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Orientación sexual e identidad de género, justas y necesarias Carlos A. Ventura Calleja Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria A.C.
Las personas convivimos de distintas formas. Algunas de esas formas pasan necesariamente por el sexo, nuestras identidades y géneros. Pensamos, sentimos, vivimos, nos relacionamos sexual y afectivamente y nos erotizamos, de maneras muy distintas y con personas muy diversas. El régimen impuesto de la heteronorma, emanado del patriarcado, niega toda posibilidad de relacionarnos sexo-afectivamente entre personas del mismo sexo, transitar entre géneros, o inscribirse en el binarismo del género. Sin embargo, y para nuestra alegría, cada día es más es evidente que existen posibilidades inmensas de experiencias en torno al deseo, los afectos, y el amor. Para nuestra fortuna nos reconocemos cada vez más como personas y colectividades diversas, ya sea para organizarnos, construir comunidad, relacionarnos entre unas personas y otras, y formar también colectividad emanada del deseo y la sexualidad. Hoy contamos, asimismo, con derechos que reconocen esta diversidad, y quienes la ejercen son actores de cambio profundo, pues trastocan aspectos de la vida social que generan profundos movimientos e interpelaciones a lo que se ha considerado “natural” entre las sociedades. La diversidad sexual implica todas aquellas posibilidades de vivirse en la sexualidad, asumir las identidades, disfrutar y no negar las distintas orientaciones sexuales, así como el reconocimiento de los cuerpos diversos y distintos, y las sensaciones que a través de ellos se pueden experimentar e integrar, aceptando todo esto como parte de la vida comunitaria en las que nos situemos y vivenciamos.
Los derechos que protegen la diversidad sexual hacen frente a las fobias que se gestan también al interior de la sociedad. Las fobias asociadas a las distintas maneras de vivir la sexualidad se relacionan con un miedo a concebir aspectos de la sociedad distintas a las que se consideran como las más “aceptadas”, dado el mandato del heteropatriarcado. Por desgracia, las fobias en torno a la diversidad sexual y sexogénerica, ya sea lesbofobia, homofobia, transfobia o bifobia se han materializado en asesinatos o crímenes de odio, los cuales, insisto, tienen una relación estrecha con el rechazo a la diversidad en nuestra sociedad, tan grave es esta forma de pensamiento que llega a propiciar que una persona le arrebate la vida a otras, tan solo por no “adecuarse” a lo que dicta la heteronorma. México tiene entre sus retos el respeto y garantía de los derechos de las personas que tienen orientaciones distintas a la heterosexualidad, quienes transitan de un género a otro, y que no se adhieren al binarismo de género. La misma Comisión Interamericana de Derechos Humanos identificó a las personas LGBTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Trans e Intersexual) entre las que padecen mayores impactos de las violaciones y graves violaciones a derechos, dada su condición de identidad de género y orientación sexual, así lo documentó dicha Comisión en su Informe sobre la situación de los derechos humanos en México del año 2015. La situación de personas que tienen orientaciones sexuales e identidades sexuales y de género diversas se enfrentan a otros componentes sociales que hacen que su situación empeoré y en casos sean víctimas de más de una violación a sus derechos humanos de manera simultánea. Esto nos hace reconocer la necesidad urgente de atender situaciones de violencia contra personas LGBTI con la mirada interseccional, ya que no puede ser necesariamente igual la situación de una joven lesbiana o un joven homosexual con ciertos privilegios, que habitan y están desarrollándose en una determinada y favorable situación socioeconómica, que tienen mayor acceso a la información y reconocimiento de la diversidad sexual, a una persona de la diversidad sexual en una zona determinada, con situaciones de marginación económica, y dado su contexto sociocultural, con limitaciones al acceso a información, incluso educación encaminada a reconocer y disfrutar la sexualidad en todas sus formas. Una cosa sí puede ser común en ambos casos: la fobia a ser diferentes y diversos sexual y afectivamente. La interseccionalidad, en relación a la orientación sexual e identidad de género, no coloca estas categorías por encima de los condicionamientos de clase o raza/etnicidad, sino que interrelaciona todos esos componentes, identifica los cruces donde se propician agresiones y violaciones a sus derechos, para efectivamente denunciar las diversas formas en operan los mecanismo de la opresión y hacerse cargo de éstos para erradicarlos; es decir, identifica la interacción de dominación entre raza, clase, género, etnia, orientación sexual e identidad de género. Esta mirada nos permite conocer y articular de manera integral la forma en que se entrecruzan las distintas formas de explotación y exclusión, ayudándonos a identificar qué habría que eliminar de nuestra sociedad, para así, sabiéndonos diversas y diversos, ser más conscientes que la forma de construir sociedades y comunidades más justas, emancipadas y dignas, pasa por el reconocimiento y respeto a todas las diversas maneras de vivir nuestras sexualidades e identidades de género, de lo contrario, el proceso histórico de liberación será parcial.
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