Frente a una imagen en la que se le ve en pleno vuelo –que describió como una de las más hermosas y famosas del mundo–, Robert Bob Beamon afirma que de no haber sido por la marca de longitud de 8.90 metros que impuso en los Juegos Olímpicos de México 1968 –aclamado tiempo después como El salto del siglo–, donde se coronó con un récord mundial que duró 23 años y con un registro del certamen que aún ostenta, no estaría aquí, en un país que llevo en mi corazón y que amo.

Ante niños, jóvenes y personas de la tercera edad –algunos de ellos fueron testigos de la hazaña del estadunidense hace 50 años–, el fornido ex atleta narró los días previos y el momento cumbre que lo inmortalizó en el estadio de Ciudad Universitaria.

Tras develar ayer la placa en la pista de atletismo que ahora lleva su nombre en el Centro Deportivo de Villa Olímpica, que alojó a los 5 mil deportistas que compitieron en esa cita, Bob Beamon, con sudadera blanca y una gorra alusiva a la justa que conmemora el medio siglo, relató:

“Esta era la pista de calentamiento y más allá (señaló con el dedo) estaba la fosa de arena. Pensábamos que se podía saltar nueve o hasta 10 metros, teníamos esa posibilidad, pero no sabía qué pasaría el día de la competencia.

“Así que el 18 de octubre empecé a correr (para preparar el salto) en el estadio y entonces volé. Grité: ‘¡estoy volando!’ Cuando aterricé volteé a ver si no estaba la bandera.

“Esperé 15 minutos, los jueces revisaban el sistema de medición porque el electrónico no lo registró y con una cinta métrica medían y medían. Apareció el 8.90 en el tablero y me dije: ‘¡estoy loco, imposible!’ Lloré, me incliné y besé la pista”, recordó Beamon, quien en ese entonces tenía 21 años; fue uno de los días más felices de mi vida.

▲ El ex saltador Bob Beamon agradeció la invitación para conmemorar la justa olímpica de México.Foto INDE

Levantando ambos puños, el ex saltador agradeció la invitación que le hicieron para estar en los festejos del 50 aniversario de la edición 19 de la justa. Tengo grandes recuerdos porque ustedes son mi familia, enfatizó el también embajador de Olimpiadas Especiales, quien después de estampar su firma en un póster comentó entre risas que se ve súper guapo.

A la ceremonia que presidió Horacio de la Vega, director del Instituto del Deporte de Ciudad de México y titular del comité organizador de las celebraciones, también acudieron representantes de la alcaldía de Tlalpan y varios profesores de educación física que fungieron como jueces de atletismo en México 68.

El profesor Juan González, quien estaba en el área de lanzamientos, recuerda con vibrante emoción el día que Beamon logró el mágico salto. “Fue un caos y un momento espectacular. Bob caminaba de un lado a otro esperando la medición oficial y al enterarse brincaba de alegría”, platicó.

Beamon observó a un grupo de jóvenes saltadores y les aconsejó que para conseguir las metas se debe trabajar con esfuerzo y disciplina. Cerró con una firma de autógrafos y selfies. Fue despedido como héroe.