Opinión
Ver día anteriorSábado 28 de julio de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Takemitsu, Tambuco, tiempo
A

diferencia de numerosos lugares civilizados en los que el verano es sinónimo de explosión de festivales artísticos, en julio y agosto esta ciudad parece entrar en un profundo sopor, casi un coma cultural. Pero aun en medio del desierto veraniego, es posible encontrar algunas soberbias sorpresas sonoras. El fin de semana pasado, sábado y domingo, la Orquesta Sinfónica de Minería programó una joya absoluta de la música contemporánea: From me flows what you call time, del japonés Tōru Takemitsu (1930-1996). En principio es posible afirmar que la pieza es ante todo un sofisticado y evocativo estudio en timbres instrumentales; a una orquesta rica y diversificada, Takemitsu añade un quinteto solista de percusiones encargado de un vasto arsenal de instrumentos provenientes de al menos cuatro continentes, y propone roles destacados para dos arpas y una celesta que no hacen sino enriquecer su asombrosa paleta de colores sonoros. Para las partes solistas fue convocado, evidentemente, el cuarteto Tambuco, con la complicidad de Iván Manzanilla, uno de sus miembros fundadores.

Una audición atenta de esta espléndida obra lleva al oyente a encontrar datos inconfundibles de eclecticismo; pero si en mucha música de hoy el eclecticismo se convierte en olla podrida, collage, pasticcio o rompecabezas indescifrable, en From me flows what you call time es una refinada manifestación del espíritu curioso e incluyente del compositor japonés. Este eclecticismo se manifiesta no sólo en las cuestiones de estilo sino también, de manera más sutil, en la refinada continuidad (¿o discontinuidad?) armónica que propone Takemitsu. Así, hay en la obra diversos episodios marcados por dulces acordes mayores, contrastados de pronto con construcciones sonoras a base de escalas de tonos enteros y, también, alternados con el empleo sabio y sutil de poéticas pinceladas pentáfonas. Por cierto, y hablando de pentafonía y números, ¡con qué claridad expresa Takemitsu la importancia del número cinco en la concepción y realización de esta obra! Además del sólido uso constructivo de un motivo de cinco notas como una de las anclas estructurales del discurso, hay cincos por todas partes, empezando por los cinco percusionistas solistas y pasando por dos juegos de cinco campanas colgantes, tañidas con dos juegos de cinco listones de colores. A la vez, el manejo del tempo y del tiempo en esta obra es de un refinamiento sublime.

¡Qué difícil, elegir momentos destacados de una partitura tan rica y compleja! Sin embargo, entre los puntos cimeros indudables está un episodio a manera de cadenza en el que Takemitsu propone una sucesión de solos de gongs, cencerros, steel drums y ocho lengüetas de teponaztli cuyo resultado es magia sonora pura. Sobra decir que en las manos y las baquetas de Tambuco y Manzanilla, este y los demás episodios de percusión, tanto los solos como las amalgamas con la orquesta, resultaron de un altísimo nivel técnico y expresivo.

No está de más comentar que el público veraniego, dedicado enjundiosamente a clamar por más boletos para la Novena de Beethoven de fin de temporada, se abstuvo de llenar la Sala Nezahualcóyotl para las ejecuciones de esta gran obra de Tōru Takemitsu; ellos se lo perdieron. Como tampoco está de más destacar que los conciertos (que incluyeron obras de Dvořák y Saint-Saëns) fueron dirigidos por Jesús Medina, quien convocado de último minuto a hacerse cargo del programa, realizó una labor encomiable en la preparación y ejecución de From me flows what you call time, partitura ciertamente compleja.

Como colofón, va la enfática recomendación de acercarse a la igualmente destacada contribución de Takemitsu a la música cinematográfica, mirando y escuchando con atención singular esa obra maestra del cine de samuráis, Ran (Akira Kurosawa, 1985), portentosa adaptación de la historia del rey Lear que, entre otras cosas, cuenta con una soberbia pista musical, sin duda el mejor trabajo fílmico de Takemitsu.