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Parteras por los derechos sexuales
Mónica Díaz A. Preservar la cultura, las tradiciones, el sincretismo y lo sagrado. Respeto a los derechos sexuales y reproductivos. Alcanzar el pleno ejercicio de los derechos de las mujeres es la misión de la Casa de la Mujer Indígena “Nellys Palomo Sánchez”, ubicada en la Costa Chica de Guerrero. En el municipio de San Luis Acatlán se encuentra la Cami “Nellys Palomo”, coordinado por Apolonia Plácido Valerio, quien habla de la labor de esta organización, cuyo objetivo es promover, sensibilizar y apoyar la salud sexual y reproductiva de la comunidad, defender el trabajo de las parteras tradicionales y erradicar la violencia de género. “En la Casa hay parteras, parteros, personas promotoras que laboran en diferentes comunidades indígenas. Más que un trabajo, es una misión de vida por defender el derecho de las mujeres y el trabajo de las parteras tradicionales de mi comunidad, un ejercicio que es muy discriminado en México y por ello, como organización, hemos defendido el trabajo de la partería, porque está en peligro de desaparecer de la cultura de los pueblos indígenas, siendo que las mujeres de la comunidad, en su mayoría, recurren a los servicios de una partera desde los primeros meses de embarazo antes de ir al hospital”. La Cami nació para defender los derechos de las mujeres. Antes del 2005 las cifras de muerte materna eran alarmantes. Ante esta situación, se organizó un foro sobre muerte materna en San Luis Acatlán y la Costa Chica. “Antes de ese año (2005), las mujeres que tenían recursos podían ser atendidas en los hospitales y salvar su vida. Las mujeres indígenas, como no hablan el español, y no había intérpretes de lengua indígena, tenían más riesgos, y había altos índices de muerte materna. No existía el Seguro Popular, no había carreteras ni medios para ingresar a los hospitales. Ese foro fue la pauta para que se hiciera un diagnóstico donde se encontró que San Luis era el foco rojo de la muerte materna sin que las autoridades tomaran cartas en el asunto”.
En este contexto se abre la Casa de la Mujer Indígena, con la presencia de parteras y parteros tradicionales, y promotoras indígenas que hablan las lenguas me’phaa y tun savi. “Desde ahí iniciamos la lucha por defender nuestro derecho a la salud, un derecho que no conocíamos, un derecho para todas las mujeres, indígenas, mestizas o de la población afrodescendiente. Desde ahí hemos iniciado la lucha, día con día, que no ha sido fácil, pues ha habido muchos obstáculos, sobre todo en el tema de la discriminación y la injusticia”. La Casa da conferencias en escuelas; promueve los derechos humanos y la cultura del buen trato; aborda la medicina tradicional y la partería; capacita a autoridades sobre cómo impartir justicia con equidad; hace foros sobre planificación familiar y sexualidad para prevenir el embarazo a temprana edad y organiza jornadas de salud. La vida sexual y reproductiva de las mujeres rurales explica Apolonia, “es un tema tabú, está escondido, no se habla. Para las mujeres no ha sido fácil, la educación sexual es muy deficiente, tanto en las escuelas como en la familia. Tampoco nos hablan de los riesgos, hay violencia y discriminación; algunas mujeres han sido juzgadas por abrir el tema y todavía nos falta difundir información, sobre todo para las y los jóvenes”. El momento de parir Las mujeres acuden a la Cami para recibir atención durante su embarazo y su parto. Si una mujer llega con alguna complicación o un embarazo de alto riesgo, se le canaliza al hospital. “Las mujeres indígenas buscan a las parteras tradicionales, pero si vienen con complicaciones no nos comprometemos, ahí está la mano de los médicos. Las parteras atienden solo cuando ya se hicieron estudios y se certifica que está bien su proceso de embarazo”.
Apolonia relata con ímpetu el proceso del parto en su comunidad: “El procedimiento para el parto es muy importante. La partera o el partero prepara tés con diferentes plantas; tienen lista el agua tibia con hierbas, tanto para la madre como para el bebé. Aquí, las decisiones de las mujeres siempre son tomadas en cuenta; se les pregunta cómo quieren tener a su bebé y se les respeta; en general los tenemos hincadas. No nos acostamos en camas para el parto ni hay ventilación. Nos hemos atendido como la tradición, como lo marca nuestra cultura, en un lugar caliente, con brebajes, con baños en plantas medicinales”. “En nuestra labor estamos defendiendo la cultura de cómo se atiende un parto. La partería tradicional no maneja medicamentos sino plantas medicinales; sobada, masajes, rituales. Todo esto lo estamos rescatando. El proceso de una mujer cuando se atiende de un parto en nuestra comunidad se da a través de las enseñanzas de nuestros ancestros. La partera cuida a la mujer los 40 días después del parto, está pendiente de si presenta calentura o le duele la cabeza. Desde que nace el bebé se le ofrece té de planta medicinal, se le recomienda qué alimentos comer y cuáles no. Se le dan baños con agua tibia y hierbas”. “Las parteras no están certificadas, pero la Secretaría de Salud las ha capacitado con el modelo 10, porque no saben leer, sus saberes son tradicionales, provienen de sus ancestros. La Secretaría ha reconocido el trabajo de las parteras y las mujeres de la comunidad las valoran y las respetan”. En la Casa hay 10 parteras, su tarea no siempre es fácil, pues tienen familia y otras actividades; “pero estas mujeres son parte del pueblo indígena y se dan tiempo de estar con las mujeres de su comunidad”, dice Apolonia. La madre tierra, conexión espiritual El posparto también es muy importante en la partería tradicional. “Cuando una mujer se atiende con una partera, se le pregunta qué quiere hacer con la placenta. Cuando un bebé nace, no tiramos la placenta ni la damos al zopilote. Cuando nace la placenta se puede enterrar, colocar en una jícara de árbol (recipiente elaborado a partir del fruto del jícaro), se enreda en un pedazo de trapo nuevo y se cuelga en un árbol. O también se puede llevar a un arroyo o río, se lava y se lanza de poquito a poquito”, dice Apolonia.
“Si no se hacen estos rituales el bebé se enferma porque la placenta es sagrada, guarda la esencia del bebé. Esto es parte de la tradición de la comunidad. También puede enterrarse en una jícara, con ello se devuelve la placenta a la madre tierra y se da una conexión espiritual muy importante del bebé y la mamá con la madre tierra”. Vida y recursos En otro aspecto, Apolonia Plácido se refiere a la falta de recursos para cuidar la salud de las mujeres: “No hay apoyo del ayuntamiento ni a nivel estatal. Las instituciones no voltean a mirar la problemática. Si una mamá fallece es un problema para otros miembros de su familia, entonces es necesario que las instituciones sean sensibles, que le tengan amor a su trabajo. La salud es un derecho que el Estado debe de cumplir, pues en el hospital de la comunidad no hay suficientes medicamentos, equipamiento ni recursos humanos”. “Aquí hay una doble mirada, el tema de la interculturalidad, en el campo se tiene que ver de otra forma. Aquí hay un choque con las instituciones, a quienes les pedimos nos respeten como mujeres indígenas, que las mamás tienen derecho a que se les dé la placenta; que respeten la forma en que queremos parir”. Apolonia lanza un mensaje muy claro: “el gobierno debería ir pensando más en el tema de la salud, pues el recorte fue tremendo. No se vale que el gobierno persista en quitar recursos a la salud, lo que conlleva a otras situaciones, como la discriminación y la violencia obstétrica. No sólo las indígenas resultamos afectadas sino todas las mujeres de la comunidad”.
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