16 de junio de 2018     Número 129

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Muxes: tradición y transgresión


Lukas Avendaño encarna la compleja identidad de los/las muxes del Istmo de Tehuantepec, lugar donde nació. FOTOS: Mario Patiño, Performance Art Mexico

Leonardo Bastida

Dios le encargó a San Vicente repartir a los muxes por todos los pueblos de Oaxaca, sin embargo, mientras pasaba por Juchitán, se le rompió la bolsa donde les cargaba, y por eso se asentaron en esta población ubicada en el corazón del Istmo de Tehuantepec, la estrecha cintura de la República Mexicana que divide al Golfo de México del Océano Pacífico con apenas 215 kilómetros de franja terrestre.

Esta región, inmortalizada por artistas como Frida Kahlo, quien hizo del traje de terciopelo negro con colorido florido, su emblema; Diego Rivera, quien con sus pinceladas contribuyó a colorear el imaginario colectivo sobre esta zona del país, y la lente del cineasta ruso Serguei Eisenstein, la cual captó la singular alegría vivida en estos pueblos,  donde se beben aguas de horchata heladas, se comen tlayudas o platillos hechos a base de pescado y mariscos, sin olvidar la dulzura de los frutos de temporada como el mango o el tamarindo, ha captado la atención en los últimos años por la aparente aceptación social de un denominado tercer género: los muxes.

El origen de la palabra es desconocido. Algunos dicen que es zapoteca, otros que es nahua, pero no hay un acuerdo sobre su significado ni su surgimiento como vocablo.  En lo que sí hay consenso es en determinar que su presencia social es característica de la cultura zapoteca istmeña, en cuyo interior, se les habla en masculino o femenino, pero se sabe que no son como las demás personas.

Asumen las tareas de la casa, el cuidado de las personas mayores, las labores de la cocina y algunas otras funciones que, por su sexo de nacimiento, no deberían de realizar, conforme a las normas sociales, pero que, de acuerdo con su expresión de género, no tienen el menor empacho en hacer. 

Más allá de Juchitán

Tras la muerte de una de sus vecinas, con quien convivió durante muchos años, Manuel o Deborah, como se le guste llamar, se hace cargo de la preparación de los alimentos para dar a quienes vienen de lejos para dar el adiós a su persona querida, sobre todo familiares que ya viven en otros estados de la República, y para quienes asisten a los rezos del novenario vespertino.  Su labor es igual a la de otras mujeres, e incluso, a veces, lleva la batuta al momento de tomarse decisiones y organizar, pues a lo largo de los nueve días esperan a más de 50 personas por rosario.

De cabello largo y liso negro, una coleta es uno de sus principales signos identitarios, al igual que el habla, pues ocupa la persona masculina y femenina de manera indistinta para referirse a su persona. Sólo en festividades suele ocupar un vestido de tehuana o atuendo femenino. En el día con día viste una playera, pantalón o short, para mitigar las temperaturas de más de 30 grados recurrentes en Ciudad Ixtepec, un poblado a 20 minutos de distancia de Juchitán.  

Autoidentificado como muxe, cuida de su madre, apoya las labores de cocina en otras casas, y en general se hace cargo de actividades tradicionalmente asociadas a las mujeres. Estudios antropológicos y sociológicos mencionan que en algunos hogares “son considerados una bendición” porque serán quienes estarán al cuidado de los padres y madres hasta el final de sus vidas.

Manuel es querido en la comunidad, todas las personas le saludan, le invitan a su casa y platican con él en la calle cada vez que lo ven, pero señala que no es tan fácil vivir a su manera, como se había dicho por varios años, al grado que se definió al Istmo como “un paraíso queer”. Sin embargo, no es raro que cuando Manuel u otros muxes de Ixtepec caminan por las calles se diga que “ahí va el puto” o se hagan bromas en torno a la posibilidad de un encuentro sexual.

