El recinto dedica exposición al compositor estadunidense
Jueves 12 de julio de 2018, p. a10
Una jaula para Cage no es pleonasmo. Es uno de los muchos resultados que germinaron de la relación del músico estadunidense con México, como muestra el Museo Jumex en Pasajeros 03: John Cage, exposición que documenta dos visitas del personaje a nuestro país, en 1968 y 1976, donde su experimentación con el silencio, el ruido y el timbre halló un espejo interlocutor.
‘‘Todo mundo habla de que Cage tenía una personalidad fantástica y un gran sentido del humor. Lo imaginamos como un genio intelectual, pero en casa de Conlon Nancarrow probó el huitlacoche. Para él su trabajo, la música, y la vida no están separados”, apunta el curador de la muestra, Gabriel Villalobos, en entrevista con La Jornada.
La exposición, añade, retrata la genialidad, pero también las facetas más personales. Efectuó sus visitas ya como una gran figura y ‘‘se encontró con pares haciendo un trabajo igual de interesante que en otros lados y pudieron compartir ideas”.
Arnaldo Coen construyó una estructura visual de un cubo, el escritor Francisco Serrano lo convirtió en poema, después el compositor Mario Lavista hizo una partitura basado en la geometría. En realidad, la figura tridimensional se trata de una composición musical para piano preparado. Jaula, titularon el homenaje, palabra que en inglés se dice ‘‘cage’’.
Las instrucciones de Lavista para interpretar esta pieza se pueden leer en una vitrina, en la que penden unos audífonos para escuchar las notas que se reprodujeron por primera vez en 1977, en la sala Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Fotografías, cartas, poemas, publicaciones, pintura y video integran la muestra en la que se aprecian los gestos de amistad y creación del compositor John Cage (Los Ángeles, 1912-Nueva York, 1992) con intelectuales en México, como Octavio Paz, Nancarrow, Lavista, Coen y Nicolás Echevarría.
‘‘Un eje transversal de la exposición es retratar la amistad con mexicanos, con quienes mantenía correspondencia y hacían colaboraciones”, explica el asistente curatorial en el Museo Jumex.
y Dorothy Norman/ Museo Jumex
Dos creadores de música que superaron los límites de lo canónico y echaron mano de trucos mecánicos sonríen en blanco y negro: Nancarrow y Cage. Al lado, una página impresa con el poema que éste dedica a su colega: ‘‘La música que haces no es como cualquier otra: gracias”, se lee en inglés, en el recinto de Miguel de Cervantes 303, colonia Granada.
En julio de 1968 fue la primera visita del hombre de los pianos preparados. Tenía 55 años, en la plenitud del reconocimiento; el mundo vivía juventudes en ebullición de rebeldía y México se preparaba para hospedar las olimpiadas, que no sólo atrajeron a atletas, sino a un cúmulo de artistas como parte de un ambicioso programa cultural.
Al lado de la compañía de ballet de Merce Cunningham, el compositor de la famosa y multiversionada 4:33 llegó al Palacio de Bellas Artes. Durante esa estadía departió con varios mexicanos. Un testimonio es una fotografía, con Cage al centro en una carcajada, rodeado por el director artístico Eduardo Mata y el pintor Eduardo Terrazas.
Años antes, en París, reunido con amigos, surgió la promesa de volver a coincidir en México un lunes, al año siguiente. Dos de los comensales eran Octavio Paz y su esposa Marie Jo. Finalmente la cita no se dio. En cambio, dio título al libro de Cage, A year from monday. En una carta el músico avisa al poeta que su texto está por publicarse y que por fin visitará el país. Paz recibe la noticia en India, donde era embajador.
En 1976 regresó invitado por la Universidad Nacional Autónoma de México para ofrecer un recital y conferencias sobre sus teorías musicales. Cage vino otras ocasiones al país, pero fueron en un ámbito privado.
La exposición se inscribe en el ciclo Pasajeros, que explora influencia de varios extranjeros en México. ‘‘La idea es que sean de pequeño formato, documentales y retraten la relación del personaje con nuestro país”. Cage es el tercer invitado, antes fueron fueron el director teatral Jerzy Grotowski y la crítica de arquitectura Esther McCoy.