por ciento) fue maltratada en su último parto por quienes la atendieron, y que hay una tasa de cesáreas de 42.8 por ciento, injustificable desde el punto de vista médico de acuerdo con la Organización Mundial de Salud. En el sector privado las cesáreas se hacen con frecuencia todavía mayor, a pesar de que está comprobado que es peligroso interferir en el proceso fisiológico del nacimiento sin una indicación médica clara para hacerlo.
El futuro titular de la Secretaría de Salud anunció que la política federal del nuevo gobierno se regirá por los principios de la atención primaria integral de salud, que se conoce internacionalmente por su énfasis en la educación, la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, la participación social ciudadana, y la colaboración de los profesionales de salud, incluso las parteras. La intención es mantener a la gente fuera de los hospitales y las salas de emergencia, evitando problemas potencialmente graves y la muerte prematura.
Ochenta y cinco por ciento de las embarazadas podrían tener un parto normal. En otros países ellas eligen si quieren dar a luz en sus casas, en centros de partos o en el hospital, y el Estado cubre el costo de esta atención, que con frecuencia es proporcionada por una partera, como miembro del equipo interdisciplinario de salud y experta en embarazo y parto normal. En México, en cambio, cada 14 segundos nace un niño, para un total de 6 mil 275 diarios; 97 por ciento de ellos en hospitales y 72 por ciento en nosocomios públicos. La mayoría de tales nacimientos son atendidos por médicos generales, residentes e incluso especialistas, en hospitales públicos sobresaturados. Este personal que labora en espacios de alta demanda de atención sufre una sobrecarga agravada por la atención de partos normales, lo que provoca que no haya un manejo optimizado de las urgencias obstétricas y que tampoco se utilicen sus competencias para brindar la atención necesaria a las personas gravemente enfermas o heridas.
La partera profesional atiende a mujeres a lo largo de la vida, les ofrece anticonceptivos, realiza pruebas para detectar cánceres del sistema reproductivo, brinda cuidado prenatal, atiende partos de bajo riesgo con calidad y calidez, vigila a los bebés desde recién nacidos hasta los 28 días y otorga consejería para la lactancia, entre otras tareas, y lo hace de manera eficiente y en armonía con los otros miembros del equipo de salud, como los médicos familiares y especialistas.
El cálculo del rendimiento de la inversión en atención primaria, y de la partera en particular, ha mostrado una y otra vez que es la forma más rentable de administrar un sistema nacional de salud. A pesar de ello y de la evidencia de que el nacimiento fuera del hospital es una opción segura para las mujeres embarazadas sanas y sus bebés, se sigue promoviendo el hospital como sitio ideal para dar a luz. Hasta el momento, México ha desaprovechado la sabiduría de las parteras tradicionales y ha invertido poco en la formación de las parteras profesionales y su incorporación en los servicios públicos de salud, especialmente en primer nivel de atención.
Decidir dónde y con quién dar a luz a su bebé, y tener este gasto cubierto es derecho de todas las mexicanas, pero en la actualidad las familias en desventaja económica tienen realmente una sola opción; una atención frecuentemente tecnocrática, sobremedicalizada, fragmentada y despersonalizada que, como han mostrado muchos estudios, representa una amenaza tanto para la seguridad de la mujer como para el profesional de salud, además de elevar los costos económicos innecesarios para el propio sistema de salud. La fragmentación del sistema de atención durante el embarazo y el parto es particularmente peligrosa: la atención prenatal se brinda en el primer nivel y los partos se atienden en segundo nivel, y no hay un sistema de expedientes electrónicos, por lo que los profesionales atienden partos de mujeres que no conocen, situación muy insegura y opuesta al modelo de atención integral de continuidad de cuidado de partería profesional, recomendado por la OMS y otros organismos internacionales.
La partera profesional está preparada para contar con competencias clínicas y otras aptitudes, entre ellas comprender el significado cultural y social de la maternidad. Hay en México unos cuantos proyectos pilotos de clínicas de maternidad, casas o centros de partos, públicos o privados, donde la partera con cédula profesional ocupa del suyo y acompaña a las mujeres y sus seres queridos en sus embarazos y partos de bajo riesgo. Las instalaciones están dotadas con equipos de oxígeno y de resucitación infantil, y las parteras están calificadas para usar estos equipos, ya que son entrenadas para brindar cuidados de emergencias; también lo son para diagnosticar complicaciones en el embarazo, y prevenir y reconocer problemas en el parto, por lo que en caso necesario proveen transporte oportuno y seguro para centros de emergencia como hospitales de segundo nivel. Hay muy buenos resultados de algunos de estos proyectos.
Las opciones para estudiar partería son limitadas. Sería muy valioso que la partería se incluyera como parte de la oferta académica en el sistema de universidades públicas que se busca expandir.
La formación universitaria de las miles de parteras que México requiere tomaría de cuatro a cinco años. Mientras tanto, podrían implementarse planes a corto plazo para mejorar de inmediato la atención de mujeres embarazadas y en trabajo de parto. Centros de partos de bajo riesgo en el primer nivel de atención podrían brindar oportunidades de enseñanza clínica tanto para estudiantes y pasantes de medicina, enfermería y partería, como para profesionales que atienden partos, pero desconocen el modelo de partería.
El embarazo y parto son procesos fisiológicos y naturales que pueden convertirse en emergencias médicas, y es derecho de todas las familias ser bien atendidas en esos momentos de la vida.
Estamos convencidos de que la combinación de voluntad política, acompañamiento de profesionales de la salud y la colaboración de ciudadanas conscientes podrán lograr en el próximo sexenio atención de la maternidad y del recién nacido accesible desde el punto de vista económico y de alta calidad para todas. Para más información puede comunicarse con [email protected]