nédito en Colombia. Gustavo Petro, candidato de izquierda, aseguró el pase a segunda vuelta en las elecciones del 30 de mayo con la mayor votación alcanzada por ese signo político. Logró 4 millones 849 mil 148 sufragios, 25 por ciento del total. Unió a una coalición de sectores populares, mujeres, universitarios, indígenas, campesinos, movimientos sociales y expresiones políticas con una demanda por la paz, la educación y la salud públicas gratuitas, así como el carácter público de los servicios. Como todos los candidatos que defienden causas populares, fue linchado mediáticamente como castrochavista
y su campaña tuvo escasos recursos económicos, lo que hacen más meritorios sus números. Junto a otros candidatos consiguió también lo que parece una ruptura con el excluyente binomio político liberal-conservador, mantenido desde la fundación de la república, aunque haya sido con otros nombres en los últimos años, como Partido de la U (Santos) o Centro Democrático (CD-Uribe).
Pero, aunque esperada, es inquietante la votación obtenida por el ganador de esa ronda, el uribista Iván Duque, a quien se le forjó una imagen de líder joven y antipolítico para capitalizar el hartazgo hacia los partidos tradicionales. Con 7 millones 566 mil 698 votos, el candidato del ultraconservador CD raspó 40 por ciento del total y ganó en la mayoría de los 32 departamentos. Es decir, todo el interior, excepto Bogotá. Eso significa que, sea por las motivaciones que sea, ese caudal electoral respalda al ex presidente Álvaro Uribe, padre del paramilitarismo vinculado al narco en documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos, aunque a la vez favorito de la extrema derecha trumpista y enemigo número uno de la revolución bolivariana. Duque se opone al proceso de paz, bandera favorita de Uribe, que está detrás de su oferta de reformar
el acuerdo de paz. En otras palabras, Uribe y las extremadamente conservadoras propuestas de Duque cuentan aún con el apoyo de importantes sectores populares, sobre todo en el área rural del interior.
Otro resultado significativo de la elección es el obtenido por Sergio Fajardo, de la Coalición Colombia y ex gobernador de Antioquia, con 4 millones 587 mil 979, menos de 200 mil votos debajo de Petro. Coincide con éste en la defensa de los acuerdos de paz –de una paz con dignidad–, en la lucha contra la corrupción y el clientelismo, aunque su base es más heterogénea, por estar formada por una alianza de Verdes, empresarios, jóvenes y amplios sectores de clases medias. Ambas fuerzas abogan por una política ética. Fajardo obtuvo la mayoría en Bogotá y Antioquia, mientras Petro lo hizo en siete departamentos de las costas del Caribe y el Pacífico. Sumadas las votaciones de ambos superan las de Duque en casi medio millón de votos, lo que supone un importante cuestionamiento de una considerable franja poblacional al vetusto orden oligárquico, profundamente clasista y racista imperante a lo largo de dos siglos.
Los otros candidatos fueron Germán Vargas Lleras, como Santos, su padrino político, de una de las familias de la vieja oligarquía, que contó con el apoyo de la maquinaria electoral oficial. Pese a ello no obtuvo más que 1 millón 406 mil 732 votos, 7 por ciento. Y Humberto de la Calle, alto funcionario de varios gobiernos, serio y reconocido arquitecto gubernamental de los acuerdos de paz junto a los negociadores de las FARC. Pero sólo obtuvo 399 mil 118 votos, es decir, 2 por ciento.
Con la distancia entre Duque y Petro en primera vuelta, parece muy difícil que el segundo pueda ganar en la ronda decisiva, sobre todo cuando el primero tiene asegurados los votos de Vargas Lleras, una parte de los de De La Calle y otra de Fajardo. Para ganar, Petro necesitaría arrastrar en escasas tres semanas una mayoría del caudal de Fajardo, no menos de la mitad del de De La Calle y unos cientos de miles de sufragios más, movilizando nuevos votantes. Casi un milagro, aunque ya lo fue su desempeño en primera vuelta. Pero aún si perdiera podría consolidar una importante fuerza que le diera pelea al uribismo, en favor de la paz en Colombia y en América Latina y el Caribe, promotora de la justicia social y el rechazo al odio al distinto.
La victoria de Duque sería funesta desde todo punto de vista. Implicaría ahondar en la militarización y el guerrerismo de un país que recién ingresa en la OTAN, el fomento del odio uribista a los pobres y del racismo. La consolidación de una plaza de armas para el hostigamiento y asalto militar a la Venezuela bolivariana que planea el Comando Sur.
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