ada elección es diferente. Pocas veces se había observado el alto nivel de rechazo del gobierno saliente. Enrique Peña Nieto carga el peso de un régimen corrupto, cómplice e impune. Hay desencanto e ira entre la ciudadanía que, sin duda, se reflejará en los resultados de la jornada electoral de este domingo.
La atmósfera política de las campañas ha sido ríspida. La confrontación y la descalificación de los candidatos ha sido la tónica que se ha impuesto a las propuestas y al proyecto de país. Mentiras, denostaciones y falsas noticias han enrarecido la discusión incluso en el seno de las familias y comunidades. Lo que dificulta la necesaria atmósfera de paz y la necesaria reconciliación poselectoral.
De manera esquemática resalto algunos rasgos distintivos del proceso electoral.
1. Extrañas alianzas político electorales. PAN-PRD y Morena-PES son ejemplos de la pérdida de la identidad ideológica. Las trayectorias partidarias han cedido al pragmatismo electoral.
2. Violencia electoral. Como pocas veces en la historia reciente hemos presenciado tantos asesinatos políticos en el contexto de las contiendas electorales. Lamentable que ni el gobierno ni las autoridades electorales hayan frenado la violencia política. Generan inquietud en la población que contribuye a la llamada elección del miedo
que inhibe la participación electoral ciudadana. Los métodos del crimen organizado utilizados en el estado de México en 2017 se han radicalizado en el actual proceso. Sospechas más que fundadas de vínculos de la política con bandas criminales en todo el país. Hay diversos esquemas de colusión, colaboración y cooptación. Quedan en la impunidad más de 130 asesinatos perpetrados principalmente en Guerreo, Veracruz, Puebla y Michoacán.
3. Alto grado de desconfianza en las autoridades electorales. Diversas mediciones cuestionan el comportamiento sesgado del INE, el TEPJF y la Fepade. No han sabido contener el uso de los programas sociales en la compra y coacción del voto de aquellos sectores pobres y vulnerables de la población. María Amparo Casar, presidenta de Mexicanos Contra la Corrupción, detalló la ruta del dinero ilegal en las campañas en la que por cada peso que los partidos muestran de gasto de campaña hay 15 pesos por debajo de la mesa. ¿Dónde está la fiscalización del INE? Hay una crisis de credibilidad de la electocracia
que se ha blindado frente a las críticas y señalamientos. El instituto electoral es una estructura autorreferencial, fruto de un largo proceso de ciudadanización que está lejos de garantizar la certeza y la imparcialidad. Las instituciones electorales son nidos de conjuras e intranquilidad para la democracia.
4. La decepción de los independientes. La apuesta esperada por las candidaturas de los candidatos ciudadanos independientes ha sido un ejercicio de desencanto y frustración, sobre todo, a escala presidencial. Porque ni son ciudadanos ni mucho menos independientes.
5. Irrupción política de los pentecostales. El PES logró la mejor negociación política posible ante Morena. En su escenario ideal podría contar con 45 diputados federales. No son todos los evangélicos, cierto, pero son los pentecostales más conservadores que cuestionan al Estado laico como un estorbo. Como en toda América Latina, la politización de agrupaciones religiosas evangélicas tiene un corte fundamentalista, en especial en torno al aborto, la familia tradicional, discurso contra las mujeres, los homosexuales y las minorías seculares. Sea cual fuere el resultado, los evangélicos serán los triunfadores de las elecciones de 2018.
6. Reacomodo profundo del sistema de los partidos políticos. Las elecciones son una lucha por el poder en que partidos y actores políticos se reacomodan y realinean. El proceso electoral ha implicado daños internos. El PAN ha resentido profundas fracturas, los diversos feudos respiran el encono de la conspiración interna. Se habla ya de una necesaria refundación. El PRD, muy debilitado y las tribus sobrevivientes muy desgastadas; algunos vaticinan su desaparición. En el PRI, su suerte dependerá del voto de castigo de la ciudadanía que podría ser catastrófico. La puntilla de la debacle del Grupo Atlacomulco en el poder y la disputa por nuevos liderazgos.
Las encuestas y percepciones enfilan un claro ganador a escala presidencial. Habrá que constatarlo en las urnas. Sin embargo, es diferente en cuanto a los congresos, federal y locales, gubernaturas y alcaldías en juego. A estas alturas un fraude contra AMLO significaría un golpe de Estado electoral. Pero queda abierto el comportamiento delictivo de los operadores electorales a niveles locales. Lo veremos.