Juchitán es la comunidad más visible en torno a la diversidad sexual, probablemente el espacio social donde mayor capacidad de injerencia y movilidad tienen, incluso a nivel político. Pero tienen presencia en todos los poblados de la región como el propio Ixtepec, Ixtaltepec, Santa Rosa, Tehuantepec, El Espinal, entre otros.


“No soy persona. Soy mariposa”.

Bajo la sombra otorgada por el amplio follaje de los árboles, a la orilla de un riachuelo que inunda los diferentes ojos de agua de la zona, auténticos oasis de frescura ante las temperaturas ambiente superiores a los 30 grados centígrados, en una palapa se ofrece comida, bebidas heladas y botanas para pasar el rato. A diferencia de otros espacios similares, aquí la atención la brinda Niurka, una muxe, quien vive con una identidad de género de mujer en su día con día.   

Un par de zapatos, un poco de maquillaje y el pelo más largo de lo común es lo que caracterizaba a la comunidad muxe, contaba Eli Bartolo, líder histórico, fallecido en 2015. En sus reflexiones, aseguraba que se expresión se modificó cuando llegaron los medios de comunicación a la región y comenzaron a difundir la imagen de hombres vestidos con traje típico de la zona, y es la que más ha asociado la gente con respecto a ellos, e incluso, muchas integrantes de las nuevas generaciones han asumido, pero no siempre fue así, ni todas ni todos la comparten.  

Lucha social

En la década de los 80, el VIH también llegó a México y a sus diferentes regiones, y la franja istmeña no fue la excepción. Una de las primeras respuestas la dio la comunidad muxe, surgiendo las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, un colectivo, que después paso a ser organización, enfocado a las labores de prevención de nuevas infecciones en la región, mediante la enseñanza del uso del condón, las pláticas informativas y la salud sexual y reproductiva, y a otros aspectos sociales como la ayuda a personas damnificadas por el sismo del pasado 17 de septiembre, entre otras causas que han apoyado a lo largo de su historia, incluida la lucha contra la discriminación en sus comunidades de origen.

Una de esas luchas ha consistido en exigir la posibilidad de ingresar a las velas con vestimenta de mujer, una de las festividades más importantes del año, esas kilométricas celebraciones donde las y los anfitriones se desviven para dar de comer y beber a los asistentes, danzarines ante las notas de grupos musicales cuyas melodías conjuntan la tradición y estruendo de la música oaxaqueña con el tufo tropical exigido por el calor y el buen humor del lugar.

Otra es la posibilidad de ocupar cargos públicos de elección popular. Recientemente, integrantes de la propia comunidad muxe denunciaron que, en al menos 17 casos, se hizo mal uso de las modificaciones a la ley electoral oaxaqueña que permite el registro a candidaturas a las personas conforme a su expresión de género, en aras de promover el principio de paridad: 17 candidatos, identificados como heterosexuales, alegaron ser muxes para contender por cargos que, conforme a la paridad electoral, deberían ser asignados a mujeres o muxes. Sólo se salvó la candidatura de Grecia, quien aspira a ser alcalde de Magdalena Tlacotepec, bajo el respaldo del Partido Revolucionario Institucional, tras comprobarse que, ella, efectivamente era integrante de la comunidad. Superado el obstáculo, busca hacer historia y ser la primera alcaldes muxe del país.

A diferencia de otros lugares de la República Mexicana, en tierra istmeña la diversidad sexual está a flor de piel. Es una realidad visible, pero no por eso asimilada y aceptada. A mediados de mayo, las calles de Juchitán fueron tomadas por colectivos muxes, a propósito del 17 de mayo, día internacional de lucha contra la homofobia, la lesbofobia, la bifobia y la transfobia, no sólo para darles color, sino para decir que sufren violencia, como lo muestra que, en tres lustros, al menos 43 de integrantes de su comunidad han perdido la vida en manos de otra persona, muy probablemente motivadas por el rechazo a su manera de ser y de vivir.

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