ste año se cumplieron 200 del natalicio de Karl Marx; 170 de la publicación (en coautoría con Friedrich Engels, “el joven que vino de Manchester, dice Edmund Wilson), del libro que puso sus ideas en el centro del debate político mundial, El manifiesto del Partido Comunista; y 150 de su devastador, meticuloso, preciso análisis del funcionamiento del capitalismo industrial, muchos de cuyos descubrimientos y aportes siguen describiendo en buena medida al capitalismo financiero de hoy: El capital: crítica de la economía política.
En México, algunos colectivos y grupos de la izquierda que se siguen definiendo como comunistas realizaron conmemoraciones con escaso o nulo eco público. Los actos académicos fueron también poco visibles, a pesar de que más allá de sus propuestas políticas o sin necesidad de adscribirse a ellas, es evidente que la historia, la economía y las ciencias sociales del siglo XX no pueden concebirse sin el aporte del marxismo, lo mismo que los espectaculares avances científicos y tecnológicos de la misma centuria.
En la izquierda nacionalista, muchos de cuyos militantes nos formamos en la tradición marxista, casi no hicimos nada. Sin duda, porque insertos hasta el 30 de junio en una campaña en que tuvimos que hacer frente a una muy agresiva guerra sucia y a constantes calumnias, algunos preferimos no abrir frentes de discusión que, sabíamos, serían tergiversados para calumniar. Hablar de Marx llevaría a los tergiversadores a acusarnos de comunistas
y/o de cómplices de los inenarrables crímenes del comunismo.
¿De verdad? ¿Marx es el culpable de los crímenes de cuantos en el siglo XX se dijeron comunistas (desde las hambrunas ucranianas de los años 30 y las purgas y los gulags estalinistas o la despiadada revolución cultural
maoísta, hasta la brutalidad del Khmer Rojo o Sendero Luminoso)? Equivale a decir que Jesucristo es culpable de los crímenes de la Inquisición, de los papas despiadados e incestuosos del Renacimiento, de la complicidad de la Iglesia con Hitler, de las Guerras de Religión o de las conquistas y masacres que españoles y portugueses perpetraron en su nombre en el siglo XVI. O que Adam Smith y Montesquieu (por poner teóricos) son responsables de los genocidios y masacres perpetrados durante la expansión imperial de Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos de 1870 a 1960).
¿Comunistas? Los neoliberales de hoy, máxime entre los más iletrados, han hecho suya la definición de los persecutores estadunidenses de la posguerra, para quienes “cualquiera que desafiase el statu quo… y buscase luchar por el bienestar de los trabajadores… era un comunista” (Josep Fontana, El siglo de la revolución, p. 292).
Imposible tratar de explicarles que un comunista es quien propone la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y que casi todo eso a lo que se llamó socialismo
en la segunda mitad del siglo XX, está inserto en la lógica del capital y, por tanto, fuera del pensamiento y las propuestas políticas de Marx. Imposible tratar de explicarles que recordar a Juárez o a Cárdenas no implica repetir propuestas, resultados de otras épocas, sino recuperar legados y discutir posibilidades presentes.
Imposible recordarles que eso que se llamó socialismo real aportó enormes avances técnicos y científicos, y que su derrota en la guerra fría no estaba escrita, que el resultado pudo ser distinto (podría recomendar, para tener una visión general, los dos grandes libros de síntesis sobre el siglo XX: el ya citado de Fontana, y el de Eric Hobsbawm). Podría recordarles que hemos escrito que la caída del socialismo realmente existente
no significó el fin de la explotación capitalista y las formas de opresión que la acompañan, por lo que era evidente que la idea comunista renacería. Y hemos planteado que para ello es imprescindible una implacable crítica histórica de lo que fue ese socialismo y las razones de su fracaso (https://bit.ly/2Pq3dYI).
El odio contra el comunismo
y la descalificación de todo aquel que desafíe el statu quo como comunista, demuestra que a 170 años, un fantasma recorre el mundo: el fantasma del comunismo.
Una de las razones del visible fracaso del neoliberalismo rapaz consiste en su completo desprecio por la historia. Hay que revertirlo y nos enfrentamos a un desafío: el año que entra se cumplirán 100 años del asesinato de Emiliano Zapata, y 500 de la llegada a estas tierras de Hernán Cortés al frente de un puñado de aventureros. ¡Cómo enfrentaremos esos hechos enormemente simbólicos, indudablemente trascendentes?, ¿ignorándolos, como los anteriores gobiernos y sus propagandistas?
Posdata para tergiversadores: el proyecto de Morena y las propuestas de AMLO no tienen nada de comunistas. Ni quiero que las tengan.
Twitter: @HistoriaPedro