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Biofertilización, uno de los fundamentos para la producción sostenible en México Mauricio Soberanes Hernández Director general de Metrocert S.C.
La biofertilización abarca un conjunto de actividades que se llevan a cabo para aportar al suelo los microorganismos y nutrientes no sintéticos que requieren los cultivos para desarrollarse. Como en la prevención y el combate de plagas y enfermedades, la fertilidad para la producción se consigue con la combinación de prácticas: no hay un producto milagroso que lo resuelva todo. Aunque las chinampas precolombinas de Xochimilco y el tradicional uso de estiércoles en la agricultura campesina son antecedentes obligados, en los pasados treinta años, la biofertilización en México se ha asociado al uso de hongos y bacterias benéficas que se usan para inocular semillas o raíces, garapiñando las simientes antes de sembrarse o aplicando el diluido por el sistema de riego en plantas ya establecidas. Los microorganismos cumplen funciones de descomposición, solubilización de nutrientes y estimulación del crecimiento de las raíces. En México, los inoculantes microbianos lograron celebridad luego de que el Rizhobium etli fue el primer organismo al que un centro de investigación de la UNAM (1) le descifró el genoma. En la primera década del siglo XXI se desarrollaron programas institucionales de biofertilización con inoculantes y compostas líquidas en Michoacán, Guerrero y Chiapas; donde en algunos casos se logró terminar con los programas estatales que subsidiaban o “regalaban” fertilizantes químicos, lo que contribuía mucho más a los intermediarios gubernamentales, empresariales, gestores simpatizantes y/o asociados que a los cada vez menos beneficiarios, por esta razón y por el incremento constante de los precios del petróleo y combustibles necesarios para fabricarlos y transportarlos. Ni hablar de la profunda huella ecológica que causaban. Estos programas de biofertilización, aunque iniciaron subsidiando inoculantes y guanos líquidos comerciales para promover su eficacia como sustitutos de las “sales”, como se conoce a los químicos, también impulsaron a grupos de emprendedores y productores en las regiones para que establecieran sus propias biofábricas y fueran proveedores del programa. A la vez, se impulsaron cursos y demostraciones de cómo elaborar sus propios insumos valiéndose de los materiales, muchos de ellos de desecho, a su alcance. La mayoría de estas iniciativas continúan produciendo. Muchos pequeños y medianos productores a lo largo de todo el país ven cómo sus costos de producción se abaten cuando elaboran sus propios insumos agroecológicos, múltiples extractos vegetales para la prevención y combate de plagas y enfermedades y otros biofertilizantes como las compostas: estiércoles o materia orgánica digerida por lombrices o levaduras. Los bioles, super-magros y bocachis: líquidos de fermentación aerobia y anaerobia de estiércoles, restos vegetales y residuos orgánicos de pueblos y ciudades que a la vez pueden motivar la separación de basura desde los hogares. Ácidos fúlvicos y húmicos: sustancias con efecto bioestimulante derivadas de la hidrólisis de minerales y restos vegetales fosilizados; roca fosfórica, leonardita, zeolita, cálcicas y muchos minerales más. La biofertilización no solo agrega los elementos que toman las plantas, se crean suelos vivos productores de fertilidad. Para los escépticos de las soluciones agroecológicas que cuestionan las fuentes de nitrógeno no sintéticas, la respuesta de nuevo está asociada a lo que hoy es un desecho, un problema: harina de sangre, de huesos, cuernos y pezuñas; restos de pescado y mariscos. Algas marinas, como las del ahora célebre sargazo; abonos verdes: siembras de leguminosas que en lugar de cosecharse se incorporan al suelo, son todas ellas fuentes probadas de este elemento fundamental para la agricultura. Por otro lado, los fertilizantes nitrogenados sintéticos se caracterizan por ser altamente contaminantes, al elaborarse generan gases efecto invernadero y las fábricas son verdaderas bombas de tiempo (2); al aplicarse a los cultivos la eficiencia puede ser menor al 50% (3), el resto se escurre y contamina mantos acuíferos con nitratos provocando eutrofización, lluvia ácida y calentamiento global (4). Con todo lo anterior, los muchos convencidos por la vía de la práctica de la producción agropecuaria sostenible, el manejo y la conservación de suelos y agua, nos entusiasmamos cuando en el acto más representativo para el sector agropecuario de la campaña presidencial triunfadora, se dio a conocer en el “Plan de Ayala del siglo XXI” la cuarta propuesta “Promover la transición a sistemas de producción agroecológicos”. Ahora, en los tiempos del gabinete electo, a los mismos nos angustia el segundo de sus programas específicos que establece que se activarán tres plantas de fertilizante nitrogenado con el abasto de gas natural de Pemex, mismos que serán distribuidos por Diconsa (5), se asume, entonces, que a las comunidades rurales más pobres. La agroecología desapareció de los programas específicos. Se entendería la necesidad de aprovechar la planta de fertilizantes nitrogenados que la administración federal saliente dejó, luego de multimillonaria inversión: que sirva en la transición para sustituir —aunque sea parcialmente— las importaciones de sulfatos y nitrogenados, pero dedicar más recursos a otras dos y manejar el reparto de químicos baratos —o peor, gratuitos— para desarrollar al campo, es una terrible señal. Los fertilizantes nitrogenados sintéticos son un mal necesario y no son prescindibles del todo de inmediato, pero sí en el mediano y largo plazos, como se comprueba en las más de quinientas mil hectáreas de producción orgánica de México. Para lograrlo hay que comprender la trascendencia de una modificación tecnológica así, desearlo y establecer la estrategia nacional que permita alcanzar este, uno de los cambios profundos necesarios para la transformación del campo hacia un modelo sostenible. Notas 1. Centro de Investigación en Fijación de Nitrógeno hoy el Centro de Ciencias Genómicas. 2. Arias-Paz C.M., Categorización de accidentes en plantas de producción de fertilizantes. Universidad politécnica de Madrid. Trabajo de fin de grado, 2017. 3. Keeney, D. R., Nitrogen management for maximum efficiency and minimum pollution. Farmed soils, fertilizer, agroecosystems. Agronomy. A series of monographs-Americans Society of Agronomy, (22):605-649, 1982. 4. Ramanathan, V., Cicerone, R. J., Singh, H. B. and Kiehl, Trace gas trends and their potential role in climate change, J. Geophys. Res. 90: 5547-5566, 1985. 5. La Jornada del campo, 18.08.2018.
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