Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de septiembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Santo de un santo
H

oy se festeja San Jerónimo, padre y doctor de la Iglesia católica que nació en Estridón, hoy Croacia, alrededor del año 374. Fue un destacado intelectual que realizó entre diversas obras una famosa traducción al latín de las Sagradas Escrituras.

Se conoce como La vulgata y llegó a tener una vasta difusión que fue más allá de la Edad Media. Tras estudiar en Roma y múltiples viajes optó por la vida monástica. En Belén, Palestina, fundó un monasterio en el que permaneció los últimos 30 años de su vida.

La orden religiosa que fundó dio origen a monasterios y conventos por todo el mundo. Isabel de Portugal fue la primera que se interesó en fundar conventos de monjas en la Nueva España, idea que apoyó Fray Juan de Zumárraga para criar en la religión católica a las hijas de los naturales.

En 1540 llegaron las primeras religiosas concepcionistas y a partir de la fundación de su convento surgieron muchos más. En 1585 se creó el de San Jerónimo en unas fincas que les donó doña Isabel de Barrios.

Sólo eran admitidas españolas y criollas quienes debían contar con caudal suficiente para cubrir la jugosa dote. Para cubrir las necesidades del convento se permitió el ingreso de huérfanas pobres, cuya dote la cubrían obras pías a favor de San Jerónimo, otorgadas por personas opulentas; otras eran aceptadas por sus habilidades musicales, artísticas o manuales.

El enorme convento que contaba con cuatro claustros albergaba alrededor de 80 monjas. En su mayoría las celdas eran casitas independientes en las cuales cada religiosa tenía su habitación, un cuarto de criadas y cocina. Muchas de las monjas tenían esclavas como parte de su servidumbre.

Las inundaciones y temblores que padeció en distintas ocasiones Ciudad de México y el subsuelo fangoso ocasionaron su hundimiento y deterioro, por lo que a lo largo del siglo XVIII se hicieron constantes reparaciones y ampliaciones.

A raíz de la promulgación de las Leyes de Reforma, en 1861, las primeras monjas tuvieron que abandonar el convento, dejando atrás los restos de su compañera más ilustre: sor Juana Inés de la Cruz. En 1867 el convento quedó totalmente vacío.

En los años posteriores a la exclaustración el recinto fue ocupado por la Brigada Sinaloa, que lo usó un tiempo como campamento y hospital militar. A partir de entonces partes del convento se demolieron y los patios utilizados como vecindades, negocios, taller automotriz y estacionamiento; una parte albergó la Sociedad Literaria Netzahualcóyotl, donde participó el poeta Manuel Acuña.

A fines del siglo XIX, el presidente Manuel González pagó al arquitecto Antonio Rivas Mercado por la construcción de una aduana en Tlatelolco con el inmueble de San Jerónimo. En 1927 Antonieta y Alicia Rivas Mercado heredaron el predio.

El templo volvió a manos del Estado y fue declarado monumento nacional en 1932. Entre los muchos usos que tuvo en esos años el resto de la construcción fue panadería, lechería, un albergue para campesinos y la sede de Escritores y Artistas Revolucionarios.

El patio mayor se utilizó como establo y después se convirtió en salón de baile, bautizado sucesivamente como El Palacio, El Pirata y el famoso Smyrna Dancing Club, que desapareció en 1957.

En 1975 se emitió el decreto expropiatorio para recuperar los predios de la manzana que ocupó el convento de San Jerónimo. Se inició una profunda restauración, ya que muchas partes estaban alteradas y otras ruinosas.

El resultado fue muy satisfactorio y el nuevo uso también. Es la sede de la Universidad del Claustro de Sor Juana, que además de la labor educativa preserva la memoria de la brillante poeta, dramaturga, compositora, filósofa y mucho más.

Hace unos años la institución adquirió la que fue la celda particular de la marquesa de Sierra Nevada, que se encuentra a unos pasos, en la calle de San Jerónimo 24.

La hermosa casona en estilo neoclásico que construyó Manuel Tolsá ahora alberga al Zéfiro, el restaurante escuela de la carrera de gastronomía. La carta cambia de forma constante y suele ser de primera.