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El golpe y sus consecuencias Gilberto Carlos Cervinski Movimento dos Atingidos por Barragens
Brasil atraviesa un momento gravísimo. En 2016 la presidenta electa Dilma Rousseff fue injustamente depuesta por medio de un impeachment. Luego, el Poder Judicial brasileño condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva a 12 años y un mes de prisión. Lula es víctima de una condena política sin pruebas, que tiene como objetivo impedir que sea candidato a la presidencia de la República en las elecciones de octubre de 2018. Actualmente, Lula lidera todas las encuestas de intención de voto y sería electo presidente en la primera vuelta. Estos hechos son parte de un golpe contra la democracia y contra el pueblo brasileño. Hoy en día el gobierno brasileño es liderado por el ilegítimo y golpista Michel Temer, vicepresidente durante el gobierno de Dilma, que asumió el poder después del golpe. Para octubre de este año están previstas las elecciones, y por eso los sectores de la élite que articularon el golpe junto al Poder Judicial trabajan sistemáticamente para impedir que Lula sea candidato. El golpe fue organizado por la clase patronal contra el pueblo, contra la democracia y la soberanía nacional. El principal objetivo fue re-alinear a Brasil con el neoliberalismo y el servilismo al imperio estadounidense, para entregar las principales riquezas, privatizar el patrimonio público, imponer un ataque a los derechos sociales y laborales y acabar con las conquistas de la clase trabajadora de los años recientes. El plan es crear las condiciones para explotar más al pueblo y recuperar las tasas de lucro del capital. Para eso fue preciso dar un golpe, para recuperar el control pleno de todas las estructuras del Estado y establecer un gobierno cien por ciento alineado con el capital. América Latina es protagonista de luchas históricas contra la explotación europea y estadounidense y, en décadas recientes, contra el neoliberalismo. Estas luchas crearon condiciones para el ascenso de fuerzas y gobiernos progresistas, neo-desarrollistas, que por medio de políticas más progresistas ya no se alineaban totalmente con la política estadounidense. Desde 2003, los gobiernos Lula y Dilma buscaron diversificar el comercio mundial, con mayor articulación con China y Rusia a través de los BRIC. También se fortaleció la integración regional y latinoamericana, se promovieron cambios constitucionales y legales en el sector petrolero, ampliando el control del Estado y se fortaleció la articulación con Cuba en el área de salud.
Esas son algunas de las iniciativas que no se alinean totalmente con las políticas hegemónicas mundiales lideradas por los países imperialistas, que los incomodaba y dejaba insatisfechos con el comportamiento de Brasil en la geopolítica mundial. El golpe ocurrió en un contexto en que el gobierno brasileño había descubierto una de las mayores reservas mundiales de petróleo, el denominado pré-sal. Se estima que las reservas de este yacimiento sean de 176 billones de barriles, lo que puso a Brasil entre las cinco mayores reservas mundiales de petróleo. La crisis del capitalismo mundial de 2008 llegó con fuerza en Brasil a partir de 2012 y frente a esta situación el gobierno de la presidenta Dilma adoptó una serie de medidas progresistas para enfrentar con fuerza al sistema financiero internacional; entre ellas la reducción de las tasas de interés y el control de los precios de la energía eléctrica, en especial de usinas ya amortizadas. Esas iniciativas causaron gran insatisfacción en los sectores rentistas. A pesar de la profundización de la crisis, el candidato Aécio Neves (PSDB), representante del neoliberalismo, perdió las elecciones de 2014, y Dilma Rousseff fue electa para un segundo mandato. Desde entonces, los sectores derrotados en las urnas iniciaron una fuerte ofensiva para sacarla del cargo. El impeachment no tuvo que ver con acusaciones de corrupción. El pretexto usado por los políticos de la oposición fue la “pedaleada fiscal”, un procedimiento de rutina en la gestión del presupuesto en todos los niveles de gobierno, usado por la mayoría de los mandatarios. La presidenta depuesta no cometió ningún crimen; hasta ahora su nombre ha quedado fuera de todas las investigaciones, ya que no existe ni la menor sospecha de que esté involucrada en casos de corrupción. Rousseff será candidata al Senado Federal por el estado de Minas Gerais en las elecciones y lidera las encuestas. El golpe fue conducido por el capital financiero y las trasnacionales, banqueros, industriales y políticos financiados y comprometidos con los intereses