Opinión
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Entrega inmediata
M

ucho hay de conocido en los programas, los anuncios y las promesas del presidente electo. Él mismo a veces mira al infinito y uno sabe que está recordando otros tiempos, tiempos en los que fue muy feliz, no sabemos muy bien por qué. Tal vez porque era joven, porque trabajaba con indígenas o porque jugaba beisbol diario. Sea lo que sea, la nostalgia lo invade y quiere volver a ese planeta azul que es el pasado.

En la administración pública no quiere mirar para atrás porque ahí sí, quiere que las cosas sean diferentes. La novedad es la celeridad con la que ha tomado posesión; igualmente sorprendente es la urgencia de Enrique Peña Nieto y los suyos por entregar secretarías, expedientes, decisiones a medias, oficinas semivacías, el papel membretado, las grapas y los clips, y salir rápidamente del escenario, de puntitas, con la esperanza de que nadie se acuerde de ellos. Quieren evitar ser vistos. Les aterra que ya de salida alguien los llame: Momentito joven, ¿usted adónde cree que va? Tenemos aquí unas cuentas que no entendemos. ¿Nos explica, por favor?

Este afán de salirse a la inglesa, como se dice, es muy diferente a la manera como Miguel Alemán se despidió de la silla –eso sí, con gran dolor– y entregó las oficinas a Adolfo Ruiz Cortines. Para empezar, como todo el mundo sabe, no se quería ir. Cuando la partida fue irremediable se organizó una Comisión de Homenaje Nacional al Presidente de la República que a lo largo de noviembre de 1952 celebró el cierre del sexenio con una extravagancia. Hubo todo tipo de festejos, bailes, serenatas, ceremonias de diversa índole. Se inauguraron avenidas, centros de salud, escuelas, talleres, el monumento a los Niños Héroes, la explanada de la Basílica de Guadalupe, Ciudad Universitaria. El sábado anterior a la entrega definitiva unos mariachis con botonaduras de plata le cantaron Las Mañanitas al señor presidente. Simultáneamente, en varias ciudades de la República, grandes, medianas y pequeñas otros conjuntos de mariachis también lo hacían. Como Alemán no se podía quedar, quiso que la despedida fuera inolvidable.

Ahora en cambio, el presidente electo ha entrado en funciones más de tres meses antes de que termine el mandato de Enrique Peña Nieto. No hay precedentes. Es muy largo el tiempo que un presidente electo tiene que esperar sentado a que su predecesor concluya los asuntos que tiene pendientes, firme concesiones a 50 años, contratos a 150 años y cierre la venta de terrenos federales. Además, Andrés Manuel López Obrador, nombró a su gabinete hace meses, durante la campaña, porque buscaba dar certezas al electorado, conjurar los rumores y la maledicencia. Lo logró, porque el equipo económico inspiró confianza, y a ellos les debe en parte la victoria porque su talante moderado tranquilizó a muchos.

Pocas ventajas tiene una entrega inmediata como la que está en marcha prácticamente desde el día de la elección. En parte se explica por la abrumadora mayoría de votos que recibieron los candidatos de Morena. Algunos de los problemas que se pueden anticipar tienen que ver con la responsabilidad de los funcionarios. Primero, el servidor público hoy responsable de un caso, de un asunto, le entrega a uno de los funcionarios del equipo entrante un expediente de urgente resolución con el que ha estado trabajando desde 2010. ¿Entrega la responsabilidad con el expediente? ¿Hay alguna razón, fuera de la caridad cristiana, por la que el funcionario entrante esté dispuesto a asumir la responsabilidad del expediente en cuestión? En segundo lugar, la incursión de los nuevos funcionarios en las que son sus futuras oficinas puede prestarse a conflicto, porque todavía no hay reglas para convivir, y tampoco parece bien terminada la definición de la materia de trabajo. No parece tan buena idea adelantarse de esta manera al calendario de la burocracia. Es grande el riesgo de confusiones y errores; sobre todo, si los funcionarios que se van escapan a su responsabilidad. Mucho nos han dicho que será ésta una transición ordenada. No lo parece. Enrique Peña Nieto es presidente hasta el primero de diciembre, y hasta entonces, único responsable de la conducción del gobierno; pero si él ya no es presidente en funciones y AMLO es apenas presidente electo, ¿dónde está el piloto?