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La ofensiva contra las brasileñas Maria Júlia Montero Marcha Mundial de las Mujeres de Brasil
Desde 2016, el mundo mira con ojos preocupados a Brasil. Hace dos años, sufrimos un golpe de Estado, y la derrocada de la presidenta Dilma fue el primer paso de muchos en contra de los derechos de las mujeres y de toda la clase trabajadora brasileña. Para entender qué pasa en Brasil, es necesario partir de una perspectiva que considere las realidades de los países que forman parte de una dinámica del capitalismo globalizado. Para aplicar sus políticas neoliberales, la burguesía no puede aceptar gobiernos mínimamente progresistas. El golpe en Brasil ocurrió justamente porque, aunque con límites, los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) tenían una política de distribución de renta, aumento de los derechos y, además, cuestionadora de la hegemonía estadounidense en la región –y las políticas de Michel Temer nunca serían aprobadas en las elecciones. El avance del golpe es el avance del capital contra el trabajo y el cuerpo de las mujeres, y hoy estos son los temas centrales en la lucha de las brasileñas. El 8 de marzo de 2017, las mujeres iniciaron la lucha contra la reforma de pensiones y jubilaciones, ya que junto a los campesinos serán las más afectadas por ella. Temer quiere igualar la edad de jubilación entre hombres y mujeres –pero sumando el trabajo doméstico y el fuera de casa, las mujeres trabajan cerca de 55 horas; los hombres, 50 horas. Dedicamos 21 horas semanales al trabajo doméstico; los hombres, 10 horas. Trabajamos más, somos mayoría en el trabajo precarizado, informal y ganamos menos. Nada más justo que una jubilación antes. La reforma laboral –aprobada en 2017– establece que mujeres embarazadas podrán trabajar en ambientes hoy considerados insalubres, un aumento de la jornada laboral, la fragmentación de las vacaciones, disminución del horario de almuerzo, aumento del trabajo de tipo parcial y temporal –en el que las mujeres son mayoría. Eso significa que las condiciones del trabajo de las mujeres están peores que antes – y, si logran aprobar la reforma de la jubilación, trabajaremos así hasta los 65 años. Estos fueron temas que se masificaron entre las mujeres, principalmente la reforma de las pensiones y jubilaciones. La Marcha Mundial de las Mujeres hizo una intensa campaña para movilizar a las mujeres para el 8 de marzo, y resultó que tuvimos las mayores manifestaciones desde hace años. Fueron innumerables reuniones y momentos de formación para trabajar el tema y organizar a las mujeres para este enfrentamiento. Logramos repetir este hecho en 2018, llevando a las calles nuestras reivindicaciones por condiciones dignas de trabajo y jubilación para las mujeres. La Propuesta de Enmienda Constitucional 241, o PEC de la muerte, congela las inversiones en salud y educación por 20 años a partir de 2018. Eso significará más trabajo para las mujeres, ya que irán “sustituir” esos servicios públicos cuidando de los enfermos y de los niños (por la falta de guarderías). Como hemos dicho, está en marcha una ofensiva ideológica que afirma el hogar y la maternidad como naturales de las mujeres. Esas ideas sirven para justificar la marginalización de la mujer del mercado laboral (con despidos, menores sueldos, precarización del trabajo) y la sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados causada por la falta de servicios públicos. A eso se unen las ofensivas contra la legalización del aborto, con propuestas para aumentar su criminalización en Brasil y amenazas a las feministas. Inspiradas por las argentinas, retomamos la construcción del Frente Nacional Contra la Criminalización de las Mujeres y por la Legalización del Aborto, con reuniones y manifestaciones por todo Brasil. Además, el día 8 de agosto nos juntamos a nuestras hermanas argentinas en su lucha por la legalización del aborto. Además del control de nuestras capacidades reproductivas, controlan nuestros cuerpos también a traves de la violencia. En 2017, Temer recortó 61% del presupuesto para el combate a la violencia sexista. Ya estamos viendo un crecimiento de este tipo de violencia, con la paralización de los procesos de juicio de los agresores y de atendimiento a las mujeres. Entre algunas de las principales lecciones de la resistencia en Brasil hoy están la necesidad de hacermos una lucha feminista antisistémica, esto es, antirracista y anticapitalista. Si no luchamos contra el golpe y sus ataques a la clase trabajadora, tampoco podremos luchar por nuestros derechos; también está la necesidad de construir un movimiento feminista de masas, enraizado en todo el país; por fin, la necesidad de construir una lucha internacionalista, conectando las diferentes formas de resistencia de las mujeres en toda América Latina y construyendo la unidad entre las diversas organizaciones en nuestro continente. El ataque del capital es contra todos los pueblos, y solamente unidos podremos hacerle frente y erigir una nueva sociedad, basada no en las necesidades del mercado, sino en las necesidades de los pueblos.
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