del empresariado. También es ejecutado por la burocracia rica del Estado brasileño, que involucra al Poder Judicial, a una parte del Supremo Tribunal Federal, la Policía Federal y el Ministerio Público, además de sectores conservadores de iglesias pentecostales. Otros dirigentes del golpe son los empresarios de los medios de comunicación, en especial la Red Globo y sus filiales, históricamente al servicio de las élites y el capital internacional, inclusive durante el golpe militar de 1964. También la clase media cumplió un papel importante, organizando manifestaciones reivindicando el impeachment. La policía, supuestamente ligada a una operación de combate a la corrupción -la “Operación Lava Jato”- está cumpliendo un papel importante al servicio del proceso golpista, actuando al servicio de las grandes petroleras extranjeras para privatizar Petrobrás y entregar la reserva de petróleo brasileño al control privado. Actúa como una verdadera policía política, ataca a sectores progresistas y protege de investigaciones a políticos ligados al neoliberalismo. Hay fuertes sospechas de que los servicios de inteligencia de Estados Unidos están detrás de este mecanismo. Lo que ocurre en Brasil es parte de una estrategia del imperialismo sobre América Latina. Aquí hay enormes cantidades de petróleo (entre Brasil y Venezuela más de 400 billones de barriles), de agua y ríos -para el abasto humano y la generación de energía-, de tierra fértil y de minerales. Esto sumado a un parque industrial razonable y una clase trabajadora muy productiva. Es un territorio de gran potencial en la producción de valor, con cadenas industriales de producción de lucro. Claramente, una región así está en el foco de las grandes disputas por la hegemonía, sobre todo en un escenario de crisis mundial. Siempre que el pueblo brasileño vivió períodos positivos en la economía y la clase trabajadora logró avances, la burguesía trató rápidamente de adoptar medidas para revertirlos, acompañada por la extrema violencia contra la clase que trabaja. Para eso, adoptan un “estado de excepción” y de restricciones a la democracia, como parte de esta dinámica de expansión del capital. En estos 30 meses de golpe, Brasil pasa por un brutal proceso de destrucción de la soberanía, aumento de la explotación de la clase trabajadora, saqueo internacional de las principales riquezas y patrimonio público y empeoramiento de las condiciones de vida. Nunca en la historia existió un proceso tan violento de destrucción de todas las iniciativas que pudiesen convertir al país en una verdadera nación. El desempleo y el empobrecimiento del pueblo son brutales y el hambre volvió a ser una realidad para millones de familias. Actualmente Brasil tiene cerca de 13 millones de desocupados formalmente reconocidos. Otra consecuencia del golpe. Todos los avances en la industria del petróleo están en plena destrucción. La Petrobrás está en proceso de fraccionamiento y privatización. El Pré-sal está siendo transferido a empresas privadas extranjeras y se está implementando el modelo de mercado a través de la liberación de los precios, para que asuman parámetros internacionales. En el sector eléctrico, están previstas privatizaciones de las usinas hidroeléctricas, líneas de transmisión, subestaciones y distribuidoras de la estatal Eletrobrás. La idea es privatizar todo el sector. Como consecuencia directa, la violación de los derechos de las poblaciones afectadas aumenta. Otra consecuencia es la explosión del precio de las tarifas. Subieron los combustibles, el gas de cocina y la energía eléctrica, alcanzando los precios más altos del mundo, totalmente fuera de la realidad del país. Brasil produce con uno de los menores costos de producción, pero en este proceso el lucro lo paga el pueblo. La condena de Lula por el juez Sergio Moro es parte de la estrategia y los objetivos del golpe. Se trata de una persecución política, que además de inviabilizar su candidatura, busca criminalizar y perseguir a las organizaciones y líderes populares de izquierda, hasta aniquilarlos. No es fácil responder de forma organizada a esta situación, pero debemos seguir firmes en la resistencia, mejorar la lucha y construir una nueva estrategia política para la izquierda, fortaleciendo a la clase trabajadora para regresar al poder a mediano plazo. Esto es central para los pueblos latinos. Para esto es fundamental la unidad entre las fuerzas sociales. No alcanzan las buenas ideas, es necesario un fuerte compromiso con las aspiraciones del pueblo. ¡Agua y energía con soberanía, distribución de la riqueza y control popular!
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