Sábado 2 de junio de 2018, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplenden joyas provenientes de Bélgica:
Nature’s Largers,
Cran aux Oeufs,
When Tool met Wood,
Charaktersketch,
Dust of Truths,
son los cinco nuevos discos de Wim Mertens, ese autor de culto que convoca multitudes.
Todos son del sello usura, creado por él mismo; un catálogo que alcanza cifras astronómicas no solamente por el número de discos grabados, sino por la calidad inconmensurable, la variedad estilística, los temas. El asombro.
Estos discos los trajo Wim Mertens a la Sala Nezahualcóyotl, donde el pasado fin de semana ofreció tres recitales frente a un público creciente también en número, asombro, fascinación.
El sentido del Disquero es el placer de compartir. Hallazgos, asombros, músicas que de otra manera no llegarían al público.
La nueva visita de Wim Mertens trajo una conmemoración, recordada por él mismo: Pablo, debemos festejar nuestros 25 años de ser amigos. En 1993 me hiciste mi primera entrevista en México y fue mi primer concierto aquí y fueron muy importantes porque desde entonces mis conciertos son masivos
.
Desde entonces, los discos de Wim Mertens, así como sus sucesivas visitas, han sido reseñadas en el Disquero.
Todos estos discos se pueden conseguir en la página web de Wim Mertens: www.wimmertens.be y de allí existen vínculos hacia distintas plataformas, como Spotify, Deezer, iTunes.
En los tres conciertos de la semana pasada, Wim Mertens repartió los estrenos. Piezas de los títulos arriba enlistados, sus nuevos discos, sonaron en vivo, tanto en dúo con el alientista Dirk Descheemaeker (clarinete y sax soprano), y también sentado al piano y cantando su poesía sin palabras, como solista de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.
Quienes conocen la música de Wim Mertens disfrutarán por igual que quienes aún no han incursionado en este territorio de la belleza y la poesía, el siguiente vínculo que conduce a YouTube, con una de sus obras emblemáticas, Iris:
Estamos frente a la belleza. Una música más allá de las palabras. Una hermosa historia de amor indestructible.
Wim Mertens es autor de una música inclasificable.
Su gran revolución musical tiene sustento en una poética.
Esa poética está conformada por estructuras sumamente originales, melodías nacidas de los sueños, encabalgamientos rítmicos de ensueño, y una potencia fenomenal.
Creador de vocablos que conectan con lo primordial, lo primitivo, lo esencial, lo más nuevo y lo más antiguo, lo arcaico y lo moderno, su tesitura va de contratenor a tenor a franjas sorprendentes de sonido.
Al piano solo, a dúo, con su ensamble, con orquesta sinfónica, el repertorio de Wim Mertens es descomunal y su discografía impresionante.
Su música enciende la noche párpados adentro.
Y frente al piano, Mertens –de su mano izquierda una lámpara, una linterna en la derecha– encamina el transcurso del tiempo en pálpito.
Células motívicas nacen en el piano como flores. Notas elásticas, curvas y tibias, como hojas pintadas de neblina.
Cae la nota, cae, atravesando el agua, lenta por el cristal de sombra que en su tallo ahoga.
Y estalla en flor: voz contratenor, piano en trémolo. Cae más aún, caen, suenan sobre mi mano, suenan como guirnaldas de cristal. Un estado de conciencia en éxtasis.
Las manos sobre el piano, los dedos en la llama, y el agua que le chorrea:
Nota
Por
Nota
Una delectación en el uso de velocidades, en la caricia de dinámicas y timbre que viajan juntos de los ralenti a los accelerandi en vértigo empero suave, en mares de cobalto tibio, de pie sobre los sueños compartidos.
De repente el huracán muge entre sus propias entrañas, sorprendido.
Furia de lilas y libélulas, el leve temblor de los cuerpos enlazados, el cerrar de los ojos al roce de las epidermis, el estrépito ordenado, la armonía, el aleteo que no halla dónde posarse reducido a su condición de aleteo y liberado por tanto al infinito.
El piano acariciado como la estatua acariciada por la mano de alguien que duerme soñando que acaricia a una mujer.
En sueño, en vigilia, la música de Mertens residente del centro de gravedad del espejo, del rubor lila de la sombra, el espejo que devuelve la sonrisa iluminada por un paisaje en desnudo en que la noche, más blanca que la sonrisa de un arcángel, duerme y parece estar pensando.
Nave verano. Viento.
Así suena la música de Wim Mertens.
Y nadie se dio cuenta de que los minutos transcurrían.