a expectativa generada por los resultados de la elección reciente es que permitirá abrir espacios en la definición de las políticas públicas.
El sistema de gestión y gobierno que prevaleció por muy largo tiempo fue severamente cuestionado el primero de julio.
El criterio de apropiación patrimonial en el ejercicio de la política llegó a un clímax en el sexenio que está por terminar y se abre un espacio para una administración más proba.
Los nuevos espacios en el campo político y económico parecen hoy posibles; habrá que materializarlos y crear las condiciones para que se sostengan.
Los cambios de miras, por sí mismos, no provocan los desastres que tantos anunciaban durante la campaña electoral. Modificar las prácticas del poder y los criterios de gobierno habrá de hacerse con tino.
La elección genera ilusiones. Éstas contribuyen a cambiar los ánimos en estado depresivo y las achatadas perspectivas. Pero la realidad exige que se consiga hacer un buen gobierno.
En materia de crecimiento y desarrollo hay mucho por hacer con una visión política y unos medios técnicos distintos de los que se han entronizado en la gestión pública.
Se pueden administrar los recursos públicos con otros criterios. Proponer un presupuesto federal no está sometido a reglas inviolables y criterios únicos; expresa una visión de gobierno. Por eso mismo es una gran responsabilidad. Un aspecto central tiene que ver con la asignación del gasto de inversión.
De modo convencional, el proceso de crecimiento económico se concibe a partir de modelos macroeconómicos que agregan mediante conceptos genéricos. Pero el proceso dinámico necesario para la expansión sostenida del producto, el ingreso, el empleo y la misma tributación ocurre a escala microeconómica. El gasto de inversión que hace el gobierno debe soportar las actividades privadas y colectivas que generan valor y riqueza.
Para asignar los recursos tiene que haber proyectos, y éstos han de cumplir una función táctica en la promoción del crecimiento, con las menores desviaciones posibles. De otra manera se provoca un desperdicio de valor y energía. Es a escala micro en la que se puede modificar el patrón de la desigual distribución que hoy existe.
Definir los proyectos, articularlos y financiarlos, este es un problema esencial que tienen enfrente las próximas secretarías de Hacienda y Comercio para alterar de manera significativa las capacidades de producción. La exigencia es mayúscula y la coordinación entre ambas es indispensable.
Esto no se asocia sólo con los grandes proyectos que pueden mostrarse en las giras. Se trata de la diversidad de obras que contribuyen a la expansión y la eficiencia del sistema económico.
Es la infraestructura en una visión amplia que abarca aspectos como la red de caminos vecinales para la movilidad de las personas y los productos, los medios de transporte, la gestión crucial del agua para muy variados usos, la capacitación técnica para el trabajo, la incorporación de tecnología por escalas de uso, la adecuación de los diversos mercados laborales, la disponibilidad de crédito especializado y la formación de su precio por segmentos de la población en función de cómo reproducen las formas de generación de su ingreso.
Cada una de las regiones, zonas, grupos sociales y actividades económicas se desenvuelve en condiciones particulares y su entrelazamiento virtuoso es lo que provoca el crecimiento y el desarrollo. Es ahí donde se deben abrir nuevos espacios de gestión. Es de ahí donde se conforma la macroeconomía y sus inestables equilibrios.