sta semana se efectuaron actos relacionados con la violencia –justicia para las víctimas, perdón, etcétera– y al mismo tiempo otro foro denominado ‘‘Uniendo esfuerzos por la lactancia materna”; asimismo se anunciaron nombramientos en la Secretaría de Educación Pública –Gilberto Guevara Niebla– que buscan equidad y calidad. Foros que me llevan a escribir sobre la poca importancia que se le ha dado, en mi opinión, a la educación prescolar, que es clave de la educación.
Como anillo al dedo cae a la mexicanísima Llorona, Lope de Vega, en este tema. En su imaginación creadora, después de sus múltiples aventuras galantes y las canciones de cuna cantando la entrada al mundo de Cristo, o cualquier niño. ¿Sería tal la transformación de Lope, el mujeriego, a la ternura maternal? O sería la forma de sublimar la muerte de su pequeño hijo Carlos, que lo afectó profundamente.
Con ese trágico suceso Lope de Vega se acerca a su época. Y lega a la humanidad su poesía de canción de cuna. La ternura filial. Versos que parecen una elaboración del duelo, de la muerte de su hijo y son aprendizaje en la educación prescolar.
Mezcla de ternura y dolor, enmarcada en una musicalidad no superada de las canciones de cuna e infantiles, Lope de Vega une lo humano y lo divino, la ternura y el vacío, lo traumático y su elaboración, lo festivo y el dolor.
Oigámoslo cantar, enlazado a la Llorona que llora la muerte de sus hijos. En esta época de muertos por hambre, generadores de delincuencia y respuestas más violentas del Estado por supuesto guerrillas entre narcos que vivimos con terror.
‘‘Pues andáis en las palmas
ángeles santos
que se duerme mi niño
tened los ramos.
Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto
que no le hagan ruido
que se duerme mi niño
el niño divino
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso
sosegar quiere un poco
del tierno llanto
que se duerme mi niño.”
A esto se agrega la emoción delirante que el español Miguel de Cervantes Saavedra sabía proyectar en forma exquisita, la representación visual de los objetos, llena de encanto pictórico, y aunque atenuado también lo sensual, lo erótico, cancelado para las costumbres y moral de su época, que no podían entender las imágenes en movimiento y la verdad de su canto:
‘‘Rigurosos hielos
lo están cercando.
Ya veis que no tengo
con qué guardarlo;
ángeles divinos
que vais volando
que se duerma mi niño
y tened los ramos.”
Versos que tocan la sensibilidad mexicana que ha vivido muertes de niños y muertes sicológicas de nuestros hijos no elaboradas que llamamos neurosis traumáticas.