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Atesora camarero 15 mil piezas de origami; los clientes las dejaban de propina‘‘a la japonesa’’
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▲ Yuki Tatsumi, con algunas de las piezas de origami que ha coleccionado, captado en Kameoka, Kyoto, donde trabajaba en una taberna.Foto Afp
 
Periódico La Jornada
Viernes 6 de julio de 2018, p. 7

Kameoka

Yuki Tatsumi era camarero en una taberna japonesa de Kyoto, cuando un día se vio sorprendido por el objeto que un cliente dejó en la mesa: un sobre de papel para los palillos, plegado de forma abstracta. Así nació una colección de 15 mil piezas de origami creadas por clientes de restaurantes con trozos de papel.

‘‘Esta primera pieza bien hubiera podido acabar en la basura’’, recuerda el joven de 27 años. Pero le hizo reflexionar. ‘‘¿Y si era un mensaje que me enviaban los clientes? De repente, quitar las mesas se convirtió en algo divertido’’.

En Japón no es costumbre dejar dinero a los camareros, pero Tatsumi acabó por pensar que las obras de papel eran como una propina ‘‘a la japonesa" y empezó a aguardar que llegaran más y más.

No tardó en constatar que existía una variedad de estas miniobras de arte dejadas por los comensales. Nada sorprendente en un país en el que al arte del origami (papel plegado) es un pasatiempo muy popular y se enseña en el colegio.

‘‘Descubrí que muchos de ellos tenían formas que en Japón traen buena suerte, como un abanico, una grulla o una tortuga’’, cuenta. ‘‘Incluso vi una mesa transformada en acuario, con papeles plegados en forma de peces y de algas’.’

Encantado con estos hallazgos, decidió indagar en otras partes y pidió a otros restaurantes que le dieran esos pequeños regalos dejados por los clientes.

¿Exposición en París?

En abril de 2016, se puso en camino para viajar un año por Japón, pidiendo a restaurantes, tabernas y puestos de tallarines que compartieran con él sus sobres plegados.

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▲ Obras de papel plegado, sobre estas líneas y en las imágenes inferiores, creadas por Adolfo Cervantes con esa técnica.Foto cortesía del artista

Hubo reacciones de todo tipo de los dueños de los establecimientos, entre la curiosidad y el recelo. Al final, 185 negocios, desde la isla de Hokaido hasta las comarcas de Okinawa, prometieron guardar todo lo que encontraran para enviárselo.

‘‘Muchos dueños de restaurantes que me ayudaron me dijeron que ahora sentían que eso era mucho más gratificante que una propina con dinero’’, dijo Tatsumi.

Hoy trabaja de investigador en un museo de arte de Kameoka, cerca de Kyoto, y tiene unas 15 mil piezas, cada una guardada en una cajita de madera, como joyas.

Muchas son simples: un reposa-palillos de papel, por ejemplo. Pero otras están más elaboradas, como un pequeño vestido blanco y negro o un sobre azul doblado y enrollado en forma de serpiente.

Ve en ello un medio de comunicación entre clientes y camareros y le inquieta pensar que cada vez hay más establecimientos en los que el pedido se hace con un aparato. ‘‘Entrar en un restaurante y tratar con una máquina, no creo que te dé ganas de fabricar objetos, pues sólo se crean cuando las personas se comunican directamente’’, sostiene.

Tatsumi ya ha expuesto su colección de trofeos en Japón y prevé presentarla en París o Corea del Sur este año.

‘‘Japón es un país muy rico, donde uno puede encontrar algo de comer en cualquier lado y a toda hora, pero tengo la impresión de que la gente siente menos gratitud que antes hacia lo que tienen y hacia quienes preparan los alimentos.

‘‘El dinero no es el único medio para expresar sentimientos positivos’’, concluye.