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Rafael Doníz aprendió a ver los mundos que sólo una cámara puede revelar

Lanza libro con más de 130 fotos captadas entre 1973 y 2017

 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de julio de 2018, p. a14

Rafael Doníz (1948) nació en Ciudad de México y aprendió a ver con un chamán de la lente llamado Manuel Álvarez Bravo, de quien asimiló el oficio de captar instantes extraordinarios y todos los trucos de la lente y la película de plata, expresa el caricaturista Rafael Barajas El Fisgón en el texto que escribió para el libro del fotógrafo.

De su maestro aprendió a ver los mundos que conviven silenciosamente con nosotros y que sólo una cámara puede revelar. En Rafael Doníz. De gigantes y otras quimeras (Artes de México/Rama Ediciones), el monero anota que a lo largo de su vida, en varias ocasiones, el fotógrafo ha hecho mancuerna con otro chamán maravilloso de nombre Francisco Toledo, con quien también ha explorado universos paralelos y maravillosos. La oda de este dueto hubiera sido la envidia de Diego Rivera.

La columna vertebral de la obra está formada por “series temáticas que el artista ha trabajado a lo largo de meses y años. Sus instantáneas sobre el movimiento popular de Juchitán son parte de la historia del Istmo de Tehuantepec. Su serie Héroes anónimos es un canto al trabajo de los obreros y artesanos mexicanos. Sus imágenes de las cuevas de Yagul y Mitla, en los valles centrales de Oaxaca, ayudó a poner en relieve la importancia de este lugar que la Unesco consideró patrimonio de la humanidad”.

Según El Fisgón, el ensayo fotográfico que Doníz ha realizado en De gigantes y otras quimeras es, sin duda alguna, su trabajo más personal. También es un esfuerzo científico de gran magnitud. Algunas tomas aportan información valiosa acerca de la naturaleza diversa de estas especies y registran sus usos y costumbres. Las historias que cuentan estas tomas son memorables, agrega.

En su texto Doníz en sus palabras (y en palabras de otro Rafael), Rafael Vargas señala que con poco más de 60 libros en su haber, ésta es la primera vez que el fotógrafo publica un proyecto realizado íntegramente en espacios urbanos y, en gran medida, en Ciudad de México, a la cual corresponden casi dos tercios de las imágenes que aquí se presentan. Coincide con El Fisgón en que es uno de los proyectos más personales de Doníz, así como uno de los que con más paciencia ha cultivado.

Foto
▲ La columna vertebral de la obra está formada por series temáticas que el artista ha trabajado a lo largo de meses y años. En la imagen, Cuando el futuro nos alcance (1989)

De gigantes y otras quimeras incluye más de 130 imágenes captadas entre 1973 y 2017, un periodo de 44 años, casi dos tercios de la edad que hoy tiene su autor. Es decir, era un muchacho de 25 cuando comenzó, sin saberlo, a preparar este libro.

Tomas insólitas

La presente es una edición de tomas insólitas como Deseada (2014), foto que adorna la portada y muestra cómo una giganta reposa, hermosa y semidesnuda, en un anuncio espectacular; algunos humanos, deseosos de tocarla, se quitaron la camisa y se treparon al letrero; al escalarla, le pellizcaron la dermis, pero ella no se inmutó.

Barajas acota que el hecho de que los lascivos alpinistas hayan quedado congelados en el tiempo y paralizados en el cuerpo de la bella nos dice que la capacidad mimética de los seres monumentales es muy contagiosa.

A Doníz le interesa incitar a la gente a que vea lo que está ahí, ante sus ojos, día tras día, pero que a veces la prisa, la tristeza, el cansancio, o las preocupaciones les impide observar, según palabras recogidas por Vargas.

Le importa “reconocernos en nuestra ciudad si queremos reinventarla. Ésta no es sólo un cúmulo de problemas ni una página de nota roja. Su lado terrorífico –abrumadoramente real– no me interesa en este trabajo, que es como un pequeño refugio que quiero compartir con quienes habitan conmigo esta ciudad”.