l proceso migratorio entre México y Estados Unidos lleva más de un siglo. Y, si bien ha tenido sus altas y bajas a lo largo de su historia, podemos afirmar que está llegando a su fin. La fuente más reconocida para determinar el número de migrantes mexicanos, tanto legales como en situación irregular, (PHC), una fuente reconocida como confiable y aceptada a escala académica y política.
Según el Pew la migración mexicana llegó a su punto más alto en 2007, cuando se estimó la población migrante (nacida en México) en 12 millones 750 mil. Años más tarde (2015) la estimación es de 12 milones 25 mil. Se trata de un disminución de 6 por ciento. Por otra parte, han bajado notablemente los registros de nuevo migrantes; a comienzos de este siglo se calculaban en promedio en 400 mil anuales y para 2014 se estimaban en 165 mil.
Igual ocurre con la migración mexicana en situación irregular, los indocumentados, el volumen ha descendido en las estadísticas, de 6.9 millones en 2007 a 5.6 en 2015, un total de 1.3 millones menos.
No todas las estadísticas o estimaciones coinciden con las de PHC. Recién un estudio de la Universidad de Yale, afirmaba que el número total de migrantes ilegales
(indocumentados) superaba los 22 millones. También hay investigadores mexicanos que argumentan en contra de las estimaciones del PHC y afirman que la migración mexicana va al alza, otra vez. Pero la argumentación no se sostiene, ni los datos la confirman.
Ciertamente la migración legal se ha incrementado. En promedio, en los años 2014, 2015 y 2016 se han otorgado anualmente 150 mil tarjetas verdes (visas de residencia para mexicanos). Y, en promedio, de están naturalizando 100 mil mexicanos al año. Por otra parte, en 2016 se otorgaron 843 mil 480 visas temporales, de distinto tipo, según datos del Departamento de Homeland Security (DHS).
La profunda relación social, económica y política entre México y Estados Unidos es de mutua dependencia. La frontera norte es las más transitadas del mundo y el turismo mexicano a territorio estadunidense superó los 20 millones de personas en 2016. Por otra parte, la comunidad mexicana de origen
radicada allá supera los 35 millones. Pero al mismo tiempo, la migración subrepticia e irregular se ha reducido notablemente. Y esa es una buena noticia.
La gran migración mexicana se dio a finales del siglo XX. En 1980 el censo estadunidense reportó 2.1 millones de mexicanos; en 1990 fueron 4.3 millones; en 2000 contabilizó a 9.1 millones, cada decenio se duplicaba la población. Pero en 2010 se reportaron 11.7 millones y en 2014, las estimaciones son de 12 millones. La tendencia es irrefutable. El ritmo altísimo de crecimiento se dio en las últimas décadas del siglo pasado.
La teoría considera que la transición migratoria se concreta cuando los indicadores básicos de desarrollo son crecientes y sostenidos. Lo que coincide con un descenso de la emigración y un incremento de la inmigración. Los países desarrollados tienden a envejecer y requieren de mano de obra migrante joven, que pague impuestos y no devenga servicios sociales.
Este proceso de transición migratoria, también ha sido llamada la joroba migratoria
, por la forma acampanada de la curva, con un descenso sostenido a lo largo del tiempo. En el caso de México, son ya 10 años de decrecimiento.
Pero más allá de la teoría, los datos duros señalan una tendencia irreversible en los índices de fecundidad en México. Se ha revertido el factor clave de la presión demográfica, que en nuestro caso se expresó en la emigración de 10 por ciento de la población. El promedio de hijos por mujer en México es de 2.2 y la esperanza de vida para el mexicano se estima en 75.2 años.
Por otra parte, se ha dado un cambio radical en la política migratoria estadunidense. Si bien, nada es definitivo en política, se constata el final de una política que favorecía la migración circular de mexicanos, de ida y vuelta y la tolerancia con respecto al cruce subrepticio de la frontera y la estancia irregular. La política migratoria de mano dura no va a cambiar en el mediano plazo.
Siguen existiendo, lo que se llamaba tradicionalmente, factores de expulsión y atracción, persiste una diferencia salarial importante entre los dos países y una demanda de mano de obra por parte de los empleadores de Estados Unidos, pero el costo de cruzar la frontera de manera subrepticia y el riesgo de permanecer en situación irregular es demasiado grande. A esto hay que sumarle el gasto de sostenimiento en tierras estadunidenses (vivienda, alimentación, transporte) y los posibles riesgos de ser deportado, confinado o encarcelado.
Las cuentas las tienen claras los migrantes. No hay beneficios al emigrar de manera indocumentada. Ahora se busca y se espera la posibilidad de emigrar legalmente.
La apuesta es clara, hay que optar por una cultura de la legalidad.