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Propuestas para la
Jesús Ignacio Simón Zamora GAIA-Asesoría Integral Ambiental “Al cabo de cinco siglos de negocio de toda la cristiandad, ha sido aniquilada una tercera parte de las selvas americanas, está yerma mucha tierra que fue fértil y más de la mitad de la población come salteado. Los indios, víctimas del más gigantesco despojo de la historia universal, siguen sufriendo la usurpación de los últimos restos de sus tierras, y siguen condenados a la negación de su identidad diferente. Se les sigue prohibiendo vivir a su modo y manera, se les sigue negando el derecho de ser. Al principio, el saqueo y el otrocidio fueron ejecutados en nombre del Dios de los cielos. Ahora se cumplen en nombre del dios del progreso. Sin embargo, en esa identidad prohibida y despreciada fulguran todavía algunas claves de otra América posible. América, ciega de racismo, no las ve”. El modelo de agricultura que ha imperado a partir de la “revolución verde” que impuso el monopolio de las industrias de agrotóxicos y ahoga, literalmente, a los pequeños campesinos, ha demostrado que no tiene viabilidad productiva ni es sostenible. Este modelo es, además, fuente de enfermedades debido a que “esteriliza” los suelos y los alimentos arguyendo que lo que busca es que nadie se enferme. La diabetes, el cáncer de colon y el cáncer de mama, causados por la mala alimentación y la exposición a agrotóxicos, son muy frecuentes en la población de México y otros países que le han apostado a la producción de alimentos con sustancias químicas. Para producir alimentos con agroquímicos se requiere un alto consumo de energía que es subsidiada por el Estado, esto es, por el contribuyente. La gran industria de la comida es subsidiada en su operación. Sin embargo, ¿cuándo se ha hecho responsable de las enfermedades que generan los agroquímicos? ¿Cuándo se ha hecho responsable de la limpieza del agua que contamina con sus insumos tóxicos? Un nuevo modelo agroalimentario requiere de retomar las prácticas de las comunidades en lo que se refiere a mantener los ciclos naturales, respetar la tierra y cuidar a la sociedad.
Para avanzar en ese sentido, es necesario sistematizar muchas de las prácticas exitosas y conocimientos que han desarrollado los campesinos para obtener resultados satisfactorios en sus cultivos, económica y productivamente hablando. Estos resultados han sido obtenidos a lo largo de años en diversos campos y con diversos cultivos, lo mismo por pequeños campesinos que por aquellos que trabajan en grandes extensiones. Y no solo en México, sino en Centroamérica y Sudamérica, con experiencias han trascendido y nutrido a otros continentes. Estas experiencias tienen que ver con la recuperación de prácticas de cultivo ancestrales y su reapropiación por las comunidades, así como nuevas prácticas que se emplean en la elaboración de insumos a partir de los recursos locales, abatiendo así los costos y asegurando la salud de quienes aplican, quienes laboran y quienes consumen estos alimentos. Los campesinos y productores agrícolas tienen una conciencia diferente en torno a la vida: la vida comunitaria, la vida en el suelo y todas sus expresiones, plantas, animales y microorganismos que hacen posible la salud del suelo y de todos los que habitamos en este planeta. Pero no hablamos solo de un cambio de insumos agrícolas, sino de toda una práctica derivada de una visión productivista que arrasa los recursos naturales y emplea los agrotóxicos como un armamento en contra del suelo, el agua y al final de cuentas, contra la vida misma. Ante este panorama, ¿es posible la autosuficiencia alimentaria? ¡Definitivamente, sí! Es muy importante que los campesinos retomen sus medios y prácticas de producción y que elaboren la mayoría de los insumos agrícolas que requieren para su cultivo a partir de elementos de su entorno: minerales, materia orgánica y microorganismos regeneradores del suelo. Estos elementos de regeneración del suelo se encuentran en el entorno de los campesinos, sólo que la agricultura convencional lo ha venido negando, a fin de impulsar la Revolución Verde.
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