l único al que le importa si Kavanaugh es designado es al propio Kavanaugh, que ha querido este empleo toda la vida. Para todos los demás, es sólo un peón en lo que a los otros –republicanos y demócratas por igual– realmente les importa, que son las elecciones senatoriales que se celebrarán en noviembre.
Para poder designar o no a un republicano de derecha para este cargo de toda la vida el punto crucial es tener mayoría en el Senado. Si Trump o los republicanos en el Senado tienen que sacrificar a Kavanaugh para lograr esto, lo harán. Todo mundo quisiera entender qué puede hacer oscilar a un número pequeño de votantes en un número pequeño de estados, de tal modo que el candidato de su partido gane una mayoría en el Senado. No hay consenso acerca de qué tácticas se requieren para esto.
Sé que todo mundo dice que una derrota de Kavanaugh será una gran victoria para los demócratas, o por lo menos así lo parece. Pero si no ganan la mayoría en las elecciones del otoño, Trump simplemente nominará a otra persona ultraderechista. Y si sí ganan la mayoría, Trump tendrá que designar a una persona más moderada
o no pasará.
Kavanaugh sabe esto, y es por eso que está tan enojado. Y el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, también lo sabe, y es por eso que es tan cauteloso. Entre tanto, todo mundo grita fuerte con la retórica en la que creen a medias. Pero tras la retórica siempre está la realidad. Y la realidad es que Kavanaugh es solamente un peón.
¿Se involucró en un intento de violación estando borracho cuando tenía 17 años, y mintió al respecto? La evidencia de que sí se involucró me parece bastante fuerte.
¿Pero qué? Si Trump designa a otro ultraderechista que sea puro como nieve caída, ¿será mejor? No lo creo. Así que, como siempre, mantengamos los ojos puestos en la bola y no se distraigan.
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein