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Cuerpos y agua: mujeres en resistencia
Tania Gallaga Red Balance, A.C. En Mexicali, capital de Baja California, así como en el resto del país y del mundo, el modelo desarrollista está violando sistemáticamente los derechos humanos y destruyendo el medio ambiente. Desde inicios del 2017, la población mexicalense comenzó una batalla en la lucha por la defensa de su derecho al agua, pues durante el gobierno estatal encabezado por el gobernador Francisco Arturo Vega de la Madrid, iniciaron proyectos de “desarrollo económico” que implicaban en los hechos la entrega de la administración estatal a empresas trasnacionales y la promulgación de leyes privatizadoras, permitiendo visibilizar los intereses empresariales del gobierno por encima del derecho humano al agua. A finales del 2016 e inicios del 2017 se levantó una ola de gran indignación popular, naciendo así la necesidad de organización para evitar el despojo y saqueo a través de las leyes (Ley Estatal de Aguas y Ley de Asociaciones Público privadas) y de una planta cervecera de Estados unidos que no sólo atenta contra la población bajacaliforniana, sino que podría causar una catástrofe ambiental de enormes magnitudes al seguir sobreexplotando el acuífero del Valle de Mexicali. Con el posicionamiento claro a favor del respeto de los bienes naturales comunes como es el agua, las mujeres en resistencia hemos llevado este concepto de soberanía a nuestros cuerpos.
Ahora nos estamos organizando para 2 grandes temas: despenalizar, legalizar y garantizar el aborto y en defender el derecho humano al agua. ¿Por qué? Nosotras decimos: defender el agua es defender el derecho a vivir; y defender el derecho al aborto, como mujeres que somos, supone que somos seres libres, sujetas de derechos, autónomas con la capacidad de decidir sobre nuestras vidas, es ahí el punto de encuentro de ambas luchas, se trata de defender la vida, humana o no humana (tierra, agua, semillas, cultura, comunidad). En nuestro cuerpo y en nuestros territorios sentimos la creciente explotación, el despojo, la contaminación, la extracción, y todo tipo de violencia, aquí encontramos que el patriarcado les hace a nuestros cuerpos lo que las economías capitalistas les hacen a nuestros territorios. En ambas luchas nos negamos, rechazamos que nuestro cuerpo siga siendo territorio de disputa, de violaciones, discriminación, maternidades forzadas, trata, etc. Pocas veces hemos conjuntado estas luchas, porque nos han enseñado (convenientemente) a pensar en que no hay relación alguna, como si el capitalismo patriarcal y sus mecanismos de poder no atravesara nuestros cuerpos y los lugares que habitamos.
Las mujeres organizadas en los territorios en resistencia, como hoy en Mexicali, nos hemos dado la tarea de trascender esos límites impuestos por el sistema, esos que no nos permiten ver de inicio que no hay lucha aislada, y así pues nuestra participación es cada vez más activa, tanto en las acciones de resistencia, como plantones, huelgas, encabezando las marchas, realizando labores de denuncia de las corrupciones de los gobiernos, visibilizando nuestra lucha en los medios de comunicación, realizando acompañamientos en aborto a pesar de la criminalización de la práctica, participando en foros públicos en contextos sumamente conservadores como lo es Baja California, pues entendemos que la soberanía sobre el ambiente, sobre los bienes naturales comunes en un sentido amplio, tiene consecuencias directas sobre el entendimiento y la defensa de nuestra libertad y autonomía de nuestros cuerpos: como el primer territorio que nos pertenece, el bien más preciado, la primera trinchera de lucha. El entendimiento de la confluencia entre la defensa del territorio y la defensa del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos demanda nuevos modos de afrontar a los modelos económicos extractivitas, y posibilita la construcción de espacios de diversidad y autonomía, de nuevas formas de vida en relación a la naturaleza y de quienes dependemos de ella.
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