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Las venas abiertas del campo brasileño Giane Ambrósio Alvares Abogada de la Red nacional de abogados y abogadas Traducción: Rosalinda Hidalgo
La injusta distribución de las tierras y los recursos naturales en el país es un problema histórico contra el cual los pueblos tradicionales y campesinos han luchado a lo largo de dos siglos. En esta lucha por la vida y por la democratizacion de las riquezas, contra las desigualdades, la miseria y el hambre desde tiempos inmemoriables esos pueblos sufren agresiones del latifundio, las empresas rurales, los pistoleros y los agentes de seguridad pública. Tan solo en el periodo de redemocratización, de 1985 a 2015, cerca de 1700 personas fueron asesinadas en el campo como resultado de conflictos agrarios. El proceso de degradacion de la democracia que se ha vivido en años recientes, con el retorno del poder a manos de las viejas y nuevas oligarquías y con el avance del agronegocio hacia nuevas fronteras agrícolas, creó un terreno fértil para la expansión y el agravamiento de la violencia en el campo, generando víctimas en muy poco tiempo, como hacía años que no se veía, afectando a quienes resisten y batallan por la dignidad. Agravando todavía más la cuestión agraria, en el Congreso Nacional la llamada bancada ruralista busca la aprobación de leyes que encubran el trabajo esclavo, retardan o impiden la demarcación de tierras en las comunidades tradicionales, autorizan el uso indiscriminado de químicos tóxicos en la agricultura, atacan los derechos de los trabajadores y pensionados campesinos, promueven la destrucción ambiental y autorizan la concentración de tierras en manos del capital extranjero. Con el crecimiento de la violencia, la desigualdad y la injusticia social, crece también la vieja estrategia de estigmatizar a los trabajadores y generar un discurso de odio que va siendo utilizado en la sociedad como un arma de manipulación en el imaginario popular para obtener el apoyo y legitimidad política. “Quiero que maten a esos vagabundos del MST”, declaró recientemente el candidato del PSL a la presidencia. Y es un hecho que va aconteciendo. Las élites agrarias brasileñas, bajo el manto de la impunidad, no demuestran ningún pudor y se sienten autorizadas a segar la vida de los pobres del campo. De acuerdo con datos recolectados por la Comisión Pastoral de la Tierra, solamente en 2016 fueron asesinadas 61 personas en conflictos agrarios.
En el año 2017, la violencia se tornó todavía más intensa. En abril, cuando la Masacre de Eldorado dos Carajás cumplio 21 años, nueve campesinos fueron torturados y asesinados en Colniza, Mato Grosso. En Minas Gerais, el trabajador rural Silvino Nunes Gouveia fue muerto con diez tiros en la puerta de su casa y en Viana, Maranñon, 13 indígenas fueron gravemente heridos por la acción de hombres armados contratados pro latifundistas. En total en el año 2017, suman 71 casos de asesinatos en medio rural, de acuerdo con el informe Conflictos en el Campo de Brasil 2014, presentado por la Comisión Pastoral de la Tierra. Nuestro pasado de luchas, de rescate de la dignidad y de la memoria de indignación contra esos crímenes, no nos valió. El abolicionista Joaqui Nabuco, en célebre discurso publicado en 1884, ya vaticinaba que nada se adelantaría en acabar con la esclavitud si permanecía intacta la estructura de la tierra que la sostenía. Desde entonces millones de trabajadores y trabajadoras en el campo brasileño son obligados a vivir en condiciones precarias de vida, migrar a otras regiones o reivindicar colectivamente la política pública de la Reforma Agraria, constitucionalmente establecida. Con todo, en Brasil sigue siendo uno de los países con mayor con tradición latifundista en el mundo y la herencia inevitable fue el retorno de los tiempos arcaicos, con la perpetuación de nuestras raíces esclavistas antidemocráticas y violentas. La conclusión a la que llegó Jose Gomes da Silva hace casi tres decadas en el libro Agujero negro: La reforma agraria en la constitución de de 1987-88, permanece actual: la cuestión agraria en Brasil no es justa en la repartición de tierras para los hombres. En cuanto esa realidad no cambie, no podemos dejar de denunciarla y combatirla.
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